Hamburgo cuenta con dos nuevos barrios declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, Speicherstadt y Kontorhausviertel. Una excelente noticia para la ciudad del norte de Alemania, cuya proyección internacional, en palabras de sus propios responsables municipales, se verá potenciada de forma exponencial. Miles de ciudades en todo el mundo compiten por conseguir tan preciada denominación, pero, ¿por qué? ¿Qué beneficios conlleva formar parte del listado de la UNESCO?
Dada la larga lista de monumentos y ciudades presentes en nuestro país declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, nos hemos planteado cómo se traduce en cifras el impacto de la declaración, ya sea en financiación, desarrollo de los cascos históricos de cada ciudad y atracción de nuevos turistas. Esto es lo que nos hemos encontrado en el camino.
Qué entra en la lista y en base a qué
Antes de empezar a hablar de las consecuencias de pertenecer a tan codiciado y privilegiado listado, conviene aclarar qué es considerado Patrimonio de la Humanidad y cuáles son los requisitos que el monumento, o la ciudad, ha de cumplir para ser declarado como tal por la UNESCO.
No se trata en absoluto de una decisión arbitraria (aunque sí subjetiva en última instancia) por parte de los miembros electos de la UNESCO. Al contrario: hasta 2004 se consideraban seis puntos a la hora de determinar si un monumento merecía la designación o no. A partir de entonces, con la entrada en vigor de las Directrices Prácticas para la aplicación de la Convención del Patrimonio Mundial (espantoso nombre), son diez, de distinto rango y calado.
Entre otros valores a tener en cuenta, se encuentran ideas un tanto abstractas ("representar una obra maestra del genio creador humano"), cuestiones datables de un modo más científico ("aportar un testimonio único, o al menos excepcional, sobre una tradición cultural o una civilización viva o desaparecida"), o características ajenas a la propia creación humana ("representar fenómenos naturales o áreas de belleza natural e importancia estética excepcionales").
No en vano, hay diferentes tipologías de patrimonio, y aunque todas se someten al mismo examen de los diez puntos, cada una es valorada individualmente en función de sus características. Del mismo modo que un monumento puede entrar en la lista, también puede hacerlo un paisaje natural singular, o un conjunto arquitectónico concreto, además de elementos inmateriales o representaciones culturales de distinto calado (El Misterio de Elche, por ejemplo, o el flamenco).
Dos palabras clave: integridad y autenticidad. La carencia de ellas es un hándicap capital.
Ciudades: qué ganan estando dentro de la lista
Por lo pronto, las ciudades ganan protección de su patrimonio. Es un seguro de vida. Los beneficios de incluirse dentro del listado de Patrimonio de la Humanidad son altos, y ninguna ciudad está dispuesta a perderlos. La UNESCO, consciente de ello, obliga a legislar específicamente para proteger y conservar el patrimonio seleccionado, de modo que se mantengan criterios estables de vigilancia y restauración, sin que ello dependa del color del gobierno de turno.
Un ejemplo: cuando el Ayuntamiento de Oviedo barajó la posibilidad de construir tres torres en el casco histórico diseñadas por Santiago Calatrava, la UNESCO advirtió claramente de que eso dañaría el entorno de algunos de los monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad. Si el proyecto se llevaba finalmente a cabo, pasarían a formar parte de la lista de patrimonio en peligro. Junto a otras consideraciones, eso sirvió para que el consistorio descartara la idea.
Para realizar las tareas de protección y restauración, la UNESCO destina partidas específicas a las ciudades designadas (o a los monumentos incluidos dentro de ciudades que no son en sí mismas Patrimonio de la Humanidad). Se vale del Fondo del Patrimonio Mundial, una reserva financiera compuesta por aportaciones obligatorias de todos los Estados Partes de la Convención de Patrimonio Mundial y por otras aportaciones voluntarias. Las ciudades tienen la oportunidad de acudir a él.
¿Para qué y en qué términos? Varía en función de las necesidades de los monumentos. La UNESCO contempla varias posibilidades, siempre bien dotadas: desde asistencia de emergencia para reparar de forma inmediata elementos en serio peligro (un máximo de 67.000 euros en 2011), hasta la convencional asistencia para conservación y gestión de los monumentos Patrimonio de la Humanidad (cantidades variables, entre 4.500 euros y 27.000). Los criterios son variados.
Naturalmente, el fondo es especialmente útil para países pobres que cuentan con pocos recursos para mantener sus zonas patrimoniales, ya sean monumentales o naturales. En países occidentales como España, la labor es de apoyo, ya que el Estado y los ayuntamientos también contribuyen a la restauración y conservación de sus zonas monumentales.
