Cuántos microbios importamos cada vez que nos dan la mano o pagamos en efectivo

Hay ocasiones en las que estamos algo más alerta en cuanto a los microorganismos del ambiente, como cuando estamos en un transporte público y alguien tose a nuestro lado, saltándonos una especie de alarma de riesgo por contagio. No obstante, estos microscópicos seres son ubicuos no sólo en los organismos que tosen o estornudan, sino en todas partes, desde un pomo hasta el dinero que tanto nos gusta agarrar.

Si bien no se trata de emular a Jack Nickolson en "Mejor... Imposible", puede sorprender la cantidad de microbios que nos encontramos en superficies tan habituales como éstas, y es posible que de hecho ayude un poco a mantener (o retomar) ciertos hábitos de higiene a los que en ocasiones se resta importancia. ¿Reutiliza bolsas de la compra? ¿Encaja frecuentemente la mano con otras personas? Enhorabuena, es usted un gran importador de bacterias.

La oficina, ese edén microbiológico

El trabajo es a veces nuestra segunda casa y, aunque normalmente hay una limpieza regular, hay ciertos focos de concentración bacteriana más allá de los baños y zonas más obvias. Así, teniendo en cuenta que los pomos de las puertas son un importante punto de encuentro para los microbios según numerosos estudios, no es de extrañar que a los de los baños se le diese la pole position de concentración bacteriana en la encuesta sobre hábitos higiénicos en el trabajo que hizo Initial Hygiene en Australia.

En este trabajo se habla, de hecho, de las cinco ubicaciones del entorno de trabajo en una oficina en las que mayor concentración de estos pequeños seres hay. Siendo el baño uno de ellos, el resto son:

  • Teclados: por mucho que se hable de la era post-PC, el teclado aún sigue siendo una herramienta básica y extendida en muchos ámbitos laborales, desde el QWERTY/AZERTY hasta los numéricos en muchas máquinas y portales. Así, en 2009 un trabajo de S.Y. Eltablawy y H.N. Elhifnawi (del National Center for Radiation Research and Technology de Egipto) ponía en manifiesto la gran cantidad de bacterias (y la variedad) que se encontraban en los teclados, entre las cuales se vieron Pseudomona putida o Bacillus cereus (patógenas). Por su parte, en Which? concluían que teclados, tablets y smartphones podían concentrar más bacterias que el asiento de un inodoro. La procedencia de éstas en parte se debía a los restos de comida que quedaban en las yemas de los trabajadores, probablemente por comer mientras se trabaja en el propio sitio de trabajo, como apuntaba el Dr. Gerba de la Universidad de Arizona.

Las mesas de trabajo son las cafeterías de las bacterias. Son buffets de desayuno, barritas de snacks o menús de comida a medida que pasamos más horas en la oficina.

  • Teléfonos: abarcando tanto el que suele estar en el puesto de trabajo como nuestro teléfono móvil, dado que se menciona la costumbre de muchos trabajadores de llevarse éste al baño. No en vano, se considera el elemento del escritorio con mayor contaminación (por encima del teclado), aportando como dato que Initial Hygiene encontró una media de unos 10.000 microorganismos por centímetro cuadrado. Algo que destaca bastante teniendo en cuenta que según un estudio de la Universidad de Arizona, un inodoro tiene unas 20 bacterias por centímetro cuadrado.
  • Recepción: se trata de un lugar de paso tanto para el personal como para personas externas. Es por ello que se trata de un foco importante de contagio de catarros, gripe o algún otro proceso infeccioso o vírico.
  • La cocina: hay oficinas que tienen una pequeña cocina interna donde los trabajadores pueden ir a comer o tomar algo si pueden desligarse del lugar de trabajo. Esto significa que las bacterias potenciales que comentábamos al hablar del teclado pasan ahora al banco de esta cocina, mencionando aquí también cierta falta de costumbre a la hora de lavarse las manos.

