¿Cuál es el animal más inteligente que nos comemos?

Cada día aprendemos un poco más sobre la inteligencia de los animales. Nuestro ego como especie se ha quitado la venda y ahora podemos clasificar a nuestros compañeros de planeta en algo más que "humanos listos, monetes graciosos y, el resto, todos tontos".

Sabemos que los delfines cuentan con cerebros tan complejos como el nuestro. Que las cacatúas pueden bailar y hacer preguntas existenciales y que las ballenas son casi tan creativas como nosotros cazando su comida. Pero, ¿y de los animales en los que pensamos sólamente como "comida"? ¿Estamos cocinando seres más capaces de lo que creíamos?

Pero, ¿qué es la "inteligencia animal"? Hemos tardado bastante tiempo en darnos cuenta de que no es como la nuestra y, por tanto, que no podemos intentar medirla como tal. Hasta hace poco, los test a los que sometíamos a los animales tenían tres problemas: el diseño del experimento (que señales algo a un animal sin manos es como intentar descifrar sin conocimiento previo el lenguaje corporal de un gato), el trasladarles comportamientos "humanos" como muestra de inteligencia (el "autocontrol") o, directamente, el no tener ni idea de cómo hacen las cosas.

El pulpo

Aún así, poco a poco hemos descubierto facetas que nos harán repensar si no nos estamos comiendo a vecinos evolutivos con capacidades mentales sorprendentes. Con los pulpos y sepias a la cabeza. El sistema nervioso de estos invertebrados les convierte en una de las criaturas más "listas" y fascinantes del planeta. Son capaces de usar herramientas, algunas familias son capaces de mimetizarse con el entorno de forma absolutamente alucinante,

pueden aprender de sus errores, desarrollar estrategias, resolver problemas complejos...

Poseen una destreza distribuida con la que nosotros no podemos ni soñar: cada tentáculo tiene "mente" propia, lo que les convierte en los únicos seres del planeta frente a los que no podemos presumir de pulgar oponible. Son aventureros y exploradores, capaces incluso de darle la vuelta al concepto "pesca submarina".

Son tan distintos de nosotros que más de un científico los ha calificado de "inteligencia alienígena". Tanto, que son los únicos invertebrados con tratamiento especial en las leyes sobre experimentación animal del Reino Unido. Normal, también, si consideramos que esa inteligencia y su habilidad de escurrirse enteros por cualquier agujerito les ha llevado a protagonizar intentos de fuga de todo tipo y saltarse las pruebas diseñadas para ellos.

A su familia, los cefalópodos, se la considera como "los primeros seres inteligentes del planeta". También dan para teorías tan locas como que decoran sus casas o que, hace decenas de millones de años, sus antepasados hacían autorretratos... con las vértebras de sus víctimas.

El equivalente submarino prehistórico a colgar una calavera en la puerta de tu casa.

Afortunadamente, no tienen ningún tipo de transmisión cultural entre generaciones -que sepamos-. Si los pulpos fuesen capaces de enseñar a sus descendientes lo que saben y aprenden, jamás me plantearía comerme a un bicho ninja, espabilado, venenoso, con más brazos que yo y capaz de atacar fuera del mar.

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El cerdo

Moritz, un cerdo alemán capaz de resolver puzles sin ayuda.

Comer cerdo es tan natural que siempre olvidamos que son uno de los animales del planeta más parecidos a nosotros por dentro. Y el resto de sus capacidades: existen bastantes casos documentados, desde hace siglos, de gente que ha preferido el cerdo al perro como mascota centinela. Son astutos, capaces de engañar a sus oponentes intencionadamente, algo al alcance de muy poquitos animales. Son tan listos que, sometidos al test del espejo -que se usa para averiguar si el animal tiene conciencia de sí mismo-, en unas horas pueden interpretar cómo funcionan los espejos y usarlos para encontrar objetos ocultos.

También tienen una compleja vida y estructura social -los que pueden vivir fuera de las granjas-, pueden identificar y recordar a largo plazo tanto a cerdos como a otros animales -como nosotros- y responden a su propio nombre. Oh, y aparte del meme de que tienen orgamos de 30 minutos (algo que, en mi libreta llamada "CIENCIA CHACHI" les garantiza un lugar en el puesto de "animales más listos que yo") son capaces de jugar a videojuegos y realizar otras "pruebas de inteligencia" diseñadas para primates:

La vaca

Sorpresa: resulta que apartar a los terneros de sus madres y quitarles los cuernos les produce algo parecido al pesimismo. No sólo eso, sino que son más listas de lo que pensábamos, capaces de aprender -a su ritmo- estímulos individuales y de disfrutar sus propios logros cuando aprenden a resolver problemas.

