Marta es una mujer valenciana soltera que, a sus 33 años, está decidida a tener un hijo. Lleva unos meses estudiando las opciones que la legislación española le permite, las cuales se reducen a acudir a una clínica de fertilidad en la que le asesoren sobre qué método le conviene más (básicamente, inseminación artificial o fecundación in vitro) o encontrar un "donante" del que quedarse embarazada mediante el coito.
En esa investigación de sus posibilidades, Marta ha encontrado una tercera vía, algo que ni siquiera aparece reflejado en la Ley de Reproducción Asistida: la posibilidad de hacerse una inseminación casera, una tendencia minoritaria pero al alza. Es algo que ofrecen empresas como Cryos International, que desde Dinamarca vende esperma criogenizado. El objetivo, facilitar el proceso de embarazo a mujeres que deciden ser madres por este método.
La ley prohíbe que las futuras madres puedan escoger a un donante cuando acuden a un centro de fertilidad, algo que queda limitada al equipo médico, quien lo escoge de forma anónima guiándose por ciertas características físicas, pero sobre todo por el grupo sanguíneo. Cryos basa su negocio en justo lo opuesto: la posibilidad de que la madre escoja al donante viendo hasta su más mínimo detalle físico, intelectual y hereditario. Marta continúa estudiando sus opciones, pero nosotros nos hemos puesto manos a la obra para ver cómo funciona exactamente este proceso.
Comprando semen criogenizado por Internet
Veamos un caso práctico. Como si estuviésemos en una web cualquiera de comercio electrónico en la que podemos filtrar los productos en base a ciertas características, aquí podemos escoger varias características. Si el donante no es anónimo, el futuro hijo tendrá la posibilidad de conocerle una vez haya cumplido la mayoría de edad. Una posibilidad, nunca una obligación.
Una vez tenemos trazado el perfil del donante que queremos, este buscador nos devolverá los resultados: cuanto más ajustados estén los filtros, menos opciones tendremos. Ahí es donde podemos ir al perfil de cada uno y echar un ojo a lo que haya contado de sí mismo. Hay dos tipos de perfiles en función a la cantidad de información que cada donante está dispuesto a dar de sí mismo. Veamos el proceso en vídeo.
Junto a la ficha de cada uno se enlaza a su ficha médica (como esta). Luego está el tipo ampliado, que viene a ser un completísimo perfil personal de cada donante en el que podemos conocer detalles como sus gustos y aficiones, su raza y país de origen, sus hábitos nutricionales, las horas de sueño diarias, sus preferencias literarias... e incluso ver su letra manuscrita o escuchar su voz, además de sus fotos de la infancia, el historial médico familiar, una carta de motivación en la que explica qué le ha llevado a convertirse en donante y, por supuesto, su propio perfil sanitario. Un ejemplo lo podemos ver en el perfil ampliado de Alberto, un donante español.
Con el donante ya escogido, podemos proceder a comprar su esperma siempre y cuando no haya superado el máximo de entregas a nuestro país. Una medida pensada para evitar que, sobre todo en países con pocos habitantes, pueda acabar habiendo un hijo del mismo padre en cada esquina. Por lo que pueda pasar.
Los precios oscilan en función del donante y de la motilidad de cada muestra. En general, parten de unos 100 euros y pueden llegar hasta los 1.000, cantidades a las que hay que sumar un 25% de IVA. El precio del bienestar danés. Como referencia, un kit completo que incluya esperma MOT10, transporte e IVA parte de alrededor de 550 euros.
Soy de UPS, le traigo su tanque de nitrógeno
Una vez efectuado el proceso de compra, el esperma se envía por mensajería de UPS de forma urgente, salvo que vivamos en una localización muy remota y rural llega veinticuatro horas después del pago. En cuanto sale de Cryos, a la compradora le llega un mail con el número de pedido desde el cual hacer el seguimiento del paquete. Nosotros quisimos encargar uno para ver cómo llega exactamente a casa.
La caja, por su forma, materiales y tamaño, es un imán para las miradas curiosas de vecinos y conserjes, aunque mantiene la privacidad: se indica que proviene de Dinamarca, pero no hay ni rastro del nombre de la empresa. Apenas un "human tissue" ("tejido humano") en la etiqueta, requerido legalmente. Por supuesto, viene sellada.
