Normalmente pensamos que la naturaleza y las ciudades son polos opuestos, pero no es cierto. Tal y como demuestra mi investigación sobre Bangalore o Bengaluru (la ciudad más tecnológica de la India), a lo largo de los siglos la población de esta región creció gracias a la naturaleza, y no al revés.
En mi libro La naturaleza en la Ciudad: pasado, presente y futuro de Bangalore me adentro en la historia ecológica de una ciudad india que se remonta hasta el siglo VI DC.
Las inscripciones en placas de piedra y de cobre muestran que el punto de partida para la creación de un nuevo poblado muchas veces era un tanque o un lago para la recolección del agua de lluvia: algo esencial y vital en una región con escasez de precipitaciones. Estas inscripciones nos proporcionan una visión fascinante de la estrecha relación que estos primeros residentes tenían con la naturaleza: describían el paisaje como un conjunto de lagos, las tierras secas de regadío a sus alrededores, los "pozos por encima" y los "árboles por debajo".
Esta vista tridimensional del paisaje, que consta de dos recursos principales, el agua (el lago) y los alimentos (la agricultura), nutridos por la naturaleza por abajo (en forma de pozos) y por arriba (en la forma de árboles) es una concepción notablemente holística de la naturaleza. Por desgracia, en la urbanizada India de hoy en día, se ha perdido todo rastro de esta visión tridimensional.
Cada vez hay menos fuentes de agua
Las zonas centrales de Bangalore tenían 1960 pozos abiertos en 1885; mientras que a día de hoy, hay menos de 50. Bangalore también ha perdido muchos de sus lagos porque fueron considerados como áreas de infección de malaria y se reemplazaron por paradas de autobuses, centros comerciales, viviendas y otros espacios cívicos.
El lago Sampangi, en el centro de la ciudad, era el suministro de agua de muchas partes de Bangalore durante el siglo XIX hasta que finalmente se transformó en un estadio deportivo en el siglo XX, dejando sólo un pequeño estanque para fines religiosos ceremoniales. Cuando los lagos y pozos eran utilizados como suministro de agua agua, esencial para las actividades de la vida diaria, eran considerados como algo sagrado y estaban protegidos por su vitalidad.
Durante la temporada de lluvias, se celebraban rituales que rendían homenaje a la diosa de los lagos y hacían que los lagos siguieran siendo importantes en el imaginario de la población. Sin embargo, en cuanto comenzó el suministro de agua corriente en la década de 1890, los lagos empezaron a caer en el olvido. A finales del siglo XIX, los pozos y lagos comenzaron a ser contaminados con basura, aguas residuales e incluso cadáveres en épocas de epidemias y enfermedades.
¿Qué ocurrió para que cambiase esta fuerte relación centenaria entre la gente y la naturaleza? Cuando Bangalore pasó de depender de sus aguas locales a importar agua de otras zonas, la gente se olvidó de la importancia de las fuentes locales de agua. Sin embargo, tal y como ha demostrado nuestra investigación, Bangalore todavía necesita tanta agua como entonces si quiere resistir a las amenazas del futuro. La ciudad ha crecido tanto que el agua corriente procedente de los ríos lejanos ya no es capaz de cubrir todas las necesidades de la ciudad.
Por eso han surgido movimientos ciudadanos por todo Bangalore que se centran en la protección y restauración de los lagos en sus barrios, que a su vez se recargarán el agua subterránea. En algunas zonas de bajos ingresos, donde obtener un suministro de agua adecuado es un reto constante, los pozos de la comunidad, que fueron ignorados en su día, ahora también están siendo protegidos y cuidados.
Ciudadanos que enriquecen la naturaleza
Algo parecido (una antigua y estrecha relación con la naturaleza que se ha visto interrumpida pero que ahora vuelve a ser de interés) ocurre con los árboles. Los primeros residentes no sólo se centraban en el agua, sino que también se encargaron de "darle color verde" al paisaje cálido de la árida meseta de Deccan. Fue el trabajo de todos los gobernantes desde el siglo XVI en adelante y de los ciudadanos de pie que se dedicaron a plantar millones de árboles durante siglos.
