Poca gente puede recordar unas navidades sin un botella de este famoso licor español a base de anís, hierbas y azúcar con más de 150 años de historia e ícono indudable de la cultura española. En el 2020 han sucedido muchas cosas. Y otro de los fenómenos inexplicables ha sido el inesperado aumento de ventas en los supermercados de toda España de esta mítica bebida, propiedad de Osborne. ¿Cómo? ¿Por qué? Todo tiene una explicación lógica. Y se la debemos a la pandemia.
La creación del empresario Vicenç Bosch, quien elevó a este alcohol popular hasta convertirlo en un referente social, cultural y familiar ha visto un aumento en el número de ventas que ronda el 18%. Y en realidad es difícil de explicar porque, mientras, los niveles de consumo en los bares y restaurantes han visto una caída de casi el 43% en 2020, como consecuencia de los cierres y restricciones impuestas para controlar la pandemia, según el Ministerio de Agricultura y Alimentación de España. Lo cierto es que el 2020 no ha sido un buen año para las bebidas espirituosas españolas. El sector —que habitualmente vende el 60% de su género en la hostelería patria— ya acumula un 20% de caídas.
Pero nadie iba a imaginar que durante el confinamiento y en la mayor parte de la pandemia, la población se iba a lanzar como loca a la repostería en sus casas, ya fuera para hacer rosquillas o dulces, la cuestión era matar las horas de un confinamiento eterno. Y siguieron después. ¿Quién no ha visto en las historias de Instagram a sus amigos y amigas haciéndose los cocinitas durante la pandemia? Así, el licor, con su botella de corte diamantado y su famosa etiqueta del simio con cara de Darwin, ha estado gozando de una segunda vida. Una resurrección que muchos creían imposible. Osborne ya puede brindar en nombre de los reposteros de este país, a quienes debe el gran consumo que se le da para la creación de esos pastelitos de boniato de la abuela que tanto nos gustan, torrijas, y pestiños, además de muchos otros dulces.
La llegada de la Navidad también se refleja en la actividad frenética que vive la empresa durante estos días festivos. Solo en los meses de octubre y noviembre, la compañía se enfrenta a la elaboración de los dos tercios de una producción anual compuesta por 284.000 cajas (de nueve litros cada una). El 98% de esta producción se quedará en España, donde es la primera marca de anís en comunidades como Andalucía o Cataluña. En total, las ventas de la botella adiamantada suponen una contribución neta del 11% en la división de spirits y vinos de Osborne, una compañía que, en 2019, facturó 222,4 millones de euros —de los que las bebidas alcohólicas supusieron un 39%— y obtuvo beneficios por valor de 12 millones de euros.
Pero, ¿cuál es el secreto de la receta de este anís sin apenas competencia? Pues nada más que alcohol, jarabe y aceite esencial. Tres únicos ingredientes que, mezclados magistralmente, dan lugar a esta popular bebida. La piedra filosofal de Anís del Mono es el aceite esencial, que se sigue destilando en alambiques de cobre del año 1870. Una tradición que sabe a Andalucía, y es que el aceite esencial usado proviene de la matalauva cosechada en esa zona. De aquí surge su sabor a anís que se potencia, además, con hierbas aromáticas como el regaliz o el anís estrellado.
Desde 1870, esta bebida lleva apareciendo en el imaginario colectivo de cada casa en España. Desde aquellos obreros que lo bebían a media mañana como chute vigorizante, hasta quien da los últimos retoques a los pastelitos el día de Nochebuena. Y es que tal es su fama que hasta la botella se ha colado en el videoclip de Rosalía Pienso en tu mirá (2018), además de en carteles publicitarios y hasta en la obra de Pablo Picasso o Ramón Casas. Pero más allá de su carácter romántico, el Anís del Mono es una marca cuyo simbolismo sigue funcionando hasta en pleno batacazo económico derivado de la pandemia del coronavirus.