El software en general y los sistemas operativos en particular son como los melones: hasta que no los abres no sabes que te vas a encontrar. Nos ha pasado a todos alguna vez eso de ver en la frutería un melón suntuoso que te miraba libidinosamente, te lo has llevado a casa y luego, una vez abierto, ha resultado ser una gran decepción: seco e insípido. El paralelismo con esos sistemas operativos tan promocionados, tan hypeados y que luego son más de lo mismo, son claros. ¿Será Windows 10, que desde ayer mismo ya se puede descargar, uno de estas decepciones? Intentaremos dar una respuesta a esta compleja pregunta en las siguientes líneas.
Y es que si bien nosotros solemos fallar más que una escopeta de feria a la hora de elegir melones en la frutería, si la que lo hace es nuestra madre, abuela o alguna otra persona experimentada en las lides de las bayas pepónides, el porcentaje de fallo es mucho menor. Es decir, la experiencia es un factor importante a la hora de realizar predicciones y aquí, que somos perros viejos delante de la pantalla del ordenador, no andamos faltos de experiencia a la hora de tratar con sistemas operativos de Microsoft. Pero empecemos por el principio y este no es otro que el lejano año 1995 de la era de nuestro señor.
Windows 95, el principio de todo
Mil novecientos noventa y cinco. El Ajax de Van Gaal gana la Champions, Val Kilmer es Batman, la lucha entre Blur y Oasis por el trono del britpop es encarnizada y Microsoft ejecuta su plan de dominación mundial. Nombre en clave: Windows 95. Su sistema operativo todopoderoso que unificaba las versiones anteriores del propio Windows y de MS_DOS. La campaña de marketing fue brutal, incluyendo un mítico anuncio al ritmo de los Rolling Stones y más de 300 millones de dólares de inversión, y las colas delante de los centros distribuidores los días previos a ese 24 de Agosto de 1995, día de San Bartolome, alcanzaron cotas que hoy en día sólo las believers y los fanboys de Apple (si es que no son la misma cosa) se atreven a rozar. Millones de personas entusiasmadas porque les habían convencido que su vida iba a cambiar y porque estábamos en la edad de oro de la informática personal.
Realmente pocas vidas cambiaron pero no se puede negar que Windows 95 era revolucionario: el Menú de Inicio, la barra de tareas, los 32 bits, USB, soporte para TCP/IP, particiones FAT32, el pantallazo azul de la muerte... conceptos hoy corrientes cuando no superados vieron la luz por primera vez en aquel hoy vetusto sistema operativo (si bien muchos en sucesivos Services Packs) que además mejoraba sobremanera el multimedia y la jugabilidad... y todo por el módico precio de 210 dólares la caja. Eran otros tiempos, desde luego.
Pd: venía con el videoclip 'Buddy Holly' de Weezer pre-cargado. Un win-win en toda regla.
Una de cal y otra de arena
Desde aquel lejano 1995 Microsoft ha ido dando una de cal y una de arena con cada release de Windows. Tres años después de aquella fecha y con el mercado a su merced (IBM Who?, Apple What?), volvía a poner la maquinaria en funcionamiento para vendernos Windows 98... pero resultó que Win98 era de todo menos revolucionario o disruptivo: una actualización cara que nos ofrecía soporte para múltiples monitores, mejoras en el USB y el FAT32, posibilidad de conexión compartida a Internet (y esto en la expansión (de pago) Windows 98 SE) y poco más. Pero Microsoft era la prácticamente la única opción accesible en aquellos tiempos y pasamos por el aro (y por caja).
Al poco llegaron Windows Me y Windows 2000, dos productos extraños de los que pasamos como Tsipras de Pablo Iglesias. En Redmond tomaron nota y se pusieron al tajo para recuperar a su público. Y esta vez lo volvieron a hacer bien.
Octubre de 2001: hacíamos chistes del bluff del Efecto 2000, no habíamos descubierto ningún monolito espacial y lo de las grandes colas para adquirir productos de consumo ya no estaba de moda. Este era el mundo que se tambaleaba todavía por el atentado terrorista más espectacular nunca visto al que se asomaba por primera vez Windows XP. Y esta vez si que volvió a haber revolución.
La eXPeriencia propuesta por Microsoft en su nuevo producto estrella, que unificaba las ramas de Hogar y de Negocio de la familia Windows en una misma nomenclatura, contaba con la elegante interfaz gráfica Luna como gran estrella junto al soporte para 64 bits, el soporte para ADSL y Wifi, el escritorio remoto, el soporte para varias cuentas de usuario (sí, amigos millenials, antes un usuario por ordenador solamente, flipad), el motor de tipografías ClearType o un Windows Media Player 11 que era una auténtica bestia parda.
Un nuevo mundo a nuestro alcance que fue ampliándose a lo largo de los años con los sucesivos Services Packs, tanto que Microsoft estuvo dando soporte a esta versión hasta el mismísimo año pasado 2014. Eso sí, había que sacar la cartera a pasear, que la versión Pro costaba los 300 dólares (200 si era actualización).
Más de 6 años tardó Microsoft en darle un recambio a XP, el nombre de ese recambio fue Windows Vista y se trató de un desastre tan grande que sólo cabe preguntarse: ¿tanto tiempo para esto? ¿De verdad? Pues sí, recién empezaba 2007 cuando, detrás de otra campaña mediática brutal, salía a la palestra Vista... y rápidamente le dijimos hasta la vista (lo siento, me equivocado, no lo volveré a hacer).