Choca esos... Ese puño

Como vemos, más que de tamaño aquí es cuestión de superficie de contacto, y una de las principales protagonistas es nuestra propia palma de la mano. Al día agarramos y palpamos centenares de objetos y superficies, haciendo un barrido de las sustancias que éstas tienen sobre ellas incluyendo los microbios. Eso sumado a los de cosecha propia, dado que sobre nuestra piel también hay una flora bacteriana considerable (en simbiosis, eso sí).

De hecho, en algunos puestos de trabajo esto exige que se extreme la higiene y en ocasiones se hacen controles o tests con el fin de determinar en qué grado se es portador de cierta especie de bacteria. Es, por ejemplo, el caso de la bacteria Staphylococcus aureus, habitual en nuestra piel, fosas nasales y otras zonas siendo portadores asintomáticos (ya que causa cuadros infecciosos graves según cepa) y de importancia sobre todo en la industria alimentaria, actividades sanitarias, laboratorio y en contacto con animales.

No hemos de ir con guantes de látex a todos los sitios, basta con no olvidar los hábitos de higiene

¿Hemos de ir con guantes de látex a todos los sitios? No, ya hemos dicho al principio que no se trata de obsesionarse, pero es posible que sí podamos mejorar el hábito de lavarnos las manos, sobre todo si en nuestro día a día solemos darla a otras personas. Encajar las manos conlleva un mayor contacto que otros saludos (como el coloquial choque de puños), por lo que resulta "más contaminante"

Una conclusión a la que llegaron en la Universidad de Aberystwyth en Gales y de la que se hacían eco en Harvard (poca broma). A ella llegaron tras un sencillo experimento en el que medían la cantidad de Escherichia coli que pasaban de una mano a otra tanto al darse la mano como al chocar los puños, lo podemos ver en su propio vídeo:

La investigadora sumerge la mano con el guante en una solución con una cepa inofensiva de E. coli, de modo que al dar la mano a su compañero parte de la concentración que había quedado en la superficie del guante pasa al otro. Midiendo esto en cada caso vieron que dar la mano transmite el doble de bacterias que chocarla y diez veces más que un choque de puños.

El hallazgo no causó una revolución en cuanto al protocolo y esta forma de cortesía no ha dejado de ser la estándar o requerida en la mayoría de situaciones, pero no será porque no se intentó. Dado lo antihigiénico del saludo, la American Medical Association redactó un artículo argumentando que no estaría de más prohibir el darse la mano en hospitales.

Las cosas de casa, con bacterias de casa

De los descuidos en la higiene con respecto a las superficies y a reducir la presencia bacteriana tampoco se salvan en muchas ocasiones muchos objetos que usamos en nuestro día a día. Tanto en casa como en las actividades que solemos hacer, las bacterias se acomodan plácidamente y sin cortarse en su rápida replicación en muchas superficies que a veces no tenemos en cuenta.

Una que pese a lo obvio sorprende es el cepillo de dientes. Quien más y quien menos sabe que la boca es un pequeño paraíso tan húmedo como simbiótico en el que, como en el caso de la piel, también tenemos nuestra microflora pero que esto no quita que pueda haber bacterias patógenas (como las productoras de caries). Pero no deja de sorprender el hecho de que un 60% de los cepillos de dientes presentaba bacterias fecales en el estudio que realizó Lauren Aben de la Universidad de Quinnipiac (Luisiana) que publicaba la American Society of Microbiology.

Otros objetos que requieren una higiene mayor por reunir las condiciones adecuadas para la proliferación bacteriana son, además de sábanas, toallas y otros objetos de contacto evidente, la botella de agua, el mando a distancia o la sufrida bolsa de deporte. Los recogen en Men's Health junto con algunas recomendaciones a la hora de mejorar la higiene de cada uno (sobre todo aquellos que caemos menos en limpiar).

