Hay muchos modos de cruzar Europa. El más elemental es el coche: permite atravesar el corazón del viejo continente a través de sus múltiples y seguras carreteras. No es el único. ¿Qué hay del avión? Rápido, pero aburrido. ¿Y de la bicicleta? Bonita, pero sufrida. Si te aburre conducir pero amas conocer paisajes físicos y humanos, tu alternativa es el barco. Porque sí, se puede recorrer Europa de punta a punta sin poner un pie a tierra.
No en vano la mayor parte del continente es llana y está repleta de agua. Al contrario que países secos como España o México, los países del norte europeo viven en una gigantesca llanura que se extiende desde allende los Pirineos hasta prácticamente los Urales, lo que ha facilitado históricamente las comunicaciones. La abundante cantidad de cursos fluviales, lluvias y grandes ríos favoreció, también, la creación de canales.
Mirar a un mapa de Europa es mirar a un mapa del agua dulce. Así, desde los numerosos canales artificiales que durante siglos han vertebrado el interior industrial y comercial de Bélgica y Países Bajos, favorecidos ambos por una geografía suave con multitud de cauces de calado, es posible iniciar un recorrido que termina en el Mar Negro. Y que, en su transcurso, lleva a multitud de rincones.
Pensemos en la vía principal que vertebra el corazón fluvial de Europa: el Danubio. Surge en las postrimerías de los Alpes, en Alemania, y atraviesa toda Europa del Sudeste, desde Viena hasta Bucarest, cruzando algunas de las capitales más significativas dele viejo continente. Antaño frontera del Imperio Romano, es navegable en su práctica totalidad.
Y dado que su nacimiento es relativamente próximo al del otro gran río europeo, el Rin, ha sido cuestión de tiempo y de tecnología que ambos hayan quedado unidos gracias a diversos sistemas de represas y canales que permiten el traspaso de tráfico del uno al otro. A mediados del siglo XIX, el rey de Baviera encargó la construcción del Ludwigskanal, que une el curso alto del Danubio con el río Meno, afluente del Rin.
Y así, Europa quedó conectada en barco desde Ucrania hasta Bélgica.
Hay multitud de canales y vías abiertas a lo largo del norte y del centro de Europa. Por ejemplo, es sencillo iniciar un trayecto en Praga (gracias al Morova, afluente del Elba) y caminar hasta Gdansk o Varsovia, previo paso por Berlín. También puedes iniciar tu camino en Marsella y desde ahí trasladarte al Rin, gracias al canal Ródano-Rin. O llegar a Le Havre cruzando el océano, remontar el Sena hasta París y encadenar canales y puentes fluviales hasta Kiel, al norte de Alemania.
No todos tienen la misma capacidad, y el distinto grosor y color de cada autovía indica las alturas y anchuras máximas para la navegación fluvial y el número de contenedores que se pueden transportar. En ocasiones, los canales son meros canales de navegación pequeña, sin capacidad de transporte de mercancías. En otras, como en las desembocaduras de los grandes ríos, funcionan como puertos.
Este fascinante mapa (PDF) de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa muestra con todo detalle los mil y un recovecos navegables de Europa, y sirve de mirada alucinante hacia los prodigios de la tecnología fluvial y de la ciencia de la infraestructura. Con recuadros agrandados para los puntos más densos (el Benelux y los alrededores de Berlín), es una pieza de fantasía para los amantes de los mapas y las comunicaciones.
Obviamente, hay que recalcar la intensa red de canales rusos, que conecta el Mar Báltico con el Negro a través del Volga, y la virtual y tenue conexión entre el Gironda y Montpellier, dando acceso a todo el corazón fluvial de Europa. Pese a lo concentrado de la red (noreuropa y centroeuropa, inexistente en la península ibérica o la itálica, residual en los países escandinavos, ausente en las esquinas montañosas dele continente) es muy extensa.
Berlín y alrededores, con varios canales en reforma o construcción (todos ellos para llegar al Elba).