Cada asentamiento de la ciudad fue vegetalizado con un gundathope (un pequeño bosque de árboles frutales, sandías, mangos y tamarindos) que proporcionaba sombra, frutos, leña para cocinar, pasto para el ganado y, en ocasiones, madera.
Cada vez que se talaba un árbol, se plantaba otro para garantizar su continuidad. Los administradores convertían las nuevas áreas de la ciudad en zonas verdes cuando plantaban árboles y los residentes, que se dedicaban a regarlos y a cuidarlos, se beneficiaban de los servicios que les proporcionaban. Esta práctica ecológica continuó durante el período colonial del gobierno británico e incluso una vez llegado el siglo XX con la independencia de la India.
Debido al clima fresco de Bangalore (no solo porque se encuentre en una meseta, sino también por sus lagos y árboles, creados, plantados y cuidados por sus habitantes y por los gobernantes locales durante siglos) la ciudad se convirtió en un lugar predilecto para el ejército británico y más tarde pasaría a convertirse en un centro científico e industrial en el sur de la India. No es casualidad que Bangalore, la que una vez fue llamada como la ciudad india de los lagos y los jardínes, se convirtiera en capital tecnológica del país.
A finales del siglo XX, la relación empezó a deteriorarse. Con el rápido crecimiento de la ciudad, las carreteras y otras infraestructuras pasaron a ser más importantes para los planificadores urbanos y los árboles pasaron a un segundo plano, haciendo que se talaran miles de árboles para construir los proyectos de desarrollo en Bangalore.
De forma inevitable, el aumento de los vehículos privados en las carreteras y el menor número de árboles hizo que aumentara la temperatura de la ciudad y que el aire estuviera cada vez más contaminado. Tanto ciudadanos como académicos se dieron cuenta de esta relación causa-efecto y nuestra investigación demostró, por ejemplo, que los árboles refrescan el aire entre 3 y 5ºC y que pueden reducir la temperatura de la superficie de las carreteras hasta 23 °C, además de reducir significativamente la contaminación en el aire.
Aumento de las temperaturas y de la contaminación
Sin embargo, los movimientos ciudadanos no cayeron en el olvido y a principios del siglo XXI la nonagenaria Honnamma Govindayya se convirtió la figura representante de las luchas para proteger el medio ambiente de Bangalore. Esta anciana luchó contra los promotores inmobiliarios que querían demoler un parque local donde jugaban sus hijos, un caso que llegó hasta el Tribunal Supremo de la India. Honamma ganó el caso y consiguió salvar un pequeño pero importante trozo verde de la ciudad.
Las protestas ciudadanas masivas han seguido produciéndose durante los últimos años y se han conseguido victorias importantes para las zonas verdes de la ciudad, incluyendo la reversión de una polémica decisión para construir un paso elevado de acero que habría destruido miles de árboles. Hoy en día estos movimientos tienen el respaldo de las redes sociales. En el caso de paso elevado, el hashtag #steelflyoverbeda se hizo viral en Twitter y llamó la atención de la gente ("beda" significa "no" en kannada, el idioma local, y "steelflyover" significa "paso elevado de acero" en inglés).
Las redes sociales proporcionan a los grupos de gente anteriormente aislada una forma sencilla para comunicarse y coordinarse, así como para aumentar la presión pública hacia los políticos que ignoran la importancia de la naturaleza ¿Quién sabe cuántos seguidores habría tenido Honamma Govindayya si en su día hubiera tenido Twitter?
Comprender la historia de la naturaleza nos revela una imagen muy diferente de la idea preconcebida de que la naturaleza y las ciudades no pueden coexistir, al menos en países como la India donde el desarrollo y el crecimiento de la población suponen una presión tan fuerte. En la actualidad, esta perspectiva sobre la historia ecológica de Bangalore puede ayudarnos a los habitantes de las ciudades de todo el mundo a entender por qué la naturaleza en la ciudad no es sólo importante para el pasado de la metrópoli, sino que también es clave para un futuro sólido ante las amenazas futuras.
Imagen | Eirik Refsdal/Wikipedia
Autor: Harini Nagendra, Universidad Azim Premji.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.
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