La reutilización de objetos no es mala idea pero en algunos casos hemos de vigilar más la higiene

Recomendaciones como no abusar de la reutilización de botellas de plástico limpiándolas bien cada vez, dado que pueden albergar gran cantidad de gérmenes provenientes de manos no lavadas. Por su parte, como se dijo en las jornadas de la American Society of Microbiology de 2012 los mandos a distancia son un hábitat excelente para el crecimiento microbiológico con tantos recovecos entre botones y leds, con el aliciente de nuestras suculentas yemas y sus restos de comida.

Por su parte, las bolsas de deporte que utilizamos para ir al gimnasio también son un excelente hábitat para que tanto virus como bacterias formen parte del contenido, como hallaron en un estudio que se presentó en las Clinical Journal of Sport Medicine de 2006. La humedad y las cavidades constituyen un hogar ideal para las cepas resistentes de S. aureus (MRSA), causantes de infecciones cutáneas.

Y, hablando de bolsas y de reutilizar, están las de la compra. La idea de reutilizarlas no es mala sino todo lo contrario, de cara al medioambiente e incluso al ahorro, pero esta buena intención no salva el hecho de que se ensucien y de que constituyan un ambiente excelente para la conservación de los gérmenes. Algo que se encargó de estudiar de nuevo el Dr. Gerba y cuyas conclusiones recoge la Universidad de Arizona.

En un trabajo en conjunto con la Universidad de Loma Linda (California) determinaron que las bolsas de plástico constituyen un mecanismo potencial de contaminación cruzada entre alimentos si no se realiza un lavado entre los usos.

Nuestros hallazgos sugieren que se trata de una amenaza seria a la salud pública, especialmente por parte de los coliformes (incluyendo la E. coli, encontrada en la mitad de bolsas examinadas).

El vil e infecto metal

Quizás esto sea lo que menos quebradero de cabeza nos cree pese a poder ser más escrupulosos, porque al parecer sí tenemos en cuenta que el dinero en efectivo puede estar más bien sucio. En una investigación realizada convenientemente por MasterCard en 2013, constituida por una encuesta y un análisis de las bacterias que contiene el efectivo, se vio que al 63% de los españoles el dinero en efectivo le parecía el objeto más sucio (por encima de los libros de la biblioteca o los pasamanos de las escaleras).

Según las pruebas realizadas, se vio que los billetes españoles contenían una media de 11.066 bacterias, entre las cuales se encuentran variedades no demasiado inocuas como ciertas cepas de E. coli o S. aureus, como comprobaron en este estudio realizado por los investigadores Habip Gedik, Timothy A. Voss y Andreas Voss. Una cifra que, no obstante, queda por debajo de la media europea.

Pese a esta estadística y a la evidencia científica de que a las bacterias les gusta tanto o más el dinero que a nosotros, no vemos que a la gente le dé demasiado reparo manosearlo. Algo en ocasiones también ocurre en algunos casos cuando la comida cae al suelo, recogiéndola e ingiriéndola, si ya vimos aquí que esa regla de los cinco segundos en el suelo no vale y que puede pasar más tiempo.

el mundo ha estado, está y estará repleto de seres microscópicos que cubren todas las superficies tanto inertes como vivas

De hecho, con lo que nos hemos de quedar de todo esto es con que el mundo ha estado, está y estará repleto de seres microscópicos que cubren todas las superficies tanto inertes como vivas y que, de hecho, son necesarias en muchas ocasiones. Y que pese a seguir manteniendo la higiene mínima (o incrementarla, según cómo nos hallamos visto reflejados tras esta lectura), quizás venga bien actualizar términos como "microbio", "germen" o "bacteria" y asumir que no siempre son patógenos. Para todo lo demás, agua, jabón y algún chorrito de esos maravillosos geles sanitarios que empezaron a extenderse en muchos sitios.

En Xataka Ciencia | Las 5 bacterias que más amenazan al ser humano

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