Reino Unido tiene tenues ríos y canales que conectan virtualmente el norte y el sur del país, pero sólo las desembocaduras del Hull, del Támesis y el estuario del Mersey tienen navegación fluvial significativa.
La poca profundidad de los ríos ibéricos reduce a cotas marginales la navegación fluvial de España y Portugal. Sólo el Duero gracias a un sistema de represas y el Guadalquivir gracias a su profundo estuario permiten algún tráfico significativo.
Bélgica es uno de los países mejor conectados por canales, especialmente de las Árdenas hacia el Canal de la Mancha. Ciudades no marítimas como Amberes se han convertido en grandes puertos mundiales gracias a las reformas fluviales acometidas desde hace siglos.
Lo mismo se puede decir de Países Bajos, las tierras donde el Rin va a encontrarse con el mar. Los canales no sólo sirven para pintorescos propósitos turísticos, sino que comunican la totalidad del país, sirviendo de puerta de entrada a las millones de mercancías anuales que mueve el puerto de Rotterdam, el más grande de Europa y uno de los diez más potentes del planeta.
Algo más al este, la llanura se extiende. El Elba es navegable en su totalidad desde Praga hasta su desembocadura, y gracias a multitud de canales queda conectado con el Weser, la cuenca del Ruhr (ahora en obras) y, finalmente, el Rin. Desde Berlín es posible remontar varios ríos y canales hasta llegar al gran puerto del báltico, Gdansk, y también alcanzar Varsovia gracias al Oder y al Vístula (su operatividad para mercancías es mucho menor, no obstante).
El canal que conecta el curso alto del Danubio, mucho antes de llegar a Viena, con el Meno, el poderoso afluente del Rin, es clave para asegurar una continuidad fluvial desde el Mar del Norte hasta el Mar Negro. En la imagen se puede apreciar cómo el Rin es navegable y capaz para el transporte de mercancías desde prácticamente su nacimiento. Así como diversos afluentes como el Mosel o el Neckar también aguantan mercancías, lo que permite el florecimiento de polos industriales como Metz o Stuttgart.
Una vez en el Danubio, es coser y cantar. El río es navegable desde Baviera y aguanta barcazas y barcos de gran capacidad desde Viena. Un amplio número de afluentes son navegables, como el Drava, el Vah o el Tisza. A la altura de Belgrado se convierte en un río de deslumbrante anchura y calado, con una extensa red de canales asociados. Una vez superados los Balcanes medios, se dirige hacia el Mar Negro con la máxima de las capacidades fluviales bajo los estándares europeos.
Aunque más aislada, la red de navegación de Rusia es también impresionante. Gracias a diversos canales, es posible iniciar un trayecto en San Petersburgo (e incluso más arriba, en Belomorsk) y terminarlo en Astrakán, cruzando de norte a sur toda la geografía de la Rusia europea gracias al grandioso Volga.
Francia es el primero de los países fluviales, y pese a que el sur de su geografía es más quebrada, es posible unir la imponente desembocadura del Garona, en Burdeos, hasta Montpellier, conectando Toulouse gracias a un pequeño canal (el Midi-Garona). Una vez en Montpellier, se toma el canal del Sete hasta Arles, conectando ya con el Ródano. Desde ahí, el río es remontable hasta Lyon. La gran ciudad del sur abre las puertas del intrincado sistema de canales del norte de Francia, que permite virtualmente llegar hasta Dunkerque atravesando todas las grandes ciudades a su paso.
Aunque de pequeña capacidad, el canal que une el Rin y el Ródano sirve para unir Francia desde el sur con el resto de sistemas fluviales de Centroeuropa. Fue abierto en 1833.
Aunque totalmente aislada del resto de Europa por culpa de los Alpes, el norte de Italia tiene su pequeño sistema de canales y ríos navegables en torno al cauce del Po.
Una mirada más extensa al corazón fluvial de Europa.