En Copenhague no sueltan la bici llueva o truene. Esto es lo que podemos aprender de ellos

En Copenhague no sueltan la bici llueva o truene. Esto es lo que podemos aprender de ellos
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Copenhague es la ciudad más bike friendly del mundo. No lo decimos nosotros, sino el estudio que se publica anualmente para analizar qué lugares son los más propicios para introducir la bici en nuestro estilo de vida. En su última edición, Copenhague le ganó el primer puesto a Amsterdam. Una visita a la capital danesa nos permitirá comprobar cómo las ciudades están llenas de bicis, montadas por ejecutivas en falda y tacones, trabajadores de traje y ancianitas que pedalean a su ritmo, formando atasco.

Por qué es Dinamarca tan bike friendly

Vamos a empezar con un dato sorprendente: el primer carril-bici oficial de Dinamarca se construyó en Copenhague en 1892. Finales del siglo XIX y, en Dinamarca, ya pensaban en vías de transporte específicas para bicicletas. En los quince años siguientes, la ciudad pasó de contar con 2.500 bicis a 80.000. ¿Qué repercusión tuvo esto? Que, cuando llegaron los coches, las bicis ya estaban ahí.

Copenhague

Tras la Segunda Guerra Mundial, de todos modos, el uso del coche se extendió por todo el país, al igual que ocurrió en el resto del mundo desarrollado. En los años 60, Dinamarca comenzó a preocuparse por la contaminación y los accidentes de tráfico, pero el verdadero hito en la recuperación de la bici como medio de transporte fue la crisis del petróleo de los 70, que hizo que se asentara en la población una conciencia verde y la posibilidad de liberarse de la dependencia del crudo.

El uso de la bici para algo más que hacer deporte o pasar ratos de ocio no ha dejado de crecer desde entonces. En 2004, el 41% de los habitantes de Copenhague iba a trabajar en bici. En 2010, ya se había alcanzado el 50%. El gobierno de la nación se implica también en el asunto, no solo con una inversión en los últimos años superior a los 400 millones de dólares en proyectos a lo largo de todo el país, sino también en la práctica: el 63% de los parlamentarios daneses van al trabajo en bici a diario.

Qué hacen las autoridades de la ciudad para favorecer el uso de la bici

Si el sistema funciona, es en gran parte porque se ha dado prioridad oficial a las bicis sobre los coches. La mejora en las condiciones de los ciclistas es constante, en base a la máxima «Innovación. Inversión. Mejora».

En una país donde los coches nuevos están gravados al 180% (es decir, que un coche de 20.000 euros costaría en Dinamarca 56.000), las bicis tienen motivos para ser tan populares. La web oficial de Dinamarca lo deja claro: «Muchas familias de clase media con niños, en Copenhague, ni siquiera tienen coche». De hecho, solo el 40% de los daneses poseen un coche, frente al 95%, por ejemplo, en Estados Unidos.

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Hay una importante inversión en infraestructuras detrás del éxito de la bici. Uno de los mejores ejemplos es la creación de la primera Green Wave (ola verde) en 2007. La idea es simple: se coordinan los semáforos con los ciclistas, de manera que, si circulan a una velocidad de 20 kilómetros por hora, encontrarán todos los semáforos en verde en las horas punta de acceso a la ciudad. De esta manera, se evitan atascos de tráfico y, también, se perjudica a aquellos ciclistas que pongan en peligro a los demás circulando a más velocidad. La Green Wave funciona en sentido opuesto por las tardes, para que los usuarios puedan regresar a casa pedaleando a un ritmo más suave. El éxito de la medida ha sido tan grande que ya se ha extendido a las principales arterias de la ciudad. En el siguiente vídeo, se puede ver el funcionamiento de la Green Wave:

Hablamos con Miguel Arroyo, un gallego que lleva siete años viviendo en Copenhague, para conocer su visión sobre el uso de la bici: «Una de las primeras diferencias que noté con España es que todo es accesible en bici: hay rampas en todas partes y el transporte público tiene zonas específicas (y amplias) para guardarla. Por supuesto, los carriles bici son clave. Son vías de transporte real, no solo elementos turísticos o de ocio. Están separados del tráfico y la sensación de seguridad es total. Incluso, en muchas zonas de la ciudad, son lo suficientemente amplios como para circular en paralelo sin molestar a otros ciclistas, por lo que es una alternativa para moverse por la ciudad con amigos de forma amena».

