¿Cuándo sabremos que la vacuna de la COVID-19 es segura y efectiva? Según este experto, para finales de 2020

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Con las vacunas de la COVID-19 en las fases finales de los ensayos clínicos, probablemente te hayas preguntado cómo se decidirá si una vacuna es segura y efectiva.

Según la situación de los ensayos en fase 3 que se están llevando a cabo, es poco probable que los resultados estén disponibles antes de noviembre. Pero lo que sí es seguro es que varias de las vacunas de la COVID-19 que compiten entre sí van a poder demostrar ser seguras y eficaces para finales de 2020.

Soy científico especializado en enfermedades infecciosas de la Universidad de Virginia, donde trato a pacientes con COVID-19 y llevo a cabo investigación sobre la pandemia. También soy miembro del Grupo de Expertos de la Organización Mundial de la Salud para la Priorización de la Vacuna de la COVID-19.

¿Cuál es la situación de las vacunas de la COVID-19 en ensayos clínicos en humanos?

Se están llevando a cabo estudios clínicos en fase 3 para las vacunas de Moderna y BioNTech/Pfizer, la vacuna de vector viral de Oxford/AstraZeneca y ahora también la vacuna de vector viral de Johnson & Johnson.

Todas estas vacunas utilizan la glicoproteína de la espícula del SARS-CoV-2 que el virus utiliza para infectar las células y así conseguir que el sistema inmunológico genere anticuerpos protectores y una respuesta inmunológica celular al virus. Los anticuerpos protectores actúan impidiendo que la glicoproteína de la espícula ponga el virus en las células humanas, neutralizando de esta forma el virus SARS-CoV-2 que causa la COVID-19.

En el caso de la vacuna de ácido nucleico de laboratorio estadounidense Moderna, el ARN mensajero que codifica la glicoproteína de espícula está encapsulado en una gota de grasa, llamada liposoma, para proteger el ARNm de la degradación y permitir su entrada en las células humanas. Una vez que estas instrucciones se encuentran dentro de las células, el ARNm es decodificado por las células y se convierte en muchas proteínas de espícula para que el sistema inmunológico pueda crear una respuesta y comenzar a producir anticuerpos contra el coronavirus.

Las vacunas de Oxford/AstraZeneca y Johnson & Johnson utilizan una estrategia diferente para activar una respuesta inmunitaria. En este caso un adenovirus, que se encuentra en los chimpancés, contiene las instrucciones para que el cuerpo fabrique la glicoproteína de espículas en las células.

Los ensayos en animales demuestran que las vacunas proporcionan protección contra una infección por coronavirus

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Los estudios llevados a cabo en animales proporcionan pruebas convincentes de que una vacunación a base de la glicoproteína de espícula protege contra la COVID-19. Los experimentos han demostrado que cuando el sistema inmunológico está expuesto a la proteína de espícula (que de por sí sola no puede desencadenar la enfermedad), el sistema inmunológico genera anticuerpos que protegen contra la infección del SARS-CoV-2.

En estudios realizados en hámsteres se utilizó un vector viral de adenovirus (el mismo enfoque utilizado por Oxford/AstraZeneca, por ejemplo) para inmunizar con la glicoproteína de espícula. Posteriormente, cuando los hámsteres eran infectados con coronavirus, estaban protegidos de la neumonía, la pérdida de peso y la muerte asociadas con la enfermedad.

En primates no humanos, las vacunas de ADN, que suministran el gen de la glicoproteína de espícula, redujeron la cantidad de virus en los pulmones. Los animales que producían anticuerpos que impedían que el virus se adhiriera a las células humanas eran los que más probabilidades tenían de estar protegidos contra la enfermedad.

¿Qué muestran los primeros ensayos en fase 1 y 2 en humanos?

En general, la vacunación ha desencadenado una respuesta de anticuerpos neutralizantes más potente que la observada en los pacientes que se recuperan de COVID-19.

También ha sido el caso de la vacuna de Moderna que actualmente se encuentra en ensayos clínicos de fase 3, así como de las vacunas de CanSino Biologics y Oxford/AstraZeneca.

¿Qué efectos secundarios se han observado?

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Los médicos han registrado reacciones leves y moderadas con sujetos en observación hasta 28 días después de la vacunación. Entre dichos efectos secundarios se incluían dolores leves, calor y sensibilidad en la zona de la inyección, así como fiebre, fatiga, dolor articular y muscular.

El énfasis en la seguridad como objetivo principal de estos ensayos clínicos se puso recientemente de manifiesto durante el ensayo en fase 3 de la vacuna de Oxford/AstraZeneca cuando un individuo vacunado desarrolló una inflamación de la médula espinal. No está claro si la vacuna provocó dicha reacción (podría ser un nuevo caso de esclerosis múltiple no relacionado con la vacuna), pero el ensayo en fase 3 ha sido interrumpido en Estados Unidos hasta que se tenga más información al respecto.

¿Cómo va a asegurar la FDA que una vacuna es segura y a su vez se puede producir rápidamente?

