Despreocupada durante décadas por el impacto de sus dinámicas de consumo en la naturaleza, la humanidad afronta ahora una cuestión clave: ¿cómo reducir nuestra huella medioambiental y, más en concreto, cómo depender menos del plástico? A día de hoy es un interrogante a resolver, dado que seguimos reciclando tan sólo el 5% del plástico que consumimos y la mayoría de productos que consumimos siguen incluyendo derivados del petróleo.
Lo que no significa que no haya iniciativas destinadas a independizarnos del plástico.
Just-add-water. Un ejemplo claro que está pisando con fuerza en algunos sectores: el movimiento just-add-water, mitad tendencia, mitad estrategia de márketing de la industria de la cosmética y de la limpieza. Su premisa es sencilla: gran parte de las cosas que adquirimos se componen, esencialmente, de agua. Geles, jabones, limpiacristales, líquidos contra el polvo y la suciedad. Lo que por un lado nos facilita la vida, por otro lado aumenta su volumen y sus costes medioambientales.
En ocasiones, el 90% de un producto de limpieza es agua. Y es un problema.
¿Por qué? Porque el agua ocupa espacio, requiere de más plástico para ser transportada, y limita la cantidad de productos que un barco o un camión pueden transportar en un sólo trayecto. Si pensamos en el impacto del plástico en la naturaleza y en las emisiones asociadas al transporte terrestre y marítimo, disminuir el tamaño los bienes cosméticos o de limpieza parece una buena idea. Algunos estudios estiman en un 20% el espacio a liberar si concentráramos al máximo los productos.
A priori, es un win-win. Se reduce el plástico, el transporte resulta más eficiente.
¿Cómo? Agua que desaparece de unos envases producidos en masa y difícilmente reciclables, agua que se introduce en envases para toda una vida. Es la lógica de productos como Trumans, Clean Revolution de Amazon, Cif Ecorefill, Blueland o Jaws. Ellos comercializan productos de limpieza ultraconcentrados en pastillas u otros formatos. Tú tan sólo tienes que adosarlos a un pulverizador de los de toda la vida, llenarlo de agua y dejar que la química haga el resto.
Ventajas. Desde un punto de vista medioambiental, son varias. Por un lado, e idealmente, se reduce la fabricación de pulverizadores u otros recipientes de plástico, dado que reutilizas uno durante años. Por otro, se incentiva la compra de recambios o de productos a granel, dado que sólo adquieres el agente ultraconcentrado (el agua y el bote lo pones tú). Una suerte de regreso a los orígenes de la compra a granel, cuando la fabricación de detergente, por ejemplo, no estaba tan industrializada.
Otras empresas, como By Humankind, se han sumado a la corriente desde la cosmética, como otras marcas. El recipiente es el mismo y se adquiere una sola vez (cumpliendo con la regulación europea, reutilizables, no de un solo uso), y vas comprando las cremas hidratantes o los jabones en seco y a granel (a menudo añadiendo agua).
¿Desventajas? La más evidente, el refuerzo de una lógica consumista. Lo que todas las empresas anteriormente citadas buscan es que adquieras sus productos, lo que en última instancia se traduce en una mayor rentabilidad. Como vimos en su momento a cuenta de las bolsas de tela, gran parte de nuestro problema con el plástico o la huella ecológica no bebe tanto de lo que compramos la idea de compra en sí misma, de una lógica económica basada en el consumo permanente.
Pero. Aquí hay una diferencia, no obstante, y es que la tendencia simplemente-añade-agua se enmarca dentro de productos que son básicos en la mayoría de los hogares. Todo el mundo necesita detergente, o jabón, o limpiasuelos. En muchos casos, just-add-water sí puede representar una solución (simple, pero efectiva) a nuestra enorme huella ecológica y a productos plásticos que no tienen mayor recorrido tras su uso original. Tan sencillo como añadir agua.
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