Cuando los tipos duros apretaban el gatillo del revólver

Es más que justo comenzar este post con la figura de Clint Eastwood, uno de los iconos del western, en ‘Por un puñado de dólares’ (‘Per un pugni di dollari’, Sergio Leone, 1964), el spaghetti western que revolucionó por completo el género del western clásico estadounidense, llevándolo a unos terrenos más ásperos, sucios, en los que la figura del héroe por excelencia era desmontada y desmitificada hasta límites insospechados.

Eso siempre ha pasado en los westerns de Eastwood, en los que sus personajes demostraban con el uso del revólver que la ley es algo que nada tiene que ver con la justicia. El hombre sin nombre de Leone, el extraño, Josey Wales y el predicador son iconos del género que tienen su culminación en el William Munny de ‘Sin perdón’ (‘Unforgiven, 1992), epitafio por excelencia del género de géneros.

Pero antes de que uno de nuestros pistoleros favoritos hiciese un inolvidable uso del revólver hubo otros que se han quedado por derecho propio en la memoria colectiva.

Vamos a procurar hacer un repaso lo más extenso posible de la cantidad de tipos duros que el western nos ha dejado desde que Edwin Staton Porter filmara ‘Asalto y robo el tren’ (‘The Great Train Robbery’, 1903) —primer trabajo cinematográfico que aplicó lo que hoy se conoce como distribución—, primera película en la que aparece el legendario Gilbert M. Anderson, más conocido como Bronco Billy, protagonista de más de 300 cortometrajes, director de muchos más, pertenecientes al género. Daba vida al peligroso bandido que roba un tren y sobre el que ya se proyectaban las principales características de todo pistolero: era valiente, y un solitario. El eterno romanticismo del western, la soledad.

John Wayne y Montgomery Clift —un actor no demasiado asociado al género— coincidieron en una de las obras maestras de Howard Hawks, ‘Río rojo’ (‘Red River’, 1948), dos amigos conductores de ganado, diestros con el revólver, cuya amistad se verá truncada y amenazada. Wayne, que fue una de las figuras míticas del western, conoció la fama tras protagonizar una gran cantidad de westerns de serie B, algunos a las órdenes de Henry Hathaway, uno de los maestros del género, y ser la estrella de ‘La diligencia’ (‘Stagecoah’, 1939) a las órdenes de su fiel amigo John Ford, palabras mayores en el séptimo arte.

De todos sus personajes usando el revólver me quedo con Ethan Edwards en ‘Centauros del desierto’ (‘The Searchers’, John Ford, 1956), el Tom Doniphon de ‘El hombre que mató a Liberty Valance’ (‘The Man Who Shot Liberty Valance’, John Ford, 1962), quien con un sólo disparo crea toda una leyenda, el Rooster Cogburn de ‘Valor de ley’ (‘True Grit’, 1967), su único Oscar, y cómo no, J.B. Books en ‘El último pistolero’ (‘The Shootist, Don Siegel, 1976), melancólica despedida del actor.

Gary Cooper y Grace Kelly —primero actriz, luego princesa— coincidieron en ‘Sólo ente el peligro’ (‘High Noon’, Fred Zinnemann, uno de los westerns más admirados por todo el mundo. Gooper da vida al sheriff de un pueblo que le dejará completamente solo ante los malvados de la función. La ley representada en el género como algo que nada tiene que ver con la justicia, teniendo en Cooper al actor perfecto para transmitir ciertos ideales y el intentar hacer lo correcto llegado el momento, aunque eso signifique apretar un gatillo.

Tirar la placa al final de la película se ha convertido con el paso de los años en toda una moda. Al actor no puedo dejar de citarlo en otras muestras como ‘Veracruz’ (id, Robert Aldrich, 1954), ‘El hombre del oeste’ (‘Man of the West’, Anthony Mann, 1958) o ‘El árbol del ahorcado’ (‘The Hanging Tree’, Delmer Daves, 1959).

