Estados Unidos está embarcado en un irrefrenable proceso hacia la legalización de la marihuana. Desde enero de 2014 hasta hoy, tres estados han legalizado su cultivo, venta y uso. En julio, Oregón se unirá a Colorado, Washington y Alaska. Washington DC también ha aprobado su ley. En el horizonte, más estados tienen previsto hacerlo. ¿Qué está sucediendo?
El proceso está siendo lento y paulatino. Hay diferentes estadios y grados de aceptación del consumo de marihuana dependiendo de cada estado. Sólo cuatro lo han legalizado de forma completa: otros aceptan su uso medicinal; otros han despenalizado su consumo; otros aún consideran que fumar cannabis es constitutivo de delito. La ley federal lo considera ilegal sin excepción, en una paradoja que siembra la amenaza de la duda y que ralentiza el proceso en todo el país.
Está muy bien, ¿puedo verlo en un mapa?
Puedes.
Los estados en verde claro son los ya citados Washington, Oregón, Alaska y Colorado. Aquellos coloreados en verde oscuro han aprobado leyes y regulaciones para consumir y comercializar marihuana con usos medicinales, un paso previo esencial. Los estados en azul turquesa han despenalizado su posesión y uso. Los demás tienen diversos grados de aceptación, pero en términos genéricos fumar cannabis allí continúa siendo un problema.
El mapa es, pues, incompleto. Aunque eso podría cambiar de forma progresiva. Durante los dos últimos años los avances en la legalización de la marihuana han sido impresionantes. Primero fueron Colorado y Washington quienes, tras iniciativas populares, aprobaron leyes regulatorias a finales de 2012. Posteriormente se unieron Alaska y Oregón. En este último estado, la legislación entrará en vigor el próximo mes de julio. Tras su estela, más estados están por venir, a priori.
Qué estados son los siguientes
Según CheatSheet, siete podrían ser los estados en seguir la senda iniciada por Washington y Oregón. Son los siguientes: Massachusetts, California, Missouri, Hawaii, Maine, Nevada y Arizona. En todos ellos la concienciación popular y política sobre los beneficios de la legalización ha incrementado gracias a la experiencia exitosa de otros estados. Por primera vez, es la clase política quien podría estar tomando la iniciativa para poner en marcha medidas regulatorias.
El mapa de la legalización muestra que, pese a que continúa existiendo un claro sesgo geográfico (algo que en Estados Unidos implica sesgo ideológico), la regulación del consumo y venta de cannabis no es exlusivamente patrimonio de las regiones más progresistas. Colorado, por ejemplo, un estado poco poblado y habitualmente republicano del oeste, ha sido el primer y más activo defensor de la legalización de la marihuana. Missouri y Arizona, dos estados conservadores, se lo plantean.
La marihuana está asaltando poco a poco el debate político norteamericano. En 2015 el propio presidente Obama reconocía estar en favor de la despenalización, aunque se mostraba contradictorio respecto a su legalización, en una comparación poco afortunada con la situación actual del tabaco. Hillary Clinton, presumible candidata demócrata a las presidenciales de 2016, ha suavizado su discurso al respecto. No significa que apoye su legalización, aunque podría hacerlo.
El cambio de tendencia, en un país de tantos contrastes y tan puritano en tantos sentidos como Estados Unidos, viene desde abajo. Si los estados han aprobado leyes que legalizan el consumo es porque iniciativas populares han tomado la legislación a base de referéndums. Incluso en las regiones más conservadoras, la mayor parte de la población estadounidense apoya como mínimo la despenalización o su legalización con fines medicinales.
Una de las claves para espolear el proceso de forma definitiva podría ser California. Es el estado más poblado y rico. Si legalizara la marihuana en 2016, la totalidad de la costa pacífica de Estados Unidos habría regulado su uso, creando un corredor y una meca verde para todos los consumidores del país. Su influencia política en el proceso sería obvia: si California puede, un estado con fuertes contrastes económicos, étnicos, sociales e ideológicos, todos pueden.
Otro de los motivos es que tanto en Washington como en Oregón la experiencia de regulación está siendo un éxito un año después de su entrada en vigor.
El nacimiento de una industria millonaria
Pese a los diversos problemas que los legisladores han encontrado tanto en Colorado como en Washington, la legalización del cannabis ha abierto una nueva ventana de negocio que se presume multimillonaria. En un país como Estados Unidos, propulsado por el dinero e históricamente construido sobre la pericia de emprendedores y hombres de negocio, eso implica una oportunidad que muy pocos están dispuestos a dejar pasar. El cannabis es dinero. Mucho dinero.
En un país como Estados Unidos, construido históricamente en torno a emprendedores ávidos de nuevos mercados a explorar, el cannabis representa una oportunidad de negocio única y potencialmente multimillonaria
Aunque de momento la legalización en los tres estados en los que ha entrado en vigor no se ha transformado en beneficios netos a gran escala. Estados Unidos aún tendrá que esperar para ver nacer el Marlboro de la marihuana. Washington, en este sentido, representa la cruz de la moneda: su regulación ha limitado la concesión de licencias dentro del estado, así como la porción de terreno cultivable dentro de su territorio, limitando la posibilidad de crecimiento de los incipientes negocios.
