El crítico cultural es quizá la categoría menos prestigiosa dentro del periodismo, a su vez, la profesión menos prestigiosa de la sociedad. Es una tarea en ocasiones ardua, especialmente cuando los críticos se enfrentan al insoslayable juicio del paso del tiempo. Décadas después, vistas en perspectiva, muchas críticas terminan siendo víctimas de su contemporaneidad, incapaces de comprender obras cuya proyección histórica las ha elevado a un espacio privilegiado dentro su arte.
Rastrear la hemeroteca redunda en auténticos ejercicios de crueldad para con los críticos de su tiempo. Nosotros lo hemos hecho, tratando de recopilar algunos libros, películas o discos que fueron acogidos con frialdad por sus contemporáneos, pero cuyo reconocimiento ha crecido con el paso de los años. Cuando es mejor no decir nada: críticas que se equivocaron (mucho) en su momento.
Blade Runner (1982)
Más de treinta años después, pocos dudan del carácter mitológico de Blade Runner dentro del cine de ciencia ficción. La película moldeó durante décadas nuestro concepto del futuro y de la ciencia ficción, legando no sólo un universo estético y narrativo fundacional, sino también frases y escenas inolvidables. Hoy, la cinta dirigida por Ridley Scott cuenta con el reconocimiento unánime de crítica y público, pero no siempre fue así. A los días de su estreno, el periodista Diego Galán, de El País, escribía lo siguiente sobre la película, titulando "Una historieta pretenciosa":
La ficción científica de consumo parece conformarse con hacer decorados con maquetas espectaculares y con la repetición de una historieta de aventuras que debe al telefilme cotidiano sus más complejos pensamientos. En la vistosidad, pues, de fotografía y decorados confían estos autores para atraer la atención del público; lógicamente cuentan también con un poderoso lanzamiento publicitario que saben utilizar con eficacia. Blade Runner fue presentada en el último festival de Venecia, donde sorprendió a quienes confiaban esperanzados en que la nueva obra del director de Alien aportaría un mundo imaginativo capaz de enseñar a los demás para qué podían servir la libertad y los medios. De ahí que decepcionara a gran parte de la crítica que Ridley Scott se limitara a inspirarse en el Metrópolis —que Fritz Lang dirigió en 1927— para no superarlo.
Para Galán, Blade Runner parecía más "un spot televisivo que una película hecha seriamente", en referencia a las constantes referencias a la ubicuidad de la publicidad en nuestra sociedad contemporánea, quizá uno de los grandes aciertos de Scott. "Fueron escasos los que no supieron apreciar la dificultad que tiene Scott para narrar con sencillez una historieta tan simple", sentenció. Tres décadas después, Galán aún sigue siendo preguntado en Twitter por esta crítica.
Exile on Main St. (1972)
Refugiados en un chateau francés cerca de Niza, The Rolling Stones, huidos de Reino Unido por ciertas desavenencias con Hacienda, grabaron el que es posiblemente su mejor disco: una pieza de cuatro caras en la que se condensan dieciocho canciones y algunos de los momentos más inspirados de su carrera. En 1972, sin embargo, Rolling Stone, la revista, consideraba su obra un ejercicio un tanto repetitivo, pobremente producido y por debajo del resto de su discografía:
Algunas canciones son mejores, algunas canciones son peores, algunas canciones se convertirán en tus favoritas, y probablemente encontrarás algunas otras mirarás el reloj para ver cuándo terminan (...) Si por un lado las canciones prueban la eterna constancia y atractivo del grupo, por otro puedes terminar el disco y sentirte vagamente insatisfecho, lejos de los picos que este grupo de grupos siempre ha mostrado como un premio especial en el pasado.
Para Lenny Kaye, las canciones sólo eran versiones matizadas de un mismo tema, densas e imprenetables, precisamente en uno de los discos más accesibles producidos por el grupo. Kaye auguraba, eso sí, mejores momentos por venir en el futuro, y resumía Exile on Main St. como un paso intermedio, acaso en falso, de un grupo que aún tenía que alcanzar su pico. Nada más lejos de la realidad: The Rolling Stones jamás volverían a repetir semejante momento de inspiración.