El apartado gráfico traía novedades interesantes como la Sidebar o la nueva interfaz Aero y mejoras importantes en temas de seguridad además de soporte para 64 bits pero también fue la puesta en sociedad del nefasto Internet Explorer 7 y, sobre todo, tenía unos problemas de rendimiento realmente brutales, problemas de compatibilidad y en los portátiles machacaba la batería cosa mala. Además el pantallazo azul de la muerte paso de ser un invitado ocasional a apalancarse en casa. Lo más que llegamos a hacer muchos con Windows Vista fue desinstalarlo para volver al oasis de XP.
Un patinazo en toda regla y en el peor momento, con Apple cogiendo mucho músculo y a escasos meses de presentar en sociedad el último gran game changer, el iPhone. La situación era delicada y los vástagos de Bill Gates se pusieron las pilas. En poco más de dos años teníamos entre nosotros ya la nueva criatura, de nombre Windows 7 y de espíritu "dejemos lo bonito de Vista pero que esto vuelva a ser un XP". Mejora de rendimiento bastante importante, rediseño de aplicaciones clásicas como Wordpad, Calculadora o Paint, capacidades multitáctiles, previsualizaciones mejoradas, Aero Snap para anclar ventanas... en definitiva un buen producto que tapaba muchos agujeros y devolvía las aguas a su cauce. Pero, ¿por cuánto tiempo?
Poco, porque a finales de 2012 nace Windows 8 y hace que Vista parezca la Capilla Sixtina de los sistemas operativos. Vale que los atroces problemas de rendimiento y de conectividad wifi se arreglan en parte con la actualización gratuita a Windows 8.1 pero lo de Metro es la peor idea ever y lo de poner todo lo demás ahí encima como pegotes algo digno de mentes preclaras como la de Homer Simpson. ¿Y mi menú de inicio? Y es que ni siquiera puedo olvidarme de todo echando un Buscaminas porque no lo metieron y para conseguirlo hay que entrar en la Metro Store y bajárselo y hay pocas cosas que den más miedo que la Metro Store. Carallo, es que hasta la herramienta para hacer capturas de pantalla se llama Recortes... en tiempos de crisis, ni a caso hecho.
Tendrá sus cosas buenas, no lo dudamos pero las malas pesan más y desde su misma salida rezábamos porque Microsoft viera la problemática situación y se diera prisa y maña. Se la han dado, desde luego, y desde ayer mismo ya tenemos Windows 10 a nuestra disposición.
Lo bueno Vs. lo malo
A la vista de este recorrido por la historia de Windows podemos inferir una serie de características que suelen ser comunes en buena parte a los Windows buenos y otras que suelen asomarse en importante número a las releases de calidad discutible. Veamos:
Los Windows buenos:
Son sencillos de utilizar
Presentan innovaciones útiles
Tienen Menú de Inicio
No te cobran por el Solitario
Ofrecen avances en materia de conectividad
Tienen pocos pantallazos azules de la muerte
Sus actualizaciones son para aportar nuevas funcionalidades
Sus actualizaciones son asequibles económicamente
No traen Metro
No te meten con calzador Internet Explorer
Traen un videoclip de Weezer
Tienen buenos anuncios publicitarios
Los Windows malos:
Son farragosos de utilizar
Presentan innovaciones que no ha pedido nadie
No tienen Menú de Inicio
Te cobran por el Solitario y/o no traen el Buscaminas
Tienen graves problemas de rendimiento
Sus actualizaciones son para parchear desastres
Sus actualizaciones cuestan un ojo de la cara
Traen Metro
Te meten con calzador
No traen un videoclip de Weezer
Tienen anuncios publicitarios que dan pena
Y, finalmente, Windows 10, ¿ying o yang?
Sile, nole, sile, nole, sile, nole. La experiencia y la estadística nos dictan que Windows 10 tiene que ser un sile, un win-win, un pelotazo. Y lo cierto es que lo que se ha visto tiene una pinta más que aceptable: el asistente virtual (aka amigo sin derecho a roce... todavía) Cortana, el nuevo navegador Edge, la actualización gratuita desde versiones anteriores de Windows, la vuelta del menú de inicio, el destierro de Metro, la convergencia con Xbox y la multiplataforma (aunque ahora mismo sólo haya salido para PC se supone que se lo podrás instalar hasta al audífono de tu abuela) son características muy a tener en cuenta y que han gustado mucho por Xataka.
La apuesta es fuerte, casi un órdago. Si este melón de Windows 10 le sale malo a los de Redmond, pueden empezar los problemas serios en la compañía. En cambio si el melón sale bueno (no hace falta tampoco que sea un game changer pero que sea bueno, que guste), se pueden coronar y demostrar que el que tuvo, retuvo.
Nuestro veredicto es que este Windows 10, aunque seguirán los pantallazos azules y viene sin videoclip de Weezer precargado y el Solitario es de pago (hay que tener mala sombra), saldrá bueno. Podríamos esperar a descargarlo y probarlo exhaustivamente en vez de jugar al Pulpo Paul (Q.E.P.D.) pero entonces, ¿dónde estaría la gracia?
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