Los botes que contienen el esperma, de 0,50 ml, llegan criogenizados en hidrógeno. El plazo para utilizarlo es de aproximadamente una semana desde que sale de las instalaciones de Cryos, así que si uno de esos días ya se lo lleva el envío, la mujer tiene unos cinco días para poder hacerse la inseminación casera. Mientras llega ese momento, la empresa desaconseja sacar la muestra del tanque, ni siquiera para guardarlo en el congelador. "No está lo suficientemente frío".
Junto al bote de esperma llega el kit que hace posible el proceso: una jeringuilla, una toallita para limpiar la muestra, y un adaptador que se pone en la punta de la aguja de la jeringa. Una vez la mujer vaya a inseminarse es necesario descongelar la muestra durante treinta minutos antes de usarla.
Una vez esté todo listo, el proceso no tiene mucho misterio: se absorben las dos muestras que suman un ml en la jeringuilla, y se libera el esperma dentro de la vagina con el mencionado adaptador. Se recomienda no hacer muchos movimientos durante los treinta minutos posteriores y mantener las piernas en una posición elevada.
¿Qué dice la ley?
De momento, Cryos ejerce su actividad sin mayores problemas, al igual que las mujeres que compran su producto, aunque no se ha librado de algunas críticas y voces en contra. En 2015, una carta que enviaron a todos sus socios la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), la Asociación para el Estudio de la Biología de la Reproducción (ASEBIR) y la Asociación Española de Andrología (ASESA) les comunicaba que las prácticas de esta empresa eran ilegales, además de peligrosas.
Desde Cryos animaron a estas asociaciones a documentar con pruebas su advertencia. De no poder hacerlo, les emplazaban a corregir o anular su comunicado. No ocurrió ninguna de las tres cosas, así que demandaron a todas ellas. Dicha demanda está en curso, presumible motivo por el que cuando hemos contactado con la SEF se han limitado a respondernos con un escueto "no nos pronunciamos sobre la inseminación artificial casera por cuestiones legales".
El Ministerio de Sanidad ha tomado una postura similar sin llegar a anunciar ninguna medida. Cryos argumenta que su actividad está fuera del alcance de la ley, ya que esta habla de "reproducción asistida", pero en la inseminación casera nadie asiste a la mujer. Es una norma que aplica a clínicas y casos donde se requiera de un equipo médico. Así justifican que la mujer pueda escoger las características de su donante, que es lo que prohíbe la legislación española. "Es algo que hace una persona en su casa, tampoco se puede prohibir que una mujer encuentre a un chico en una discoteca, le lleve a su casa, y se quede embarazada de él", nos dicen desde la compañía.
Para ellos, España es el país de referencia en técnicas de reproducción asistida, pero en materia de donantes "vamos retrasados". "A una mujer no le dicen nada de quién le ha donado esperma para que se quede embarazada. Los médicos no entienden que la mujer quiera saber algo más. Es un hecho que, aunque haya médicos que no están de acuerdo, hay mujeres que quieren esto. En cuanto ven que hay una alternativa a lo habitual, lo piden", nos explica una portavoz.
Donde sí que hay un precedente judicial favorable a la inseminación artificial casera es en el caso de una pareja de chicas de Dénia que no pudieron inscribir a su hijo en el Registro Civil por "no acreditar cómo se hizo el embarazo". En casos como el suyo se les exigía un certificado de una clínica o que estuviesen casadas. Denunciaron el caso y acabaron ganándolo. Sentó un precedente para que la palabra de las madres fuera suficiente para reconocer la filiación de la misma forma que se hace con las parejas heterosexuales. Desde Cryos apuntan que ellos realizan un documento explicando que es un centro autorizado que ha facilitado el proceso a la pareja, si procede.
CREA, un centro de medicina reproductiva de Valencia, sí que se posiciona totalmente en contra de esta práctica, ya que consideran ilegal tanto la inseminación artificial como la venta directa de esperma a la carta. "La inseminación casera es una inseminación artificial, exactamente igual que las que se realizan en las clínicas de medicina reproductiva. Como tal, está regulada por la Ley 14/2006 sobre técnicas de reproducción humana asistida". En cuanto al esperma comercializado por Cryos, tampoco tiene dudas, pese a que le ampara la libre circulación de mercancía por la Unión Europea:
Ni siquiera puede enviarse una muestra de semen a un ginecólogo no especializado y autorizado específicamente para hacer tratamientos de reproducción asistida. No tiene sentido que un banco, por el hecho de estar ubicado fuera de nuestro país, pueda saltarse todos estos controles de calidad.
