Fue una de las noticias más comentadas durante la semana pasada: la crisis del coronavirus había obligado a China a edificar un nuevo hospital en menos de seis días. O al menos así lo aseguraba el Diario del Pueblo, el principal órgano informativo del gobierno. Las fotografías aéreas eran impresionantes. Decenas de excavadoras trabajando contra el reloj para levantar la instalación.
¿Un hospital? Sí, pero de campaña.
Barracones. China ha empleado barracones prefabricados, módulos de emergencia que alojarán a casi 2.000 pacientes durante las próximas semanas. Se trata de una solución temporal, basada en el exitoso modelo de emergencia de 2003, durante la epidemia del SARS. No tanto un hito de la ingeniería como la respuesta inmediata a una crisis que ha colapsado la totalidad de los centros hospitalarios de Wuhan.
Según CGTN, las instalaciones se han construido lejos de áreas habitadas e incluyen zonas de cuarentena.
Precedentes. Las autoridades han ordenado la construcción de tres nuevos hospitales. El primero, Huoshenshan, abrirá sus puertas el domingo. El segundo, Leishenshan, de 1.300 camas, el miércoles que viene. China ya tenía experiencia. Hace diecisiete años, el gobierno tuvo que construir varias instalaciones similares en Pekín. Barracones equipados con rayos X, baños y cuidados intensivos.
En total, China se gastará unos €40 millones. Un hospital en España oscila entre los €100 millones en Teruel, los €200 millones en Cádiz o los €800 de Vigo.
Problemas. Lo cierto es que el gobierno debía darse prisa. El sistema sanitario de Wuhan, ciudad de 11 millones de habitantes y epicentro de la epidemia, no ha dado abasto. Las colas han dado la vuelta a los hospitales, los pasillos han quedado colapsados y los tiempos de espera para obtener atención médica han llegado a superar las cinco horas.
Todo ello en un contexto de crisis total. Según The Washington Post, numerosos médicos han comenzado a sufrir las consecuencias de la epidemia. Algunos se han contagiado, otros han sufrido ataques al corazón en plena faena y otros han encadenado horas y horas de trabajo. La palabra que mejor define la situación en Wuhan es "saturación".
Escasez. En palabras de un paciente, recogidas por AFP, "no hay espacio, los trabajadores están saturados, hay escasez de algunas medicinas y los pacientes están siendo abandonados a su suerte". El virus se está expandiendo rápidamente. Ya son más de 2.000 los contagios registrados. Según el propio gobierno, la demanda de medicamentos es tan alta que China podría toparse con un problema de abastecimiento.
Algo que ya ha sucedido con las máscaras y los guantes de látex.
Autoritario. Tanto la rápida construcción de tres hospitales como el cierre de más de 20 millones de personas surgen de las limitaciones y del extraordinario poder de las autoridades chinas. Como apunta un experto aquí, son medidas extremas sólo concebibles bajo un régimen autoritario, capaz de movilizar ingentes recursos humanos y materiales en tiempo récord. A cualquier coste.
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