El Padrino II (1974)
Dos años después del éxito internacional de El Padrino, Francis Ford Coppola estrenaba su, a la postre, aclamadísima secuela, El Padrino II, en la que rastreamos la herencia de Vito Corleone y sus orígenes en el Nueva York vivero de inmigrantes de principios del siglo XX. Hoy ambas películas se cuentan, a menudo, entre las mejores de la historia, y su reconocimiento entre los críticos de ayer y de hoy es casi unánime. Pocos días después de verla por primera vez, sin embargo, Vincent Canby, de The New York Times, tenía palabras menos halagüeñas para con la cinta:
Lo único destacable de El Padrino II, de Francis Ford Coppola, es la insistente manera en la que recuerda cómo la película original era mucho mejor. Entre otras cosas, evoca la tremenda narrativa que dirige a El Padrino y la presencia dominante de Marlon Brando en el rol principal, el cual, aunque no muy largo, unificaba la película y transformaba una película de súper gansters en una única crónica familiar (...) Es un monstruo de Frankenstein cosido de piezas sobrantes. Habla. Se mueve a trompicones pero no tiene consciencia de sí mismo. Ocasionalmente repite un argumento ya expuesto en El Padrino (el crimen organizado es simplemente otro tipo de negocio en América, por ejemplo), pero su profundización es aburrida llegados a este punto. El Padrino II (...) no avanza demasiado sin que uno se dé cuenta de que no tiene nada más que decir. Todo lo interesante fue minuciosamente cubierto en la película original, pero como gran parte de la gente que no tiene nada que decir, el Padrino II nunca se calla.
Paranoid (1971)
Padres fundadores de casi cualquier variante del Metal contemporáneo, Black Sabbath es uno de los grupos más influyentes e importantes de todos los tiempos. Sin embargo, en sus prolíficos inicios sus críticos fueron duros y poco transigentes con su versión pesada, oscura y ligeramente satánica del tradicional blues. Rolling Stone, de nuevo, mostraba su escepticismo para con Paranoid, uno de sus discos más aclamados, tras haber criticado con severidad su debut un año antes:
No son los "niños de las flores", la siniestra emanación de una generación que sólo ayer, al parecer, estaba dispuesta a cambiar el mundo al borde del holocausto nuclear y de la sobrepoblación en una utopía de paz y amor. Hincan la rodilla en señal de lealtad frente al Anticristo. Se chutan M y practican sexo en grupo. Ningún acto es demasiado depravado, ningún pensamiento es demasiado bizarro mientras se sumergen de forma más y más profunda en un reino de perversión, en el último "viaje" de su propio infierno de moda. Orgías, incesto, drogas, homosexualidad, necrofilia, Satanismo, incluso sacrificios en vida.
¿A quién se refería Nick Tosches tras un largo párrafo evocando situaciones grotescas o terroríficas? A aquellos que, tras la psicodelia y el hippismo de los años sesenta, admiraban a Black Sabbath a principios de la década siguiente, hundido el sueño de Woodstock.
Y esta es su música. Quizá no te guste su "mensaje", quizá no te guste su vocalista principal (Kip Treavor) (...), pero te debes a ti mismo, como una persona preocupada por su sociedad contemporánea o meramente interesada en la escena artística underground de la juventud en general, estar al tanto de los sonidos "heavy" del Satanismo de chicle, y si alguna vez los ves en directo, desvisten a una hippie.
En el colmo del ridículo, Tosches ni siquiera identificaba correctamente al vocalista.
Lolita (1955)
Hoy, Vladimir Nabokov es considerado, en términos generales, un gran escritor del siglo XX. Su obra Lolita se cuenta entre las más emblemáticas de la pasada centuria, gracias a su narración de la relación obsesiva de un adulto norteamericano con una niña de 12 años. Pues bien, en su momento, el libro fue recibido con frialdad por algunos críticos, quienes observaron en la sexualización de la menor un aspecto censurable, pasando por alto el subtexto de la historia. Esto decía The New York Times en su momento, cuando la novela de Nabokov fue publicada.