La eficacia de una tendencia al alza
Una de las preguntas más recurrentes de quien descubre este método es si es eficaz, y si lo es, en qué medida. "No podemos dar un porcentaje fijo, ya que no es lo mismo si hablamos de una mujer de 25 años que de una de 35, pero solemos decir que este método tiene una eficacia similar al coito. Es menos divertido, pero con la misma eficacia. Consideramos que ir a una clínica es entre tres y cuatro veces más eficaz, por dos motivos: hay hiperestimulación ovárica, y las técnicas son diferentes. En clínica es intrauterino, el médico usa un catéter y coloca el semen directamente en el útero. En la inseminación casera, igual que en el coito, el semen termina en el cuello del útero, y desde allí los espermatozoides han de llegar hasta el útero", nos explican.
A la postre, una cuestión de suerte. "Igual se consigue al primer intento, que al tercero, que al quinto. De todas formas siempre recomendamos hacer un chequeo ginecológico previo para constatar que no habrá nada que dificulte o imposibilite el embarazo".
Para Cryos hay otro factor, más empírico que técnico, que está de su lado. "Hay casos de mujeres solteras o parejas que fueron a una clínica y no se quedaban embarazadas ni con inseminación artificial ni con inseminación in vitro. Luego lo intentaron con la inseminación casera, que es menos eficaz, y lo consiguieron. A nivel científico no tiene lógica, pero es difícil medir el efecto psicológico". Con esto se refieren al papel que juega el hecho de poder practicarse la inseminación en absoluta intimidad, en lo hogareño del domicilio propio, en el entorno más conocido. "No se puede medir, pero ahí está".
Esta portavoz también nos explica detalles del proceso de selección de donante. En su web no hay donantes-estrella que acaparen la atención, pero sí que es frecuente que cuando una mujer escoge uno, ya no quiere cambiarlo por otro. Si no hay stock de su esperma y es necesario esperar hasta que vuelva a haberlo, espera sin problema. "Es como en la vida misma, las mujeres no escogemos al primero que pasa por delante".
En los últimos tiempos no solo está habiendo un aumento de demanda -aunque no pueden darnos números absolutos, sí nos cuentan que las compras desde España han aumentado más de un 100% de un año para otro-, sino que también hay cada vez más mujeres que pagan más por conocer más detalles del donante. "Hay quien quiere a uno que sepa tocar el piano, por ejemplo. Eso desde luego no garantiza que te vaya a salir un Mozart, solo es una información más, pero las hay".
Carol + Rosa = Aina
Aina nació en marzo de 2017. Sus mamás, Carol y Rosa, llevaban cinco años entre clínicas de fertilidad intentando quedarse embarazadas. Sin suerte. "Después de miles y miles de euros, de inseminaciones artificiales, de inseminaciones in-vitro, no funcionaba. Entonces conocimos la inseminación casera y vimos que Cryos es uno de los mayores bancos de esperma del mundo. Y algo que nos dio hasta rabia: vimos que distribuye esperma incluso a las clínicas a las que habíamos ido", nos cuenta la pareja desde su domicilio de Sant Andreu de la Barca (Barcelona).
Investigaron sobre la inseminación casera, hablaron con Cryos y finalmente se decidieron. "Lo que no consiguieron los médicos, la medicación y las hormonas lo consiguió el hecho de estar nosotras dos solas en casa, tranquilas, en nuestra intimidad", nos cuentan. "Es lo que hemos llegado a deducir, cuando nuestro cuerpo y nuestros músculos estaban tranquilos y relajados, lo conseguimos! No hay pruebas médicas, pero sentimos que es así".
Para escoger al donante, Carol y Rosa tenían dos prioridades: la compatibilidad del grupo sanguíneo con el de Rosa (la gestante), y la estatura. "Las dos somos bajitas, así que tampoco queríamos que nos saliese muy grande. El donante que escogimos mide 1,76 m, y es uno de los más bajitos que había, la mayoría están entre 1,80 m y 1,90 m". La compatibilidad del grupo sanguíneo es un factor clave: cuando se da, las posibilidades de éxito aumentan.
El precedente del que hablábamos de la pareja de Dénia fue lo que permitió que Aina fuese registrada en el Registro Civil. "Nos dijeron que por el hecho de estar casadas no nos iban a pedir documentación de cómo habíamos elegido al donante, pero que si no llegamos a estar casadas, hubiese hecho falta el certificado de una clínica. Lo del banco de esperma y la inseminación casera aún no lo contemplan como técnica".
