La crisis internacional del Aquarius: la Italia de la Lega augura mal futuro para los refugiados

ACTUALIZACIÓN: Según El País, el nuevo presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha dado instrucciones para que España acoja en el puerto de Valencia al barco Aquarius. Sánchez, en conjunto con Barcelona y Valencia, ha ofrecido nuestras costas ante la ONU como "puerto seguro", y estaría a la espera de la confirmación para que atraque.

Aquarius es uno de los barcos de la ONG italo-franco-alemana SOS Meditérranée y gestionado con Médicos sin fronteras que desde hace años realiza operaciones de rescate de migrantes en aguas mediterráneas. Este fin de semana, como muchos desde 2015, miles de individuos huían de la guerra y la desesperación económica y poniendo rumbo a Europa en frágiles embarcaciones. Ayer cientos de libaneses salieron de Trípoli, 629 de ellos fueron rescatados in extremis por este barco, y desde hace ya casi 24 horas se mantienen apiñados en el navío solidario sin un destino fijo, en mitad del agua y de una crisis política internacional. Dicen que les queda comida para máximo dos o tres días.

La Italia de la Lega dice no: es, si cabe, lo más grave del asunto. Siguiendo los protocolos habituales de estas operaciones de rescate, el Aquarius aceptó las instrucciones del Centro de Coordinación Marítima de Roma, que le ordenó que se fuese acercando al puerto italiano de Messina para desembarcar a sus pasajeros. Mientras se acercaban a este punto, el nuevo ministro del Interior italiano y líder de la xenófoba Lega ordenó cerrar los puertos del país, dejándoles burocráticamente asfixiados.

Malta se lava las manos: a escasos kilómetros de un puerto de Malta, los del Aquarius pidieron socorro al Gobierno de La Valeta; pero Interior rechazó su petición, ya que el rescate había tenido lugar en una zona que no es de su competencia, sino de Italia. La política está por encima de la solidaridad y la urgencia humanitaria.

España, estudiándolo: es lo que ha afirmado esta mañana que está haciendo nuestro país la recién estrenada nueva ministra socialista de Defensa, Margarita Robles. "En una situación de riesgo para la vida humana la prioridad tiene que ser salvar vidas humanas", ha dicho. Con la nueva noticia se dibuja como posible un atraque del Aquarius en nuestras costas.

Matteo Salvini: está siendo el gran triunfador de este suceso. Son precisamente los más de medio millón de migrantes que han pasado por las aguas de Italia en los últimos años (aunque muchos de los afectados sólo toman Italia como punto de desembarco, no como destino final en su travesía hacia un nuevo hogar) los que han llevado hace escasos días a este líder xenófobo a lo más alto de las política, ganando a Berlusconi a su propio juego y dejando con sus declaraciones al ex Presidente como un socialista. Ayer mismo tuiteaba desde su cuenta #cerramoslospuertos. Es el inicio de sus promesas electorales, entre las que también se cuentan expulsar a 500.000 inmigrantes, desmantelar los asentamientos de gitanos (30.000 personas), aprobar una ley de defensa propia y endurecer las penas. Muchas de estas propuestas van contra las reglas internacionales y es posible que Europa tenga que luchar por obligar a Italia a cumplirlas. También es lo que el pueblo alpino ha defendido en las urnas.

El cerco a la asistencia en mar: el trabajo en las costas mediterráneas de las ONGs está en peligro. Se acusa a las organizaciones de actuar como taxis entre los países emisores y los receptores, llegando incluso a atribuirles delitos de tráfico humano por estar compinchadas con las mafias. Son medidas coercitivas para que los barcos que aún sobrevivan realizando estas labores se desanimen y dejen libres los mares. Si los cierres de fronteras y los millones en financiamiento de los retornos voluntarios no bastan, habrá que tomar medidas más extremas, como la que protagonizó hace no mucho el español Open Arms y ahora el Aquarius.

La UE, culpable: de nada sirve reprochar a Italia que deje morir a miles de personas en su patio trasero si sus socios y vecinos miran para otro lado. El origen de esta tensión política comenzó en 2013, cuando el socialdemócrata Matteo Renzi dio el OK a las operaciones de rescate ante la crisis humanitaria esperando que Europa se repartiese la creciente carga migrante. Primero, Europa no ayuda en los desembarcos (si Italia gestiona el 86% de estos encuentros, Grecia asume un 9% y España sólo un 4%), pero además la Unión sólo acepta a los refugiados políticos, una exigua parte del total, en el que la mayoría acaban etiquetados como refugiados económicos. Hablamos casi de un millón y medio de personas.

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