Una de las consecuencias que ha tenido la pandemia del coronavirus es que ha obligado a muchas personas a crearse su propia oficina, ya sea adaptando una habitación en casa para trabajar, utilizando espacios comunes manteniendo la distancia o simplemente creando un rincón "digno para usar Zoom" en la habitación.
Como experta en interiorismo que investiga y diseña espacios de trabajo y de estudio, soy consciente de cómo el espacio de trabajo moderno ha ido cambiando a lo largo de los siglos. Sin embargo, probablemente pocas personas sepan que los orígenes de la oficina moderna se encuentran en los monasterios de la Europa medieval. A partir del siglo V, los monjes que vivían y trabajaban en monasterios preservaron la cultura antigua copiando y traduciendo los libros religiosos, incluyendo la Biblia, traduciéndola del hebreo y del griego al latín.
Los espacios de trabajo de la época consistían principalmente en una mesa cubierta con una tela para proteger los libros y una sala de escritura, o "scriptorium" en latín. Lo normal era que los monjes trabajaran de pie frente a sus escritorios en el scriptorium, una práctica que se ha vuelto a poner de moda recientemente con el escritorio de pie moderno.
No fue hasta el Renacimiento cuando la combinación de silla y mesa empezó a verse en los espacios de trabajo. En el año 1560, Cosme I de Médici, quien más tarde pasaría a ser gran duque de Toscana, quería un edificio en el que las oficinas administrativas y judiciales de Florencia pudieran estar bajo un mismo techo. Así que encargó la construcción del Uffizi, el término italiano para "oficinas".
Las dos primeras plantas del Uffizi fueron diseñadas como oficinas para los magistrados florentinos que se encargaban de supervisar la producción y el comercio, así como las oficinas administrativas. El último piso era una galería, una zona abierta por uno o más lados. La familia Médici instaló una colección de arte en el último piso del Uffizi y se realizaron varias renovaciones en la galería para albergar estatuas y pinturas hasta que se convirtió en toda una vasta colección de arte y galería artística. Hoy en día todo el edificio es un museo de arte.
Gobierno, mercaderes y comercio
No fue hasta el siglo XVIII cuando se construyeron edificios con espacios específicos para las oficinas. El proceso comenzó en Londres gracias al crecimiento del imperio británico y a la demanda de oficinas administrativas. Se diseñaron dos edificios para gestionar los documentos y los registros relacionados con la administración, la marina y el aumento del comercio. Entre este tipo de edificios se incluían la Oficina del Almirantazgo, un edificio para la Marina Real y un edificio para la Compañía de las Indias Orientales.
La Antigua Oficina del Almirantazgo, construida en 1726, albergaba las oficinas gubernamentales y las salas de juntas, incluyendo la Sala de la Junta del Almirantazgo.
Hoy el edificio se conoce como el Edificio Ripley, llamado así por el arquitecto que lo diseñó. Reconstruida en 1729, la sede de la Compañía de las Indias Orientales es uno de los primeros ejemplos de edificio polivalente con oficinas. Como expansión de la Casa de las Indias Orientales en Londres, la reconstrucción fue diseñada de forma que la compañía pudiera llevar a cabo asuntos públicos y gestionar el comercio de especias y otros bienes procedentes de Asia.
Las zonas públicas del edificio incluían un amplio vestíbulo y un patio que era utilizado como recepción para las ventas y las reuniones, con grandes salas para los directores y oficinas para los empleados. Un grupo de funcionarios de élite de la Compañía de las Indias Orientales se encargaba de gestionar el crecimiento de los negocios en Londres y a miles de kilómetros en Asia oriental.
Ahora bien, no sería hasta muchos siglos después, en Estados Unidos, recogiendo el legado de monjes y funcionarios imperiales, cuando se desarrollarían las oficinas modernas tal y como las conocemos hoy en día.
El número de oficinistas en América del Norte se multiplicó por diez entre 1870 y 1930. Al principio, empresas de seguros, de la banca y de las finanzas eran las que más necesitaban empleados cualificados con buena caligrafía. Más tarde, los oficinistas pasaron a realizar tareas más especializadas, aunque rutinarias, como la mecanografía, sentados uno tras otro en una oficina abierta. Fue entonces cuando las oficinas empezaron a crecer y comenzaron a parecerse a las fábricas.
La presencia de las mujeres en los puestos de trabajo de oficina pasó del 2,5% al 52% debido a la aparición de la máquina de escribir, algo que cambió drásticamente el entorno de trabajo. Las mujeres entraron en el mercado laboral como mecanógrafas, haciendo que pudieran ser más independientes y que dejaran de dedicarse exclusivamente a las labores domésticas.
El edificio administrativo de la empresa Larkin, una fábrica de jabones diseñada por el arquitecto Frank Lloyd Wrigth en 1903, fue uno de los primeros edificios de oficinas modernos en contar con una planta de oficinas abiertas, o lo que es lo mismo, sin separación por paredes. Esta empresa de jabones utilizó este tipo de distribución del espacio en Nueva York para asegurar la eficacia y la productividad de sus trabajadores.
Los rascacielos fueron diseñados durante ese mismo período, utilizando estructuras de hierro o acero inspiradas en los edificios de las fábricas. Los avances en la tecnología de la construcción y los espacios de oficina abiertos allanaron el camino para que los arquitectos y diseñadores de los años 50 y 60 desarrollaran las oficinas y su correspondiente mobiliario tal y como los conocemos hoy en día.
Aunque no sepamos qué va a ser de las oficinas en el futuro, podemos mirar al pasado para entender cómo las circunstancias del momento cambiaron el espacio de trabajo. Hoy en día son nuestras propias circunstancias las que nos llevan a crear espacios de trabajo en pequeños rincones y en oficinas improvisadas.
Autora: Nicole Kay Peterson, Universidad de Iowa.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.
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