Puede que las vacas no nos parezcan muy inteligentes en comparación al resto de los animales de la lista, pero la exhibición de cognición "emocional" que registran los estudios hace que tengamos que mirarlas con otros ojos. Es decir: puede que no haya que calificar a los animales como "más listos que", una escala linear que no lleva a ningún sitio. Sino aceptar la idea de que muchas especies poseen capacidades únicas que habíamos ignorado en busca de ese CI animal inexistente.

Otros animales de granja

Así, aparte de un complejo sistema de comunicación de al menos 30 señales únicas, sabemos que las gallinas son capaces de rudimentarias habilidades matemáticas (pueden diferenciar entre un grupo grande y un grupo pequeño, aunque sólo haya un elemento de diferencia) y de entender ciertas propiedades transitivas (si A es mayor que B y B es mayor que C, entonces A es mayor que C).

O, en otra muestra de lo mucho que nos queda por aprender de los animales, que los pavos no son completamente idiotas, sino que la domesticación y ciertas condiciones genéticas hacen que nos lo parezcan. No, no se ahogan con la lluvia porque son tan bobos que se quedan mirando al cielo, sino que es una tortícolis. No, no son tan estúpidos que ignoren que no pueden volar, sino que están criados para ser muchísimos más gordos que sus primos salvajes -que vuelan bastante bien-. No, no es cierto que no sepan cómo reproducirse solos: están tan gordos que no pueden. Eso sí, Tom Savage, el científico que afirmaba esto en 2003 tras 30 años de estudios, también declaraba que en Acción de Gracias se comía uno igual.

Dos cabras resolviendo un problema para conseguir comida.

Algunos animales son más capaces en un área que en otra. Un experimento con cabras demostró que algunas podían aprender a resolver el "problema de la caja" (activar un mecanismo) para conseguir comida. Y recordarlo 10 meses después. Pero, sin embargo, si ponías a otras cabras a mirar cómo lo hacían las que tenían éxito, eran incapaces de aprenderlo sólo por observación, una de las habilidades más útiles que te puede dar la inteligencia.

Sin embargo, ese experimento demuestra los problemas humanos de los que hablábamos antes. ¿La muestra? 12 cabras. Nueve aprendieron a usar el mecanismo. A dos las descalificaron por intentar un atajo (abrir la caja a topetazos), que es bastante arbitrario: "esta cabra es estúpida porque no resuelve el problema como yo quiero", algo que me recuerda mucho a mis años en el colegio. La última era imbécil perdida, la pobre: tras 22 intentos tiraron la toalla. Es decir, un 25% de tu ya de por sí reducida muestra no supera el experimento por decisión humana o porque han escogido a la cabra con menos luces de la zona. La falta de resultados fiables es común a todo este artículo.

Estamos todavía en lo anecdótico

Hasta hace poco, pensábamos que los elefantes no sabían usar herramientas para conseguir comida. Y sí pueden, el problema es que el experimento que se usaba para comprobarlo era darles un palo para que lo usasen con la trompa. Y la trompa es lo que utilizan para localizar los alimentos. Como explicaban en The Atlantic, es "como si le dieses cubiertos a un humano que tuviese los ojos en las manos".

Entre lo reducido de los estudios y el problema principal de cómo demonios hacer experimentos que se salgan de nuestra perspectiva antropocéntrica, sólo podemos inferir qué pasa por las cabezas de nuestros compañeros de planeta. Con los primates y los cetáceos es más fácil, también por antropocentrismo: nos caen bien. Y tienen sistemas de comunicación que nos hacen pensar que poseen un lenguaje. Y porque pueden pegarnos palizas en algunas áreas, como la memorización de elementos aleatorios, que podríamos confundir fácilmente con inteligencia:

Un atropocentrismo que se desvanece cuando examinamos animales más lejanos a nuestra perspectiva de mamíferos. Últimamente hemos descubierto que algunos animales, como los cuervos, son tan fascinantes como los pulpos: capaces de manipular objetos hasta convertirlos en herramientas -un comportamiento avanzadísimo-

O de montar planes de varios pasos para conseguir sus fines. Sin que nadie les enseñe cómo hacerlo.

Combinemos eso con sus capacidad para aprender de otros cuervos, diseñar estrategias en conjunto y poseer una excelente memoria y capacidad de reconocimiento -sí, pueden quedarse con tu cara- y... Bueno, lo que decíamos de los pulpos. En este caso, me alegro de que "exdinosaurios listos voladores de aspecto gótico" no formen parte de la dieta.
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Foto:
Pulpo cocinado - José Antonio Gil Martínez

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