Dos estrategias han demostrado una elevada efectividad en la batalla de las naciones contra el coronavirus: los confinamientos tempranos por un lado y los testeos masivos de población por otro. En el primer grupo se enmarcan algunos países europeos, como Portugal o Grecia; en el segundo, estados asiáticos como Corea del Sur o Singapur.
Hay vías intermedias, como Alemania. Y una excepcional por (casi) inexplicable. Japón.
Pocos casos. Cuando el Comité Olímpico Internacional anunció su decisión de aplazar los Juegos Olímpicos de Tokio, a finales de marzo, Japón apenas contabilizaba 1.200 contagios. Un mes después la cifra se había multiplicado por diez. A mediados de abril, Japón registraba entre 600 y 700 nuevos casos diarios, una escalada que motivó medidas extraordinarias por el gobierno.
Ralentizado. El escenario era similar al de Singapur o al de otros muchos países europeos antes. Japón parecía a las puertas de un brote severo. Pero sólo parecía: durante las últimas semanas el volumen de nuevos casos diarios ha decrecido, y hoy Japón no supera los 15.000 contagios oficiales. Tan sólo hay 487 muertos, en un país densamente poblado donde el 28% de la población supera los 65 años, el mayor porcentaje del planeta.
¿Cuál es el secreto?
Incógnitas. La respuesta es compleja. Por un lado, Japón no ha confinado a su población. El gobierno ha recomendado extremar las precauciones y distanciarse socialmente, pero no existen cuarentenas obligatorias como las implementadas en Europa. Se cerraron escuelas y universidades y se incentivó (con fallas) el teletrabajo. Pero los comercios han podido abrir con normalidad, y quien haya querido salir a la calle ha podido hacerlo.
La actividad sí ha decaído, pero no demasiado. Sólo cuatro de las trece prefecturas declaradas de especial riesgo han recudido su actividad pública un 80%, lo deseado por las autoridades. Algunas, muy próximas a Tokio, tan sólo han ralentizado su vida diaria un 20%. En Tokio, eso sí, el flujo de pasajeros en las principales estaciones de transporte público ha caído entre un 80% y un 70%.
Sin tests. Ok, pero Corea del Sur o Singapur también lograron contener la epidemia sin confinamientos severos. ¿Cómo lo consiguieron? Testeando a grandes capas de la población y trazando a sus contactos cercanos. Sucede que Japón no ha seguido esta táctica. Sólo ha realizado 1.400 tests por cada 1.000.000 de habitantes, muy lejos de Corea (12.000), Singapur (24.000), Alemania (30.000) o Italia (35.000).
What On Earth Is Going On In Japan update: I still don't get it.
— Mike Brrrrrd (@Birdyword) May 4, 2020
For all the unevidenced discussion of an Olympics-related coverup, it's now been 6wks since the postponement and no European/US-style blowout. Active cases have plateaued, deaths never reached 50 per day. pic.twitter.com/f5pM1Thwxh
¿Entonces? El triunfo de Japón frente al coronavirus es excepcional por extraño. Hay quien ha apuntado al elevado uso de mascarillas entre la población, muy extendido antes de la epidemia, además de su altos estándares higiénicos. Es una hipótesis sugerente que, sin embargo, no explica por qué el país tiene una tasa de mortalidad muchísimo más elevada que el resto de países occidentales por gripe estacional (hasta cinco veces más).
Debate. El desigual impacto del virus en países vecinos y muy similares (Indonesia vs. Malasia; Haití vs. República Dominicana) y lo dispar de las políticas hace difícil extraer conclusiones rotundas sobre cómo y por qué la epidemia se expande. En este reportaje del New York Times, algunos expertos apuntan a una amplia variedad de factores, desde la estructura sanitaria hasta la demografía, pasando por la genética.
En Japón una serie de factores se han sumado para un resultado positivo. Y en muchos sentidos contraintuitivo.
Imagen: Nagi Usano
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