Más de 60 millones de personas siguen bajo cuarentena dentro y fuera de la provincia de Hubei, epicentro del nuevo coronavirus que ha capitalizado la atención mundial durante el último mes. Se trata de un reto logístico sin precedentes en la historia humana, uno que amenaza con paralizar la segunda economía del mundo durante el primer trimestre. Porque si la gente está obligada a quedarse en casa, las fábricas paran.
Víctimas. A finales de la semana pasada el gobierno chino admitía lo inevitable: dos terceras partes de su producción industrial sufrirían parones parciales, cuando no totales, durante los próximos días. El resultado son decenas de fábricas paralizadas. Una noticia pésima no sólo para la producción local china, sino también para el resto de la industria mundial, muy dependiente del gigante asiático.
Hyundai. El ejemplo más claro es el de Hyundai. Quinto fabricante de automóviles del planeta, ha anunciado el cierre de sus fábricas en Corea del Sur ante la imposibilidad de seguir funcionando. La ausencia de abastecimiento desde China hace imposible que sus plantas sigan adelante. Kia va a sufrir un destino parecido. Es probable que los productores japoneses también afronten problemas.
Industrias. Sucede que China provee con piezas clave para la construcción de coches en otros países. En Europa, de momento, el impacto es marginal. La industria lleva años centrada en un produce-donde-vendes que no amenazará el funcionamiento normal de sus centros en el continente. Pero sí en China. Sólo en Wuhan se amontonaban casi una veintena de plantas, entre ellas las de PSA, Honda o General Motors.
Todas ellas han cerrado.
Nodo. La casualidad ha querido que Wuhan sea una pieza clave en el tejido industrial chino. Lo que multiplica las consecuencias económicas de su cierre. El gobierno mantiene abiertas tanto las centrales eléctricas como las plantas dedicadas a la producción de acero, productos químicos y semiconductores. Pero no las de coches. Hubei produce unos 2,4 millones de vehículos al año, un 10% del total de China.
La relevancia es tal que el gobierno, en su campaña "Made in China 2025", impulsó la apertura de numerosas iniciativas de alta tecnología en Wuhan. El sector tecnológico también ha observado cómo sus cadenas de distribución han entrado en problemas.
Cobre. Es decir, el coronavirus está amenazando el crecimiento normal de la economía mundial. ¿La prueba del algodón definitiva? Dos productos que atraviesan horas bajas: cobre y petróleo. China es la principal consumidora del primero y una de las principales del segundo. La baja demanda ha tirado sus precios a mínimos interanuales, en lo que suele ser un indicador fiable sobre la salud de la economía del planeta.
Consecuencias de paralizar una provincia clave en la industria global. Y de un virus que contabiliza ya 28.000 casos.
Imagen: Liang zhen/AP
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