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La FDA, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU., ha publicado una guía para la industria farmacéutica sobre los pasos necesarios para el desarrollo y, en última instancia, la concesión de licencias de vacunas para prevenir la COVID-19. Se trata de las mismas medidas de seguridad que se exigen para todo tipo de vacunas.

Sin embargo, existen formas de acelerar el proceso de aprobación de una vacuna y se centran en "la tecnología de plataforma". Esto significa que si una vacuna utiliza un enfoque como el de el adenovirus que previamente ha sido demostrado ser seguro, existe la posibilidad de que una compañía utilice datos previamente recopilados sobre la toxicidad y la farmacocinética para acelerar la aprobación de los ensayos clínicos.

Aunque seguridad y rapidez parezcan objetivos incompatibles, también resulta alentador saber que las empresas rivales en la fabricación de vacunas se han comprometido a no ceder a ninguna presión política para precipitar la aprobación de la vacuna y a cumplir con las normas de seguridad más rigurosas.

¿Cómo de segura tiene que ser una vacuna para ser aprobada?

La FDA ha establecido que, para ser aprobada, la vacuna contra la COVID-19 tiene que alcanzar como criterio de valoración primario un 50% de protección en la fase 3 del ensayo clínico.

La protección es la efectividad de protección contra la infección sintomática por COVID-19: una infección por SARS-CoV-2 confirmada en laboratorio con síntomas como fiebre o escalofríos, tos, problemas respiratorios, fatiga, dolores musculares, pérdida del gusto o del olfato, congestión o secreción nasal, diarrea, náuseas o vómitos.

Esto significa que una vacuna es considerada eficaz cuando reduce a la mitad el número de infecciones entre los receptores de la vacuna. Se trata de la mínima protección considerada clínicamente eficaz. Esto se debe, en parte, a que unos niveles de eficacia más bajos podrían, paradójicamente, aumentar los casos de infecciones por COVID-19 si las personas vacunadas, pensando que están completamente protegidas, optaran por no cumplir las medidas de protección como el uso de mascarillas o el distanciamiento social.

Dado que una vacuna podría ser más efectiva a la hora de prevenir casos graves de COVID-19, la FDA ha establecido que la protección contra los casos graves de COVID-19 ha de ser un criterio de valoración secundario.

¿Cuánta gente hace falta vacunar para saber si una vacuna es eficaz en fase 3?

Los ensayos clínicos actuales en fase 3 incluyen a unos 30.000-40.000 participantes, la mayoría de los cuales recibirán la vacuna, mientras que otros recibirán un placebo.

El momento exacto en el que se darán a conocer los resultados de los estudios en fase 3 depende en gran medida de la tasa de infección de los receptores del placebo. La forma en la que estos ensayos clínicos funcionan es probando si el número de nuevas infecciones de coronavirus adquiridas de forma natural es menor en el grupo que recibió la vacuna en comparación con el grupo que recibió el placebo.

Aunque el hecho de que en EE.UU el número de infecciones por COVID-19 haya disminuido de 70.000 a 40.000 casos por día sea una buena noticia, dicho descenso de nuevas infecciones puede retrasar los resultados de los ensayos clínicos de la vacuna.

¿Se podría adelantar la vacuna en caso de urgencia?

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En un caso de emergencia, como el que presenta actualmente la pandemia del coronavirus, en EE.UU. la FDA está autorizada a permitir el uso de medicamentos no aprobados para el diagnóstico, tratamiento y prevención de una enfermedad, incluyendo las vacunas.

El procedimiento estándar para la aprobación de una vacuna puede requerir más de un año de observación tras la vacunación. Si la seguridad a corto plazo es buena y la vacuna es eficaz a la hora de prevenir la COVID-19, entonces la vacuna debe ser aprobada para su uso bajo una autorización de uso de emergencia mientras siga siendo objeto de estudio.

En virtud de la autorización por uso de emergencia, la FDA seguirá recopilando información de los fabricantes de las vacunas sobre las ventajas e inconvenientes, incluyendo la observación de las enfermedades respiratorias graves asociadas a las vacunas u otras complicaciones potencialmente excepcionales que podrían observarse en casos extremadamente aislados (uno entre un millón).

¿Qué deberíamos esperar en términos de aprobación?

En Estados Unidos, espero que la FDA apruebe varias vacunas para finales de 2020 siguiendo la autorización por uso de emergencia y que la vacunación pueda comenzar cuanto antes, comenzando por los grupos de alto riesgo, incluyendo a los equipos de primera respuesta, el personal sanitario, así como los ancianos y las personas con problemas de salud.

A esto le seguirá un rápido despliegue de la campaña de vacunación a la población en general, mientras que la FDA y los fabricantes de vacunas seguirán vigilando de cerca los efectos secundarios sin dejar de trabajar para mejorar las primeras vacunas. Se espera que este proceso dure meses.

Puede que la vida no vuelva a la normalidad el año que viene, pero sí que parece que vamos a tener un 2021 más sano.

Fotos: AP Photo, Reuters (2), Steve Parsons y Carlos Barria.

Autor: William Petri, profesor de Medicina por la Universidad de Virginia.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducido por Silvestre Urbón.

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