Prestigio, turismo, dinero... pero también costes
Por supuesto, todo lo anteriormente relatado (proceso de entrada, beneficios inmediatos y económicos de estar dentro de la lista) tiene una repercusión internacional y de imagen que beneficia a la ciudad en forma de mayor prestigio, posicionamiento turístico y dinero para las arcas de la urbe.
Pero se deben introducir ciertos matices. Cada caso individual tiene sus propios condicionantes. Hay estudios que han tratado de estimar tanto el impacto económico real
Pero se deben introducir ciertos matices. Cada caso individual tiene sus propios condicionantes. Hay estudios que han tratado de estimar tanto el impacto económico real de la inscripción en el listado de Patrimonio de la Humanidad como el crecimiento de turistas. Este trabajo, por ejemplo, compara dos monumentos canadienses y concluye que, si bien el crecimiento de turistas y de ingresos es positivo en ambos, sólo en el más grande de los dos los beneficios superan ampliamente a los costes.
Un estudio encargado por el gobierno británico para los sitios Patrimonio de la Humanidad del Reino Unido llegaba a conclusiones parecidas. Pese a que los beneficios son más que tangibles, especialmente en visibilidad, posicionamiento y número de turistas, hay numerosos costes, como la promoción, los estudios técnicos, la gestión del monumento recién designado, costes de oportunidad (desarrollos urbanísticos posteriores) o, quizá, una masificación del turismo en la zona.
Entran en juego distintos factores. Ciudades pequeñas y poco famosas (Cuenca, Cáceres, Ávila) a nivel internacional encuentran amplios beneficios en entrar dentro del listado, pero otras mejor posicionadas (Barcelona, Madrid, San Sebastián) no tienen la misma necesidad, y los costes podrían superar a los posibles beneficios ya existentes de su buena imagen turística. No es casualidad que las grandes ciudades del mundo tengan poco Patrimonio de la Humanidad.
Indudablemente, según el estudio, existe un crecimiento del turismo, pero también de la naturaleza de la ciudad o de la localización donde se encuentra el monumento. Esto beneficia especialmente a las ciudades, que tienen buenos motivos para aspirar a obtener la designación: están densamente pobladas y tienen una serie de servicios básicos, especialmente la hostelería, que les permite asumir con naturalidad el aumento de turistas acudiendo a sus calles y alojamientos.
En el caso de España, hay opiniones tanto a favor como en contra. Sucede en el barrio de Albaicín, en Granada, declarado patrimonio en 2005. Los rigores de conservación impuestos por la UNESCO provocan un efecto parecido al de las ciudades masivamente visitadas: se deja de lado al vecino en favor de una economía orientada al turista, o, al menos, dirigida a preservar el patrimonio. Y eso puede, entre otras cosas, cortar líneas de autobús o actividad comercial para el barrio.
En el caso de Liverpool, por ejemplo, otra ciudad cuyos muelles y zonas históricas han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad, hay quien observa efectos negativos notorios en la designación por parte de la UNESCO. Si bien el posicionamiento de la ciudad ha mejorado, ha conllevado el desarrollo de planes turísticos y promocionales, además de urbanísticos, poco realistas para la realidad de la ciudad, convirtiéndose en un lastre económico y de sostenibilidad.
De nuevo, la cuestión del "turismo sostenible" sale a la palestra. La propia UNESCO es plenamente consciente de la dicotomía: por un lado, la declaración de patrimonio beneficia la conservación milenaria de los monumentos; por otro, atrae a miles y miles de turistas que precisamente pueden poner en riesgo tal conservación, dejando una huella negativa, estudiada y presente en otros monumentos del mundo. ¿Cómo solucionarlo? Turismo sostenible es la respuesta.
Pero como ya vimos, es complicado aplicar políticas de turismo sostenible cuando los actores implicados tienen pocos incentivos para ello. Algunos investigadores proponen desarrollar planes turísticos específicos para cada monumento, y hacerlo durante el proceso de selección e inclusión de los monumentos en el listado de la UNESCO. Desde la propia organización se han creado líneas básicas y recomendaciones para las ciudades y gobiernos inmersos en el programa.
En resumen, las ciudades cambian de forma drástica cuando son declaradas Patrimonio de la Humanidad, o cuando lo hace alguno de sus monumentos. Los beneficios son claros: se atraen más turistas, se posiciona mejor a la ciudad a nivel internacional y se atrae más dinero. Pero los costes, también muy presentes, no suelen ser tan aireados, y sin embargo pueden llegar a estar igual de presentes. De lo que no hay duda es de que supone un motor de cambio para las urbes.
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