Y al fin, Donald J. Trump y Kim Jong-un se reunieron ayer en un hotel de Singapur. El encuentro fue absolutamente excepcional por la tradicional ruptura de relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte. Pese a las numerosas dilaciones y a ciertas explosivas declaraciones que sembraron dudas sobre la reunión, Trump, Kim y sus equipos debatieron a lo largo de cinco horas sobre una solución consensuada tanto a la cuestión nuclear de Corea del Norte como a la paz en la península.
Aunque puede que no signifique nada.
"Estable y duradera". El documento firmado por ambos líderes al término de la cumbre establece, en teoría, las líneas maestras desde las que trabajarán ambos estados. Plantea una progresiva "desnuclearización" del régimen juché (aunque no especifica cómo o siquiera qué implica) y asegura buscar una paz "estable y duradera". Es un compromiso similar al que Kim Jong-un adquirió con su homólogo del sur hace escasos meses. Parece un paso importante.
Los precedentes. Y de hecho lo es, si quiera porque hace apenas un año Trump declamaba por Twitter una explícita amenaza de guerra sobre Corea del Norte. Pero debe ser tomado con cautela: Corea del Norte ha hecho y deshecho sus promesas de forma continua desde finales de los noventa. El país ha entrado y abandonado el Tratado de No Proliferación Nuclear de forma regular, y se ha comprometido en más de una ocasión a una "paz" con Corea del Sur o EEUU.
2005 in memoriam. El caso más evidente quizá sea el de 2005. Tras una década de teórico avance, la Administración Bush decidió denunciar a Corea del Norte públicamente por sus escasos esfuerzos para deshacerse de su arsenal nuclear. El país volvió a sentarse a la mesa de negociaciones en 2005, prometiendo, de nuevo, dejar atrás sus armas nucleares. El acuerdo volvió a saltar por los aires. Todas las recomposiciones posteriores han terminado, sin excepción, en fracaso.
¿Será distinto? Puede ser. Los incentivos de Kim Jong-un son hoy distintos a los de sus predecesores. Corea del Norte ya ha mostrado su capacidad para construir un misil nuclear (y teóricamente alcanzar a Estados Unidos), por lo que su posición negociadora es más fuerte hoy de lo que lo era hace una década. Entregar su arsenal nuclear (en sus propios términos) le puede devolver al teatro de las naciones, aliviar aún más las sanciones y colocarle como un agente global.
Estados Unidos considera que la apertura de Corea del Norte ha llegado a consecuencia de las recrudecidas presiones. Sin embargo, numerosos analistas apuntan al propio interés de Kim Jong-un en llegar hasta aquí (una cesión voluntaria, interesada). De ser así, sí estaríamos más cerca de una "paz" y de una situación estable en Corea del Norte que en ocasiones anteriores.
Lo que viene ahora. Estados Unidos y Corea del Norte deberán definir las condiciones del acuerdo. Es posible que Kim quiera resumirlo a la cuestión nuclear, y que Trump no pueda obtener mucho más que eso. La situación se asemejaría así a la de Irán en 2015: una congelación temporal o total del progreso nuclear de Corea del Norte, pero una virtual barra libre para continuar desarrollando su programa balístico. Este último motivo motivó en parte la ruptura del acuerdo por parte de Trump.
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