Los puntos extremos están allí para tentarnos, estimular nuestro espíritu viajero atrayéndonos como la miel. Visitando el confín del mundo austral, Ushuaia en la Patagonia argentina, dí vuelta el mapa y miré el otro extremo. Y allí estaba el Cabo Norte, llamándome, instalándose en mi imaginario. Lejano. Inalcanzable.O no tanto.
Finalmente los caminos me han llevado a visitarlo recientemente, llevando mis pies desde un punto al otro del planeta, y en mis propios récords, puedo decir que he estado a más de 71 grados de Latitud Norte. Exactamente a 71 10’21″, en el confín de Europa. He tenido la suerte de estar allí, donde la tierra finaliza, donde sólo te enfrentas al mar y al viento que llega del Polo Norte y he vuelto para contarte cómo llegar al Cabo Norte.
Un poco más allá del Círculo Polar, el paisaje cambia, la tierra se hace más ruda. Desaparecen los bosques que tapizan las montañas del resto de Noruega. Al sobrevolar hacia el norte en primavera, puedes ver extensas superficies verdes que vuelven a cubrirse poco a poco de manchas blancas. Hasta que la nieve se atreve otra vez a cubrirlo casi todo. Vuelas hacia el Norte más norte, pero también vuelas hacia lo que llamamos “invierno” en la Europa meridional y vuelas hacia el día eterno. Si hace unos meses vivimos el Sol de Medianoche sueco, en esta oportunidad veríamos el sol sobre el mar durante 24 horas sin esconderse jamás.
En 1553, el capitán inglés Richard Chancellor navegaba buscando un pasaje a Asia por la ruta noroeste. Cuando llegó al Cabo Norte, vió que la línea de la costa se volvía hacia el Sur en un impresionante acantilado de 307 metros de altura. Los pobladores de la zona, no eran conscientes de ello. Seguirían llamándole Knyskanes sin impresionarse por los datos de Chancellor quien no llegaría por aquí a China, sin embargo, abría una nueva ruta para el comercio entre Europa y Rusia. Una ruta difícil que pondría a prueba a los hombres, pero que se estableció y dió vida y auge comercial a muchos pequeños puertos del Norte de Noruega.
Al Cabo Norte por carretera
Por suerte hoy no tienes que poner en riesgo tu vida para llegar al Cabo Norte: ubicado sobre el extremo norte de la isla de Magerøya conectada a continente por uno de los túneles más profundos del mundo: casi 7 kilómetros a 212 metros de profundidad. Los caminos están siempre en perfecto estado gracias al enorme esfuerzo de mantenimiento durante todo el año.
De hecho, son muchos los que eligen el camino largo desde todos los rincones de Europa conduciendo sus automóviles, motos y caravanas hasta el confín del continente. En la vasta planicie del Cabo Norte, sin cobijo alguno que proteja de los vientos que azotan desde los cuatro puntos cardinales, y a escasos metros del acceso a la zona protegida, hay un camping de caravanas que tiene clientes los 12 meses del año.
Poco más de 30 minutos de carretera separan al Cabo Norte del puerto de Honningsvåg. Un camino entre calas, montañas redondeadas, grandes manchas de nieve, lagos inmóviles. Así llegas a una amplia planicie desprovista de todo, salvo algunas pequeñas piedras que se utilizan para dejar huella en forma de pequeños monolitos que invariablemente, cada invierno, desaparecen barridos por el viento.
Al Cabo Norte en avión
Si bien Honningsvåg tiene un pequeño aeropuerto que recibe vuelos desde Tromso y desde Oslo, en mi caso llegué a un aeropuerto más al sur. El vuelo me dejó en Hammerfest y luego de unos días de visita, llegamos por carretera a Honningsvåg. De una u otra forma, tienes opciones para llegar por vía aérea hasta las puertas del Cabo Norte.
Al Cabo Norte en barco
Es tal vez la forma utilizada por la gran mayoría de los 200.000 visitantes que recibe el Cabo Norte cada año. Es asombroso saber que hombres europeos meridionales han llegado hasta aquí en épocas lejanas. En 1664 llegó el primero: un franciscano italiano, Francesco Neri, buscando vaya a saber qué. Más adelante vinieron muchos exploradores y hasta reyes: en 1795 fue Louis Philippe d’Orléans quien sería Luis XVIII; en 1873 el Rey Oscar II de Suecia-Noruega; en 1907 el Rey Rama V de Siam.
Todos ellos, como cualquier otro visitante que llegara antes de 1956 en que se abrió la carretera hasta el extremo de la isla, lo hacían por mar hasta la bahía que se abre al Este de la península. Desde allí, debían trepar los 307 metros de acantilado para asomarse a la meseta vacía.
Y así llegaron miles de cruceristas desde aquel primer crucero de pasajeros que rodeara Cabo Norte en 1875 cargado de curiosos británicos, alemanes y franceses.
En la actualidad, las grandes empresas de cruceros incluyen la ruta al Cabo Norte entre su oferta más exclusiva. En temporada alta de cruceros, que cubre desde mayo hasta finales de septiembre, los más grandes barcos de pasajeros llegan a diario al puerto de Honningsvåg. Un lugar que si bien tiene todos los servicios para recibir a los cruceristas, no pierde su encanto original, su ritmo tranquilo, sus costumbres.
También hay otra forma de llegar por mar. Hablamos de la mítica empresa Hurtigruten. La compañía de barcos que asegura la comunicación a toda la costa noruega todo el año: pasajeros, correo, mercancías y también viajeros son su “carga” habitual. Parando en infinidad de puertos, rodea el Cabo Norte llegando hasta los puertos más lejanos, junto a la frontera rusa. Un peregrinar que se repite a diario desde Bergen a Kirkenes.
¿Vale la pena semejante viaje hasta el Cabo Norte? Vale cada metro de cada kilómetro de viaje. Una experiencia inolvidable que te lleva a una tierra diferente. Nada puede crecer aquí, los elementos se conjugan para hacerlo imposible. Sólo el asombro en los ojos y la emoción en el alma, que renacen con cada visitante una y otra vez, como en esa permanente rutina anual del día o la noche eternos.
Fotos | María Victoria Rodríguez
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