Hace ya muchos años que los procesos de reciclaje de residuos forman parte de las rutinas diarias de la mayoría de nosotros. Lo básico lo tenemos claro: contenedor verde para vidrio; azul, para papel; amarillo, para envases; gris, para todo lo demás. Los colores y la presencia de todos los contenedores o solo de algunos varían un poco según cada ayuntamiento, pero la esencia la tenemos clara.
Pero, ¿qué pasa con los envases de comida con muchos restos? ¿Y con las bolsitas de té, que tienen un poco de todo? ¿Las gafas? ¿Los mecheros? ¡Ay, madre! ¿Y si realmente no sabemos tanto de reciclaje como creíamos? Vamos a analizar cada contenedor para asegurarnos de que sabemos dónde va cada cosa. Este vídeo puede resolver muchas dudas:
Contenedor amarillo
Un error común con el contenedor amarillo es creer que en él solo se deben depositar los envases de plástico y olvidar el metal. Latas de conservas, de bebidas, papel de aluminio, chapas, tapas de botes de cristal, etc. también son carne de contenedor amarillo. Como los tetrabriks, el papel film, el tubo de pasta de dientes, los platos y vasos desechables y las bandejas de corcho blanco en las que vienen envasados los alimentos.
Hasta aquí, la mayoría de objetos son más o menos previsibles. Pero hay unos cuantos más que, probablemente, no imaginaríamos que van al contenedor amarillo. Por ejemplo, los pequeños objetos de madera como cajas de vino o de fresas, los biberones (sin tetina), las mallas de limones o patatas o las colillas. Y el chicle (mejor no pensemos demasiado en por qué no va con los alimentos).
Contenedor azul
Papel y cartón. Bien, queda claro, ¿no? Pues no siempre. Sí tiraremos al contenedor azul los envases de papel y cartón, periódicos, revistas, el tubo de los rollos de papel higiénico o de cocina, los cartones de huevos, las guías telefónicas, los folletos de publicidad... Pero, ¿qué ocurre con el papel alimentario con restos de alimentos? ¿Y la eterna pregunta sobre las cajas de pizza? Todo depende de cuánta grasa, aceites, queso, etc., nos hayamos dejado sobre el cartón. El proceso de reciclaje de papel es uno de los más delicados y cualquiera de estos componentes pueden ralentizarlo y comprometer la calidad del producto final.
Con el papel y el cartón debemos tener también presente el concepto de reutilización. Siempre será mejor dar un segundo uso al papel (folios impresos por una sola cara, por ejemplo) que enviarlo al reciclaje directamente. Lo mismo ocurre con los libros: mejor buscar bibliotecas u organizaciones sociales que los recojan que tirarlos al contenedor.
Contenedor verde
Es el contenedor del vidrio, lo sabemos; el que hace un ruido estrepitoso cuando bajamos con los mil botellines de cerveza que hemos ido acumulando. Botellas de bebidas, tarros de comida y frascos de colonia (aun con atomizador) son los objetos cotidianos que ya sabemos que deben ir al contenedor verde. Como en el caso del papel, debemos tratar de eliminar el máximo de componentes externos posible: etiquetas de papel (irían al azul), tapas (al amarillo), corchos (gris), etc.
¿Y si se me rompe un vaso? Al verde también, ¿no? Pues no. Las copas y vasos son de cristal, no de vidrio. Es importante diferenciar ambos componentes. Por supuesto, tampoco debemos tirar en este contenedor las tazas de cerámica o los objetos de porcelana. Ni las gafas (contenedor amarillo), bombillas (gris) o tubos fluorescentes (punto limpio), por ejemplo.
Puntos limpios y otros reciclajes especiales
Hay determinados residuos que, por sus características, deben reciclarse sí o sí en los puntos limpios de los ayuntamientos. Dependiendo de cada lugar, existirán puntos limpios fijos y/o móviles (pequeños camiones con determinadas rutas y horarios). Los productos que irían a los puntos limpios son:
Pilas y baterías.
Tóneres y cartuchos de tinta.
Termómetros.
Productos peligrosos, químicos, pinturas.
Escombros de pequeñas obras domésticas (para reformas más importantes, será necesario contratar un contenedor de escombros).
Electrodomésticos y elementos electrónicos (componentes informáticos, televisores, etc.).
Tubos fluorescentes.
Aceite de comida o de motor.
Muebles y enseres como colchones, somieres, etc.
Radiografías.
Medicamentos.
Para muchos de estos residuos, como las pilas o los medicamentos, existen contenedores específicos en prácticamente cualquier localidad. Todas las farmacias cuentan con un punto SIGRE, donde no solo se deben desechar los medicamentos en sí, sino también los blísteres.
En cuanto a la ropa, volvemos al concepto de reutilización. La mayor parte de los textiles serán reaprovechables por otras personas, por lo que será mejor ponerse en contacto con asociaciones de nuestro entorno para darles el mejor uso posible. Si el textil no pudiera ser aprovechable, entonces sí tendría que ir al punto limpio.
Contenedor gris
Lo hemos dejado para el final porque lo ideal sería usarlo lo menos posible. Es el contenedor del todo lo demás, especialmente de residuos biodegradables, como restos de alimentos o plantas. También de un montón de residuos que no tienen cabida en el resto de contenedores, pero que no es necesario tampoco llevar a los puntos limpios. Por ejemplo, los papeles y cartones con restos de alimentos. Pero hay muchas más cosas que van al contenedor gris y que, quizá, no imaginábamos. A saber:
Ceniza.
Compresas y tampones.
Maquinillas de afeitar.
Arena de gato.
Objetos de goma.
Bombillas convencionales.
Fotografías.
Papeles plastificados y encerados.
Objetos de barro.
Corcho.
Mecheros.
Sacapuntas.