Carol y Rosa van más allá: "Cuando ese proceso lo hace una pareja heterosexual, nadie pide ningún test de paternidad ni que demuestre de ninguna forma cómo se dio el embarazo. Por desgracia, estamos discriminadas". Aunque con lo que se quedan es con lo sencillo que fue el proceso. "Cuando se enteran de que esto existe, muchas chicas se quedan en shock, no entienden cómo es posible hacer algo así en casa, están acostumbradas a que solo exista el protocolo médico. Pero es muy sencillo, más barato, es seguro. No es nada peligroso ni complicado, no es ninguna barbaridad. Es como ponerte un tampón".
Aina llegó al mundo tras el tercer intento con la inseminación casera. Cada intento costó 700 euros, así que este método les supuso 2.100 euros de inversión. Lo mismo que les costaba cada una de las inseminaciones artificiales en clínica. Las mismas clínicas que ahora claman contra este nuevo método. "Ahora salen sus directivos a decir que es inseguro, que es peligroso, que tiene que ser un ginecólogo quien escoja al donante por la salud de la mujer. ¿Y si yo conozco a un chico, me enamoro y tengo un hijo con él? En ningún momento le pediría ningún test. Claro que es seguro. Más natural, sin hormonación. Nuestra nena está genial y nosotras encantadas. Pero a ellos se les empieza a romper la gallina de los huevos de oro".
"Aunque la gente, incluso médicos, siguen con mentalidad cerrada, tenemos un hijo sanísimo"
Anabel y Carmen (nombres ficticios para preservar su anonimato) son otras madres que recurrieron a Cryos y a la inseminación casera. Anabel, la gestante, ya había tenido un hijo mediante reproducción asistida en una clínica de fertilidad, pero cuando fueron a por el segundo salieron descontentas con el trato recibido. "No nos gustó nada. Al salir de la primera cita, me dijeron que tenía que abonarla. Antes no era así y yo no lo sabía, lo pagué sin problema. Luego me comentaron que tenía que hacerme otra prueba, resultó que no entraba en la consulta y eran 500 euros. Menos mal que pregunté... Le dije que frenara el proceso y que quería hablar con su jefe. Pasaron de nosotras. Fue muy desagradable", nos cuenta Anabel.
Iban a continuar el proceso en otra clínica, pero se enteraron de la existencia de la inseminación artificial y comenzaron a investigar. Carmen fue quien más claro lo veía, Anabel accedió sin demasiado convencimiento pero también sin miedo. "Al fin y al cabo, todo está bien hecho y además estos bancos son los mismos que venden esperma a las clínicas de fertilidad". Hubo un primer intento infructuoso por un error al calcular el día del ciclo de ovulación, pero al segundo intento, funcionó.
El donante de Anabel y Carmen fue un hombre danés que mide algo más de 1,80 m, del grupo sanguíneo A-, el mismo que el de la gestante. No se fijaron en ningún requisito más. "Lo de la altura fue porque tampoco los había más bajitos prácticamente, de ese grupo no había muchos. Ese en particular estudiaba Medicina, pero vamos, que lo único que nos importaba era su grupo sanguíneo". Cuarenta semanas después, esta pareja de andaluzas tuvo a su segundo hijo sin ningún problema, ni durante el embarazo ni durante el parto.
El aspecto social quizás ha sido el menos agradable de este proceso. "Salvo una amiga enfermera, todo el mundo me puso cara rara. Durante el embarazo ella pidió a una ginecóloga un volante para mí, y cuando le dijo que hicimos inseminación casera, se llevó las manos a la cabeza y se echó para atrás. Vivimos en una ciudad con mentalidad algo barroca, la innovación no gusta mucho. A mi familia se lo conté y no me dijeron nada, pero Carmen decidió que su familia no lo iba a saber", nos cuenta Anabel. "Nuestro hijo lo sabrá todo algún día. Tendrá que pasar un proceso de 'drama' quizás, pero lo naturalizaremos".
Para acabar, deja una recomendación: "Yo recomiendo este proceso a cualquier mujer sin problemas de fertilidad. Si los tiene, por supuesto que es mucho mejor que acuda a una clínica. Esta es la forma más fácil de no estar 'medicalizada', de poder hacer todo en la intimidad de tu hogar. Las clínicas quieren venderlo como algo terrible porque les perjudica el negocio, pero no es nada malo. A mí ya me perdieron como cliente".
El IVI (Instituto Valenciano de Infertilidad) no respondió a nuestra solicitud de declaraciones al respecto.
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