La bici como parte de la cultura de la ciudad

Está claro que el uso de la bici en Copenhague es una cuestión cultural, hasta el punto de que existen clases específicas para enseñar a los inmigrantes a montar en bici para favorecer su integración en el país. Miguel también nos lo confirma: «Cuando llevaba poco tiempo en el país, una compañera de trabajo tuvo un bebé, y los compañeros decidimos hacerle un regalo. La única discusión fue sobre el modelo de transportín para llevar al niño en la bici. Nadie se planteaba comprar alguna otra cosa, casi como si fuera lo más imprescindible cuando se tenía un hijo. Aquello me dio la primera visión de hasta qué punto el tema de la bici está dentro de la cultura del país».

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Otro punto importante que se debe tener en cuenta es el hecho de que apenas hay robos. Es decir, sí los hay, pero en número insignificante para la cantidad de bicis que circulan por la ciudad y que, muchas veces, se dejan aparcadas sin siquiera candado. «Existe un concepto muy extendido en Copenhague, que es el de la ugly bike. Hay que entender que casi todos los daneses tienen más de una bici en casa: se puede tener una más deportiva, otra específica para compras con una cesta grande o con remolque detrás y, en medio de todo eso, una ugly bike, es decir, una bici vieja y poco atractiva para los ladrones, si trabajas en una zona un poco complicada o vas a hacer un trayecto corto y luego dejarla abandonada varias horas o días».

¿Es oro todo lo que reluce?

No hay mejor manera de conocer la cara amarga de algo que preguntarle a quien convive con ello a diario. Le hemos preguntado a varios habitantes de Copenhague qué es lo peor de la cultura ciclista de la ciudad, y todos coinciden en la misma respuesta: los turistas. Los ciudadanos de otros países que visitan Copenhague no están acostumbrados al flujo constante de bicicletas de la ciudad y muchas veces interrumpen el tráfico o, peor aún, ponen en peligro la seguridad de los ciclistas irrumpiendo en el carril bici.

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Como problemas menores, destacan situaciones muy similares a las que vivimos con los coches en otras ciudades: la falta de aparcamiento (de hecho, se ha convertido en un problema al que se busca solución) y la presencia de algunos conductores incívicos, que tocan el timbre de su bici como si fuera el claxon de un coche, intentan adelantar en cualquier situación y protestan ante los atascos de bicicletas. Son una minoría, nos dicen, pero existen.

Y, ¿qué pasa en invierno?

Si pensamos en el uso de la bici en los países del norte con la mentalidad de España, nos resulta complicado comprender que la usen mucho más que nosotros, teniendo un clima mucho menos benigno. Una vez más, en este punto, se impone también las cuestiones culturales y la inversión en infraestructuras.

En Copenhague, existen quitanieves especiales para los carriles bici. Además, la política de la ciudad determina que siempre se eliminará antes la nieve de ellos que de los carriles para coches, a excepción de las cuatro vías principales, que se limpian al mismo tiempo, no antes, que los carriles para bicicletas.

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Las estadísticas dicen que el 80% de los daneses usan la bici con la misma frecuencia en invierno que en verano. La clave está en utilizar un buen equipamiento: ropa adecuada, guantes, luces extra para hacer la bici más visible y tener los frenos y las ruedas bien preparados. Con ello, un ciclista experimentado (casi todos los daneses lo son en comparación con habitantes de otros países) no debería tener demasiados problemas para utilizar la bici aun en los días de nieve.

Miguel Arroyo nos cuenta que eso fue lo que más le chocó al llegar a la ciudad: «Una vez más, insisto en que es algo cultural. Ni siquiera se plantean la opción de dejar de usar la bici al llegar el invierno. Es algo así como si yo no saliera a la calle en Galicia cuando llueve. Para ellos, circular en bicicleta es tan natural como caminar, así que ni siquiera entendían mis reticencias iniciales a coger la bici en días en que la nieve me llegaba por el tobillo».

Si algo queda claro es que Copenhague, como ciudad bike friendly, no surgió de la noche a la mañana. Han hecho falta décadas de inversión y de insistencia en priorizar a los ciclistas sobre los coches (y, en ocasiones, sobre los peatones). Solo así se explica que existan más bicis que ciudadanos en Copenhague hoy en día.


Imagen | Kristrofer Trolle

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