El pasado mes de julio fue el mes de julio más caluroso desde que se tienen registros, según el análisis de las temperaturas globales hecho por los científicos del Instituto Goddard de Estudios Especiales, dependiente de la NASA. Así, en Europa, el Servicio de Cambio Climático de la Unión Europea informó que las temperaturas en el mes de julio superaron la media registrada entre 1980-2010 en la mayor parte del continente. Para el caso de España se trató sólo del cuarto mes de julio más caluroso desde 1955. Pero es significativo que el podio de los tres meses de julio más calurosos lo ocupen 2015, 2006 y 2010.
A su vez, la Organización Meteorológica Mundial reseñó que se habían registrado temperaturas superiores a 50 grados centígrados en varios lugares de Oriente Medio y que tenía pendiente confirmar cierto registro que establecía un récord absoluto mundial. No se trata de una anomalía estadística. El mundo lleva registrando récord tras récord de temperatura desde octubre de 2015.
Podríamos estar ante pruebas de que el planeta vive un cambio climático. Pero mientras el tema es objeto de una virulento debate, los biólogos tienen argumentos que aportar. Como recogían en Xataka, según un informe del Centro Superior de Investigaciones Científicas un 20% de España ya sufre desertización. Y los cambios en los ecosistemas ya son perceptibles. La Sociedad Española de Ornitología ha constatado la presencia en España de especies africanas como el vencejo cafre, el bulbul naranjero, el ratonero moro o el vencejo moro. Por ejemplo, la reproducción del vencejo cafre fue verificada por primera vez en 1966 y hoy ya se encuentra en diez provincias del país.
El problema del cambio climático se encuentra en los efectos ocultos en los países sin recursos y en zonas del planeta con climas más extremos. Según Harald Welzer, autor de Guerras Climáticas, a lo que tenemos que prestar atención no es al cambio climático en sí, sino a cómo se ven afectadas las "condiciones de superviviencia" por fenómenos como la escasez de agua potable, la reducción en la producción de alimentos, el aumento de los riesgos para la salud y la reducción del espacio vital a causa de la degradación de la tierra y las inundaciones.
Todos estos fenómenos son los que empujan a las personas a actuar, sea enfrentándose a otros por los recursos escasos o desplazándose a otro lugar en busca de ellos. Así que para entender el papel del cambio climático en el origen de los conflictos armados, la violencia entre grupos étnicos y las migraciones el profesor Welzer llama a estudiar los "vínculos ecosociales".
Darfur y Siria: consecuencias de las sequías
Welzer pone como ejemplo en su libro al conflicto de Darfur y lo llama la "primera guerra climática". Darfur es una provincia de Sudán, país que está atravesado por la divisoria entre el África árabe y negra. El conflicto estalló en 2003 entre el gobierno y fuerzas insurgentes cuya base social eran etnias subsaharianas del sur del país. Fue una guerra brutal, con violaciones masivas de los derechos humanos. De hecho, peso actualmente sobre el presidente sudanés, Omar Al Bashir, una acusación de la Corte Penal Internacional por los presuntos delitos de genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra.
Buena parte del "trabajo sucio" en el bando gubernamental lo realizó las milicias yanyauid ("hombres" o "demonios", según versiones, a caballo), integradas por población de etnias nómadas y pastoriles. Según Welzer, el contexto de fondo en la guerra fue el aumento de la población en el país y las sucesivas sequías a partir de 1984, que fueron empujando a los pueblos nómadas y pastoriles más hacia el sur. Surgió así el conflicto con los pueblos agrícolas subsaharianos por las cada vez más escasas tierras fértiles.
Otra sucesión de sequías golpeó duramente un país que hoy ocupa los titulares de prensa. Entre 2006 y 2010 cuatro sequías afectaron Siria, la más devastadora de ellas la que sufrió el país entre 2007 y 2008. Según una investigación dirigida por Colin P. Kelley, las sequías en Siria no fueron una anomalía, sino el último episodio de una tendencia a largo plazo en Oriente Medio. Kelley destacó además el enorme aumento de la población urbana en el país, un 50% en ocho años, debido a la llegada de refugiados iraquíes y al desplazamiento interno de afectados por las sequías desde las regiones rurales.
