La imagen que la cultura popular ha legado del oeste norteamericano ha estado, a menudo, desligada de la realidad histórica de aquellos territorios. Los clichés, las localizaciones no exactamente americanas y el imaginario popular, resumido todo ello en una leyenda aún hoy indeleble, tienen paralelismos con los días de aquella conquista. Pero sólo eso. Para observar de primera mano cómo eran aquellos pobladores y aquellos territorios antes de ser absorbidos por Estados Unidos, es mejor acudir a las fotografías que sus propios testigos tomaron a finales del siglo XIX.
Uno de los fotógrafos más célebres de aquellas décadas fue Timothy O'Sullivan. Durante las décadas de los sesenta y de los setenta, en el albur de la conquista del oeste por parte del gobierno norteamericano y tras el fin de la Guerra de Secesión, O'Sullivan viajó más allá de las grandes llanuras para documentar de primera mano la conquista. Las fotografías de O'Sullivan son bastante célebres y se han conservado bien a lo largo del tiempo gracias tanto a la Librería del Congreso como al National Archives and Records Administration. Hoy, viajar al oeste es tan sencillo como ver sus instantáneas.
¿Y qué muestran esas imágenes? Una realidad que evoca a la trilogía del dólar de Sergio Leone, pero que también encuentra referentes en trabajos audiovisuales como Deadwood. El oeste fue mitad conquista militar, pasando por encima de las poblaciones nativas, cruelmente exterminadas, mitad organización territorial y política caótica. Aquellos asentamientos humanos lo hicieron a menudo al margen de toda legalidad existente, más allá de los estados de la unión, en un entorno hostil y sin regulaciones que pusieran orden. Eran territorios donde la ley simplemente no imperaba, y por tanto salvajes y pródigos para buscavidas.
O'Sullivan tuvo un sentido artístico notable, y muchas de sus fotos se deleitan en los impresionantes paisajes del oeste americano. A menudo desérticos, especialmente en las regiones cercanas a la frontera mexicana, el oeste era montañoso y de complicado acceso, abandonada la comodidad de las grandes llanuras. La expansión de Estados Unidos, impulsada bajo el aura del destino manifiesto, permitió la creación progresiva de estados como Wyoming, Montana, las Dakotas o Idaho, antes de alcanzar los constituidos estados del Pacífico.
No en vano, a mediados de siglo la mitad de Estados Unidos carecía de entidad de estado, y miles de kilómetros cuadrados eran simplemente territorios sin organización alguna. El proceso fue arduo y duró años. Arizona y Nuevo México, por ejemplo, no fueron admitidos en la Unión hasta 1912. Oklahoma lo hizo en 1907. Utah en 1896. Wyoming e Idaho en 1890. Incluso estados de las grandes llanuras, cercanos a otros mucho más antiguos, no entraron en la Unión hasta finales de los '50, como Minnesota o Kansas. Estados Unidos es un país muchísimo más joven de lo que parece. Aquí van algunos pedacitos de su historia.
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