Lolita, entonces, es algo indudablemente novedoso en el mundo de los libros. Desafortunadamente, son malas noticias. Hay dos razones igualmente serias por lo que no merece la atención de ningún adulto. La primera de ella es que es aburrida, aburrida, aburrida en un modo pretencioso, florido y maliciosamente fatuo. La segunda es que es repulsiva (...) Sobrepasar la peligrosa línea artística de la locura es otro error fatal. Es donde una manía particular se convierte en una perversión como la de Humbert. Describir tamaña perversión con el entusiasmo del pervertido sin ser desagradable es imposible. Si Nabokov lo intentaba, ha fracasado.
Apocalypse Now (1979)
Un puñado de años después de El Padrino II, Francis Ford Coppola trasladaba sus cámaras a la selva de Vietnam, donde adaptaría la imprescindible novela de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas. Del Río Congo al Nung, del colonialismo belga a la Guerra de Vietnam, Apocalypse Now, décadas después, sigue siendo una de las obras bélicas más relevantes de la historia del cine, y, en términos generales, cuenta con una gran consideración dentro tanto de los círculos críticos como del resto de la población. En su día, sin embargo, The Weekly optó por detestarla:
Apocalypse Now es una película tonta que sólo podría haber sido hecha por un hombre inteligente y talentoso. Empuja su atrocidad con tal convicción y sofisticación técnica que, a primera vista, decidí de forma inmediata retener un juicio firme hasta que la hubiera visto de nuevo. Quizá había pasado por alto alguna ironía crucial, algún ingenioso marco narrativo que, debidamente entendido, convertiría su aparente estupidez en audacia. No lo encontré. No está ahí. Lo que hay es la evidencia de un razonablemente talentoso director de cine sobre-extendiéndose de forma espectacular, Francis Ford Coppola, quien, habiendo logrado que su épica moda sea aceptada como gran cine, se sintió listo para hacer Ciudadano Kurtz.
Led Zeppelin I (1969)
Del mismo modo que Black Sabbath, Led Zeppelin son una de las bandas más influyentes y relevantes del rock contemporáneo. No sólo por su indiscutible talento (pese a la alargada sombra de los plagios), sino por la evidente influencia en numerosos estilos y grupos actuales de probado éxito. En 1969, no obstante, cuando publicaron su primer disco, la crítica musical les trató con escasa benevolencia, como poco después le sucedería a Black Sabbath. Aquí tenemos a John Mendelsohn explicando todo lo que estaba mal con un disco colosal, hoy reverenciado.
Jimmy Page, alrededor de quien Led Zeppelin pivota, es, de forma admitida, un extraordinariamente productivo guitarrista de blues, y un explorador de las posibilidades eléctricas de su instrumento. Por desgracia, también es un productor muy limitado, y un escritor de débiles, poco imaginativas canciones, de modo que el disco de Led Zeppelin sufre tanto de que él lo haya producido como de que haya escrito la mayor parte de él (ya sea solo o en combinación con sus compañeros de grupo) (...) Da la sensación de que, en caso de que quieran ayudar a rellenar el vacío creado por el fin de Cream, tendrán que encontrar un productor (y un editor) y algo de material digno de su atención colectiva.
El Gran Gatsby (1925)
Los errores críticos se remontan al origen de los tiempos. Son inevitables y siempre sucederán: la percepción que la sociedad tiene de una obra de arte cualquiera siempre cambia con el paso del tiempo, especialmente de la mano de significativas revoluciones culturales. El Gran Gatsby ha logrado, por contra, mantenerse como un libro esencial para entender el Estados Unidos de su tiempo. Hoy, Fitzgerald le debe parte de su proyección a dicha obra, aunque en su día fueran numerosos los críticos que decidieran ponerle a caer de un burro por este libro. Véase:
Scott Fitzgerald merece un buen meneo. Aquí tenemos a un infalible talento desavergonzado de convertirse a sí mismo en un disparate. El Gran Gatsby es una historia absurda, ya sea considerada como romance, como melodrama o como un mero recuerdo de la alta sociedad de Nueva York.
O esta otra, tan lapidaria como, hoy, hilarante, publicada en New York Evening World:
Estamos bastante convencidos después de leer El Gran Gatsby de que Scott Fitzgerald no es uno de los grandes escritores norteamericanos de nuestro tiempo.
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