Uno de los hombres más ricos de EEUU tenía una cosa clara: su familia no iba a heredar nada. Su testamento fue histórico

Hay gente que ha dado su herencia a mascotas, otros a su jardinero, ninguno como el que llevó a cabo Wellington Burt

Imagina por un momento ser el último nieto con vida de un multimillonario fallecido y que tu muerte de acceso a una fortuna que no podrías gastar ni en diez vidas. Esa sensación la tuvo con toda probabilidad una persona cuyo parentesco le unía a una de las fortunas más boyantes de su tiempo. Esa persona también sabía que había un grupo selecto esperando ansiosamente su muerte. Esta es la historia de uno de los legados más extraños de la historia de Estados Unidos.

Huevo de oro. En el mes de noviembre de 2010 saltó la noticia. El último día de ese mes, un buen número de personas iban a celebrar por todo lo alto su nuevo estatus. Habían pasado 92 años desde que el “huevo de oro”, como su dueño nombró a la voluminosa herencia que tenía, se estaba incubando en un fondo fiduciario en su ciudad natal de Saginaw, Michigan.

Solo entonces, el “huevo” se iba a romper y abrir de par en par, y de su interior iba a salir una fortuna de nada menos que 110 millones de dólares, cambiándole la vida a ese pequeño y selecto grupo que se había mantenido en la sombra esperando a que falleciera el último nieto. Entonces sí, se daría por finalizada una de las tramas más enrevesadas sobre legados.

El señor Burt. El protagonista de toda esta historia y su “huevo de oro” no es otro que Wellington Burt. El hombre fue un multimillonario de su tiempo, un magnate maderero de Michigan que amasó una fortuna y se hizo rico. Sin embargo, y según el relato de sus contemporáneos, el hombre, además de brillante en los negocios, era un cascarrabias y excéntrico a partes iguales.

Burt falleció en 1919, a los 87 años, y para entonces contaba con una de las grandes fortunas multimillonarias de Estados unidos, una que supuestamente debía regalar a sus descendientes. Un dato para que nos hagamos una idea de la cifra que manejaba. En el momento de su muerte, su riqueza se estimaba al equivalente a entre 700 millones y 1580 millones de dólares de 2023.

Siendo así, se esperaba que mantuviera generosamente, no solo a su familia inmediata y a las diversas causas que defendía, sino a las generaciones y generaciones que vendrían después.

Sin embargo y como te estarás imaginando, no fue así.

Un testamento histórico. Nadie sabe exactamente por qué, algunos dicen que fue el resultado de quejas y peleas contra miembros de la familia, otros que simplemente era un viejo amargado que quería vengarse más allá de la tumba. Sea como fuere, Burt escribió uno de los testamentos más peculiares que los abogados de sucesiones puedan recordar hasta entonces.

La asombrosa decisión: su "huevo de oro", como lo definió, permanecería "en su nido" durante 21 años después de la muerte de su último nieto superviviente.

La última nieta. Esto nos lleva de nuevo a 2010 y ese mes de noviembre. La última de las nietas de Burt con vida fue Marion Lansill, y falleció en noviembre de 1989, iniciando así esa macabra cuenta atrás de 21 años que estaba a punto de terminar en 2010. Una vez finalizó el mes y se abría la veda, un juez local a cargo del fondo fiduciario se puso a estudiar las 30 solicitudes de personas que se habían presentado ansiosas por compartir el botín.

Tras varios meses de estudio e investigaciones del juez, aquellas 30 personas quedaron en 12 afortunados, lo que se iban a repartir el “huevo de oro”, cuyo valor, tras los intereses, se estimaba ahora entre 100 y 110 millones de dólares. Al parecer, los beneficiarios formaban un grupo dispar, repartidos entre las costas este y oeste de Estados Unidos (ninguno de los 12 llegó a conocer a Burt, el mayor del grupo tenía dos años cuando murió el magnate).

Repartición histórica. Al parecer, la suma que recibieron no fue equitativa. Según una fórmula acordada entre los abogados de la familia, se concedió la mayor cantidad de dinero a los más cercanos a Burt en la generación con menos hermanos. El mayor beneficio individual fue de 16 millones de dólares y el menor, de 2,9 millones. En cuanto a aquellos que les precedieron y se vieron privados de la fortuna de Burt, su legado fue básicamente de amargura.

Los seis hijos, siete nietos, seis bisnietos y 11 tataranietos de Burt no recibieron ni un centavo de la herencia, ya sea porque murieron mientras el "huevo de oro" estaba inactivo o porque se los consideró no elegibles. No solo eso. Luego se supo también que el propio Burt, en una vuelta de tuerca ciertamente mezquina, dejó a su descendencia inmediata una asignación anual relativamente minúscula de tan sólo 1.000 dólares al año, exactamente la misma cantidad que dejó a su cocinero, ama de llaves y chófer.

Otros testamentos. Durante estos años hemos hablado largo y tendido sobre testamentos y herencias. Hay historias de todo tipo, desde la moda de dejar herencias millonarias a las mascotas, hasta aquellos que deciden repartirla, dejarlas a su jardinero o incluso aquellos que renuncian a ellas porque no pueden permitirse los impuestos que deben pagar.

También hemos contado que las herencias a veces son una fuente de desigualdad, hemos respondido a la gran pregunta sobre las donaciones en vida, e incluso hemos tratado lo que ocurre en el caso de la herencia sean criptomonedas. No son temas baladí, por supuesto. Quien tiene una herencia, tiene un tesoro, aunque en ocasiones, como en el caso de Burt, ni una cosa ni la otra.

Imagen | wbeem, Dominio Público

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