Y si hablamos de rectitud, James Stewart es probablemente el actor estadounidense que mejor representó ciertos valores morales. Casi siempre fue el niño bueno de la película, pero a las órdenes de Anthony Mann, el director que mejor utilizó los paisajes en el western, protagonizó unos cuantos títulos en los que el revólver era casi un medio de vida. ‘Winchester 73′ (id, 1950), ‘Horizontes lejanos’ (‘Bend of the River’, 1952), ‘Colorado Jim’ (id, 1953), ‘Tierras lejanas’ (‘The Far Country’, 1954), y sobre todo por su dureza ‘El hombre de Laramie’ (‘The Man from Laramie’, 1955) son cinco perlas que muestran a un Stewart pletórico alejado de su imagen bondadosa.

De sus trabajos para John Ford me quedo con ‘Dos cabalgan juntos’ (‘Two Ride Together’, 1961), la única película en la que hizo de malo y la gente no se enteró, y cómo no, ‘El hombre que mató a Liberty Valance’, en la que, harto de defender la ley aplicando lo estudiado en libros, decide armarse para enfrentarse a un enemigo imposible de vencer.

Y de la integridad al extremo opuesto. Richard Widmark ha hecho de villano muchas veces, algunas de las cuales permanecen en las distintas antologías del séptimo arte, y evidentemente el western no podía ser menos. En dicho género nos dejó un buen puñado de malvados, personajes repugnantes algunos de ellos, pero todos fascinantes debido a la caracterización de un actor que sabía como nadie hacer atractivo a un villano.

De sus composiciones malévolas me quedo con su Dude en la maravillosa ‘Cielo amarillo’ (‘Yellow Sky’, William A. Wellman, 1948) y con Clint Hollister de ‘Desafío en la ciudad muerta’ (‘The Law and Jake Wade’, John Sturges, 1958), y en el bando de los buenos, ya que Widmark a pesar de que tenía un rostro perfecto para hacer de malo ha dado personajes también en el lado de la justicia, y en el mejor de los casos, ambivalentes. Comanche Todd en la excelente ‘La ley del talión’ (‘The Last Wagon’, Delmer Daves, 1956) es buena prueba de ello, y también su Jim Gary de ‘Dos cabalgan juntos’.

Cuando en Europa directores como Sergio Leone, Sergio Corbucci, Sergio Sollima o Tonino Valerii acercaban el género al lodo, en los USA un director de nombre Sam Peckinpah desvirtuaba también la imagen del típico héroe del western.

La inmensa ‘Grupo salvaje’ (‘The Wild Bunch’, 1969) es la prueba más característica. Cuatro tipos duros enfrentados a su destino y muriendo haciendo lo que mejor saben hacer mientras suenan los ecos de la reflexión más inspirada del film, aquella en la que todos deseamos volver a ser niños, incluso los peores de nosotros, quizá esos son los que más lo desean. Tipos duros de corazón y alma cayendo a ralenti mientras añoran otros tiempos mejores en los que el revólver no marcaba sus vidas.

Para el final —y eso que podríamos extendernos casi hasta el infinito— dejo el citar algunos como Henry Fonda en ‘Hasta que llegó su hora’ (‘C’era una volta il west’, Sergio Leone, 1968) en la que el terno galán de ojos azules sorprendía a la platea asesinando a un niño a sangre fría. Randolph Scott, que protagonizó un buen puñado de westerns imprescindibles tanto a la órdenes de André De Toth como Budd Boetticher, se unió a Joel McCrea, otro héroe del género, en la crepuscular ‘Duelo en la alta sierra’ (‘Ride the High Country’, Sam Peckinpah, 1962) en la que la veteranía y la experiencia eran un punto más a la hora de sacar el revólver.

No podemos olvidarnos de Alan Ladd, un actor más bien mediocre, que lo bordaba en ‘Raíces profundas’ (‘Shane’, George Stevens, 1953), o del gran Kirk Douglas unido a Burt Lancaster en la mejor representación del mítico duelo en el Ok corral, ‘Duelo de titanes’ (‘Gunfight at O.K. Corral’, John Sturges, 1957), o ‘La pradera sin ley’ (‘Man Without a Star’, King Vidor, 1955) en la que la intensa interpretación del actor sumaba curiosos matices al personaje.

Hasta aquí un breve resumen de los tipos duros del western. Para todos los gustos e inquietudes, distintos todos ellos pero iguales a la hora de las consecuencias de apretar el gatillo de un revólver. La muerte como eterna compañera en sus vidas, en un mundo totalmente ficticio en el que la fábula alcanzaba la verdad.

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