Entre todos los millones de personas esclavizadas en los Estados Unidos antes de 1865, cientos de miles intentaron escapar de aquellos que los mantenían en cautividad. Los hay que se fueron temporalmente a modo de protesta, mientras que otros buscaban reunirse con sus seres queridos de los que habían sido separado. La mayoría simplemente quería ser libre.
Muchas veces estos fugitivos de la esclavitud estadounidense no dejaron rastro en la historia pero podemos documentar cómo fue para muchos la huída. Después de todo, para sus dueños los esclavos eran bienes valiosos: merecía la pena gastar recursos y tiempo para recuperarlos y el método más efectivo era que otros blancos los buscaran ofreciendo una recompensa a cambio.
En prácticamente cualquier sección de sucesos de un periódico del sur de los Estados Unidos durante la guerra civil se pueden ver anuncios de propietarios de esclavos buscando esclavos a la fuga. Se estima que se publicaron más de 200.000 anuncios, cada uno con el nombre y la historia de un fugitivo.
Los historiadores han hecho uso de estos anuncios en el pasado pero nunca habían sido recopilados para su fácil acceso hasta que en 2014 un grupo de académicos, dirigidos por mí y con la ayuda de Edward Baptist de la Universidad de Cornell y Mary Niall Mitchell de la Universidad de Nueva Orleans, empezaron a colaborar en el proyecto Freedom on the Move recopilando y digitalizando dichos anuncios.
Una vez que todos los nombres y las historias estén a disposición de académicos y del público general esperamos poder entender, de una nueva forma, las vidas y las experiencias de aquellos que resistieron a la esclavitud intentando liberarse.
Una ventana a una vida
Los anuncios de las huidas eran básicamente pósters de “se busca” para personas cuyo crimen era buscar su libertad y donde los dueños de los esclavos proporcionaban todos los detalles posibles para maximizar las posibilidades de captura.
Un anuncio podía incluir el nombre del fugitivo, su edad, su altura, su complexión y el color de piel. Aunque también podía enumerar habilidades (“obrero de la construcción”), idiomas, marcas físicas distintivas y signos de heridas laborales o torturas (“le falta la punta del dedo índice en la mano izquierda”).
En algunos se describen comportamientos (“al caminar se inclina hacia delante”) y el dueño podía dar detalles sobre lo que llevaba puesto el fugitivo en el momento de la huída, si podía leer y escribir o especular sobre el posible destino de la persona a la fuga.
Los dueños de los esclavos pusieron los anuncios sobre las fugas para recibir ayuda del estado y de otros ciudadanos, pero a su vez, y sin quererlo, estaban proporcionando una ventana a las vidas de los hombres, mujeres y niños que buscaban la libertad a la desesperada para forjar sus propios destinos.
El poder de la digitalización
Juntando todos estos anuncios en una base de datos podremos analizar miles de datos a la vez de forma digital, lo que supone nuevas posibilidades de investigación que de otra forma hubieran sido imposibles.
Un Anuncia de un esclavo a la fuga llamado Bob de Junio de 1829. Huntsville Southern Advocate, Author provided
Por ejemplo, podríamos situar los lugares desde donde se escaparon los esclavos y hacia donde pensaban sus dueños que intentarían ir, lo que nos permite visualizar un nuevo escenario de sus movimientos. Podemos documentar cambios en los patrones de escape durante el tiempo y en múltiples geografías.
También podemos crear perfiles demográficos detallados de los esclavos que escaparon y obtener información sobre las estrategias que los fugitivos desarrollaron para evitar ser capturados. Por ejemplo ¿Cuántas veces un esclavo robó periódicos gratis e intentó viajar con un nombre inventado tal y como lo hizo Bob en Alabama en 1829? ¿Cuántos hicieron como Harry que huyó en 1832 de una granja cerca de Mississippi y cuyo dueño estaba seguro de que no solamente diría que es un hombre libre, sino que “se vestiría de mujer para que no pudieran arrestarlo”?
Intentos heroicos de autoliberación
Pensamos que para la mayoría de los usuarios de esta base de datos las historias individuales serán más relevantes a la larga.
Es fácil imaginarse los horrores por los que tuvieron que pasar los esclavos y los riesgos que estaban dispuestos a asumir para escapar, así como posibles complicaciones por los lazos familiares.
Como ejemplo está el viaje de los fugitivos Moses y Zilphey, que probablemente eran una pareja casada que estaba en búsqueda y captura por James Goodson de Montgomery, Alabama, en junio de 1825. En el anuncio que publicó con una recompensa de 50 dólares, Goodson explicaba que Moses y Zilphey ya se habían escapado un año antes y habían conseguido huir 75 millas al norte antes de ser capturados y arrestados.
Goodson había enviado a alguien para llevarselos bajo custodia y traerlos de vuelta, pero se escaparon de dicha persona. En el momento de la publicación del anuncio llevaban 10 meses a la fuga, algo considerable teniendo en cuenta que habían tenido que sobrevivir al invierno y que Moses caminaba pese haber “perdido alguno de los dedos en cada pie”. Zilphey, en cambio, puede que lo tuviera incluso más complicado porque Goodson escribe “puede que haya dado luz a un niño durante su ausencia”.
Otro ejemplo es la historia de Charles, un hombre de 30 años que huyó de Joseph Gray en Alabama en marzo 1827. En su anuncio, Gray explicaba que Charles había sido traído a Alabama desde Virginia y que era la segunda vez que se escapaba. Gray informaba que Charles había llegado hasta Nashville en su primer intento y que había sido pillado con un hombre blanco que pretendía ser su dueño como coartada. Gray sospechaba que Charles “podía volver a estar jugando al mismo juego”. No sabemos si Charles tuvo éxito pero con la anotación de Gray de que Charles “tenía una espalda con muchas marcas de látigo” podemos suponer que tenía motivos suficientes para seguir intentándolo.
Tratados como villanos y criminales, la verdad es que esclavos como Moses, Zilphey y Charles optaron por acciones heroicas para liberarse. Freedom on the Move promete divulgar sus historias y las de miles de otros esclavos para que vuelvan a formar parte de la conciencia pública.
Joshua Rothman, Catedrático de Historia, Universidad de Alabama
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.