El baterista Charlie Watts, fallecido el pasado lunes, era un miembro tan integral para Rolling Stones como su frontman Mick Jagger o el guitarrista y compositor Keith Richards. Tal y como explicó Mark Edison, biógrafo de Watts, “Nadie baila con los solos de guitarra. Nadie baila con las letras".
El estilo de percusión de Watts era único. Se diferenció de sus iguales dentro del panteón de bateristas del rock por su afición al jazz, una sensibilidad que se llevó contigo a la música de los Stones, y también por su estilo autosuficiente. Para alguien metido en las entrañas de una banda legendaria por su depravación, rehuyó tanto el brillo como la suciedad de su entorno.
Watts no tenía formación académica como baterista de jazz, pero, al igual que su colega de los Rolling, Brian Jones, y como también sucedió con Jack Bruce y Ginger Baker, miembros de Cream, pasó por Blues Incorporated, banda británica de blues evangelista de principios de los sesenta creada por Alexis Korner. Watts idolatraba a los pioneros del jazz, incluidos Max Roach, Tony Williams y Joe Morello, y su sensibilidad (su capacidad para el swing jazzístico) impregnó la música de los Stones.
Sensibilidad jazz en formato rock
Mientras que la inspiración musical más obvia de los Stones era el blues, el estilo de batería de Watts contaba con las tendencias fluidas pero disciplinadas del jazz. Pocos dirían que llevó a los Stones a una dirección abiertamente jazzística (esto sí que es algo que exploraría más a fondo en sus proyectos paralelos de los 90, incluida una big band y un quinteto de jazz), pero su base ayudaría a que el resto de la banda incorporase otros géneros a su repertorio, desde el reggae hasta el punk, algo que ayudó a expandir el concepto de “sonido de rock”.
Uno de dichos sonidos fue el ritmo del mambo afrocubano, con el que se familiarizó a través de la música de big band. Como bien señala el historiador de percusionistas Matt Brennan, esto le permitió tocar a la perfección junto con el conguero Kwasi Dzidzornu en Sympathy for the Devil, canción que abría el emblemático álbum Beggars Banquet con el que los Stones buscaron ampliar su paleta artística a finales de los 60.
Aunque tenía un talento innato para los géneros, hay que reconocer que la forma de tocar de Watts era inusualmente poco llamativa para un baterista de una banda de rock. Brennan identifica un conjunto de rasgos asociados con los bateristas de rock en el imaginario popular: primitivos, potentes, virtuosos y exhibicionistas. A primera vista, Watts no poseía ninguno de esos atributos.
A diferencia de John Bonham, de Led Zeppelin, no era un golpeador especialmente fuerte. Carecía del estilo quijotesco de Keith Moon de The Who, y su interpretación estaba muy alejada del virtuosismo complejo de los músicos de rock progresivo y fusión que surgieron en la década de 1970, o de hecho, de sus influencias de jazz como podía ser Max Roach. Para Watts, modesto y autodidacta, ponerse al servicio de la canción era la clave.
“Trato de ayudarlos a conseguir lo que buscan”, dijo refiriéndose al trabajo de Jagger y Richards. “No creo que lo que haga sea particularmente difícil. Algo positivo, sin embargo, es que la gente me mira y piensa: ‘Yo también podría hacer eso’”. Claro que hacer lo que él hacía no es tan fácil como parece.
Modestia y sencillez distintiva
Los sellos distintivos de Watts fueron la simplicidad y una sensación de facilitación de un terreno sólido para la afinación abierta de Keith Richards. El groove de los Stones deriva de cómo Watts marcada el beat con precisión infinitesimal, algo que Richards ha atribuido como esencia fundamental del sonido de los Stones.
En el hi-hat, la mayoría de tíos tocarían en los cuatro tiempos, pero en el dos y el cuatro, que constituyen el contratiempo, algo muy importante en el rock and roll, Charlie no toca. Hace retroceder el tiempo porque tiene que hacer un pequeño esfuerzo extra.
De ahí que esa sensación lánguida de la batería de Charlie provenga en parte de este movimiento innecesario cada dos tiempos. Es muy difícil de hacer, detener el ritmo sólo por un compás y luego volver a entrar... La forma en que dilata el ritmo, junto con lo que el resto de miembros hacemos durante la ejecución de ese efecto, es uno de los secretos del sonido de los Stones.
Por tanto, los Stones se valían tanto de lo que tocaba como de lo que no tocaba, el espacio vacío que dejaba. El propio Watts dijo: "hay un millón de críos que pueden tocar como yo", pero es su estilo subrepticiamente difícil e idiosincrásico el que impulsó éxitos como Honky Tonk Women o Start Me Up.
Este efecto lo detectamos en Honky Tonk Women, en el ligero desajuste entre el cencerro y su batería. Luego, nuevamente, en la forma en que empuja sutilmente el tempo a medida que la canción se acerca a su conclusión, lo que la convierte simultáneamente en un ritmo de rock estándar con un toque de funky sin una síncopa abierta.
“No Charlie, no Stones”, ha dicho en repetidas ocasiones Keith Richards. Su muerte seguramente pondrá a prueba esa afirmación. Al final, el músico dio forma al rock and roll obviando las expectativas del género. "Charlie ha estado estupendo esta noche, ¿que no?", decía Jagger en el álbum de directo de Get Yer Ya Yas Out de 1970 . Esto era al mismo tiempo cierto y evidente. Modesto, discreto y fiable en un mundo musical caracterizado por el exceso, la extravagancia y las personalidades problemáticas, Charlie se mantuvo “estupendo” cada noche.
Fotos: Nicolas Khayat.
Autor: Adam Behr, profesor Titular de Música Popular y Contemporánea por la Universidad de Newcastle.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.