Precisamente los efectos sociales de la sequía ya fueron anticipados en un cable diplomático de noviembre 2008, enviado por la embajada estadounidense en Damasco y filtrado por WikiLeaks, donde se alertó del “potencial para la destrucción social y la inestabilidad política” de la sequía. El remitente del mensaje cuenta que el ministro de Agricultura sirio había confesado que lidiar el impacto económico y social de la sequía iba más allá de las capacidades de su gobierno. Y se advirtió entonces de la posibilidad de que muchos agricultores se vieran obligados a emigrar hacia las ciudades.
Los presagios se vieron confirmados por una comisión de Naciones Unidas, que visitó Siria entre el 29 de agosto y el 7 de septiembre de 2010, sólo medio año antes de que empezaran las primeras revueltas, para estudiar el impacto de la sequía en el país y coordinar esfuerzos para mitigar el impacto en la población. La comisión señala que las sequías se vieron agravadas además por plagas en los cultivos de trigo y que la escasez de agua no sólo afectó a los agricultores, sino que los pastores perdieron la mayoría de sus rebaños en el noreste del país. Se produjo entonces masivas migraciones del campo a la ciudad.
Se estima que por culpa de las sequías se añadió un millón a los dos millones de personas en situación de pobreza extrema que había en el país, de un total de 23 millones de habitantes antes de la guerra. Antes de que hubiera pasado un año del estallido de las revueltas en Siria, Suzanne Saleeby hizo un repaso de los agravios económicos de la población y del proceso de ruptura del orden político en el país. Y señaló entonces que el fallo del régimen en atender las demandas sociales provocadas por la sequía había movilizado a los campesinos empobrecidos emigrados a la ciudad, donde sus protestas habían tenido eco entre la población urbana descontenta.
Los refugiados climáticos, el futuro cercano
Es posible así, repasar las revueltas populares de la Primavera Árabe y encontrar de fondo problemas relacionados con los recursos, la acción del hombre sobre el medio natural y el cambio climático, que en el caso sirio desembocaron en una población empobrecida y sin expectativas.
Los casos de Darfur y Siria tienen en común los desplazamientos de población. Los recursos escasos empujan las migraciones y ponen poblaciones en conflicto por recursos naturales, recursos del gobierno o empleo. Estaríamos entonces, ante otro fenómeno asociado al cambio climático: los "refugiados climáticos". Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el mar se elevará entre 0,36 y 0,73 metros para 2100. Eso supondrá enormes desplazamientos de población más al interior.
Un adelanto a lo que podría pasar es el caso de Isle à Jean Charles, una isla de Louisiana que ha perdido la mayor parte de su extensión frente a las aguas del Golfo de México por diversas razones y que ha llevado al gobierno de Estados Unidos a sufragar el realojo de la población. En un futuro el mismo proceso será necesario para las poblaciones litorales afectadas por la subidas de los océanos si el calentamiento global provoca un notorio derretimiento de las masas de hielo polares. En el caso de países isleños como Nauru, Tuvalu, Kiribati y las Islas Marshall, en el Océano Pacífico, supondría su total despoblamiento y el traslado forzoso de sus habitantes.
Sin embargo, no estamos ante un destino inevitable, sin más opción que paliar las catástrofes que provoque el cambio climático. El Sahel (literalmente "orilla" en árabe) es la franja semidesértica que bordea el extremo sur del Sáhara y cruza África desde la costa del Atlántica al Índico. En las últimas décadas, el desierto del Sáhara ha ido avanzando y el Sahel se ha desplazado al sur cada vez más. Los países de la región han sufrido repetidas sequías y hambrunas desde los años 80, como es el caso de Sudán. Pero ahora se está plantando en el Sahel la "Gran Muralla Verde", una franja de vegetación que fija el terreno y frena la desertización. Los resultados son alentadores en países como Senegal.
De imaginar una muralla de árboles se ha pasado a plantar en cada tramo toda clase de árboles y plantas autóctonos. Poco a poco, la vida se recupera y se van reconstruyendo ecosistemas con la reaparición de especies hasta entonces desaparecidas. Mientras tanto, los militares han tomando nota. Las fuerzas armadas de EEUU publicaron un informe sobre las implicaciones del cambio climático para la seguridad, y el ejército argelino considera al cambio climático como un desafío porque tiene que actuar para atender a la población frente a fenómenos atmosféricos extremos con más frecuencia.
Imagen | Nasser Nasser/AP Photo
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