Los problemas de Washington vienen derivados de su anterior legislación medicinal. Entonces, las autoridades del estado permitieron funcionar a diversas pequeñas empresas a menudo no demasiado profesionales. Como relata Bruce Barcott en este fantástico reportaje para Rolling Stone, Colorado va dos o tres pasos por delante.
La situación en uno de los estados de mayor potencial turístico del país es más halagüeña. Barcott se entrevista con diversos pequeños magnates que, gracias a la pulcritud regulatoria de las autoridades y a una minuciosa profesionalidad tanto en la puesta en marcha del negocio como en el pago de impuestos, están floreciendo a lo largo y ancho del estado. Uno de ellos es Tripp Keber, quien pone cifras al nada sorprendente potencial de un producto consumido de forma masiva en todo el país:
En Colorado, 100.000 pacientes crearon una industria de 300 millones de dólares el año pasado. Ahora imagina cómo sería el mercado legal para todos los adultos. Los estudios muestran que alrededor del 10% de ellos tiene alguna relación con el cannabis. El 10% de los 5 millones de habitantes de Colorado es alrededor de medio millón de personas. Recibimos 60 millones de turistas cada año. Incluso si tan tólo el 5% de esos turistas hiciera una compra, eso es 3 millones de personas al año. Estamos hablando de un crecimiento vertical.
Las cifras le dan la razón: el año pasado, el gobernador John Hickenlooper preveía más de 600 millones de dólares en volumen de negocio sólo en las tiendas orientadas al consumo recreativo. Como explicaban en Policy Mic en verano del año pasado, tan sólo seis meses después de la legalización en Colorado el estado ya estaba generando beneficios de 20 millones de dólares en un mes. Eso en un mercado recién nacido y aislado del resto geográficamente del resto del país.
Además, las posibilidades son infinitas. La marihuana se puede comercializar de decenas de formas diferentes. Los negocios son innovativos, especialmente en Colorado, y buscan la excelencia. El precio ha subido, pero también los controles sobre la calidad. La marihuana es el nuevo mercado start-up: un vivero virgen e inexplorado, floreciente, con millones de consumidores potenciales dispuestos a entrar en el comercio legal de un producto aún ilegal.
Es más: pese al precio más elevado de la marihuana legal en los estados libres de prohibiciones, los cárteles comienzan a observar una competencia imbatible. Dado que los proveedores han de plantarla por sí mismos y no acudir al mercado negro, la marihuana mexicana, ilegal aunque más barata, sufre. Y la legalización no ha hecho más que empezar.
Vale, ¿pero ha bajado el crimen?
Por supuesto. Es una cuestión numérica simple: la policía arresta de forma desproporcionada a una mayoría de criminales relacionados con delitos de posesión o cultivo de marihuana. Legalizar su consumo no sólo elimina de los libros datos de delincuencia relacionados con faltas menores, sino que permite destinar más recursos a la lucha contra otros crímenes. Sólo en Denver, los homicidios bajaron un 5% durante los primeros cuatro meses posteriores a la legalización.
En cualquier caso, hay que esperar. La mayor parte de la evidencia recopilada en torno a las consecuencias de la legalización de la marihuana se centra tanto en la despenalización como en la legalización para uso medicinal. Es sencillo entender por qué: antes, lo estudios no podían centrarse en casos reales porque, bueno, no existían. Un año después de la entrada en vigor de las leyes de Oregón y Washington aún es pronto, pero no tardaremos en tener datos reales.
Mientras tanto, podemos echar un vistazo a los efectos contrastados de la despenalización de la marihuana. Como recogen en Popular Science, los estados ahorran dinero y recursos, las sentencias de prisión relacionadas con las drogas bajan de forma drástica, el consumo no sube significativamente y los efectos en la salud son inciertos.
Una buena forma de observar hasta qué punto el crimen relacionado con el consumo o posesión de droga es omnipresente en Estados Unidos es este post de Project Know. En él, se recogen datos relativos a diversos tipos de drogas en algunas de las mayores ciudades de Estados Unidos, incluida Denver. Se estima que un 9% de la población total del país ha estado involucrada en crímenes de este tipo. La mayor parte de esas personas son hombres negros.
De forma parcial, Colorado y Washington han puesto fin a una guerra contra la droga que nunca ha funcionado. Tanto los efectos de su legislación como la escasa evidencia recopilada al respecto hacen indicar que legalizar la marihuana es una buena idea, por no mencionar la creación de un mercado gigantesco con grandes oportunidades de negocio. Su experiencia, aunque errática, está siendo exitosa. De modo que es lógico que el resto del país comience a plantearse lo mismo.
Imagen | thierry ehrmann, Jeffrey Beall, Martijn, N.ico
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