El 14 de marzo, Pedro Sánchez compareció ante los medios de comunicación para anunciar la implantación del Estado de Alarma y una serie de medidas destinadas a ralentizar el ritmo de contagios, paralizar el grueso de la actividad económica y confinar a millones de españoles dentro de sus hogares. Sólo se podría salir a la calle para pasear al perro, hacer la compra, cuidar a un familiar o acudir a un puesto de trabajo.
El resto del tiempo se reservaría al hogar. Como mínimo hasta el 11 de abril.
Durante el turno de preguntas, un periodista interrogó al presidente sobre la aplicación de las restricciones. ¿Cómo lo haría? Sánchez se remitió a las fuerzas de seguridad. Como vimos hace algunos días, el decreto del Estado de Alarma contempla varias medidas punitivas para confinar a los españoles en sus casas. Multas de entre 600€ y hasta 30.000€ por salir a la calle sin justificación en caso de ser interceptado.
Dos semanas después, el volumen de sanciones asciende a las 30.000, con 350 detenidos. Los agentes han patrullado las calles en busca de individuos haciendo deporte, paseando sin motivo aparente o celebrando reuniones clandestinas, ya fuera para organizar fiestas o practicar deporte. La mayoría de españoles está cumpliendo con las medidas contempladas por el gobierno. Quienes no, se enfrentan a las fuerzas del Estado.
Del estado y del propio barrio. Un fenómeno paralelo ha surgido al albur del confinamiento: la justicia de los balcones, la presencia de vecinos que, cumpliendo con su aislamiento, reprochan a viandantes ocasionales su presencia a pie de calle. En ocasiones de forma agresiva o errónea, dirigiendo su ira contra personas que o bien tienen permiso para acudir a su trabajo o bien lo necesitan por razones médicas.
Es el caso de Eulàlia Camós, trabajadora en un supermercado de Granollers. "Volvía del trabajo a eso de las 20:50 y un hombre desde un balcón con tono graciosillo me gritó: '¿Qué haces en la calle?'". El incidente, relata, no fue a más porque el individuo en cuestión se retiró al interior de su vivienda. "Pero es preocupante pensar que cualquier día me tiran un huevo o un globo de agua desde un balcón", añade. Algo que ha sucedido en otros puntos de España, hechos ampliamente difundidos en redes sociales.
Similares testimonios se esbozan en este reportaje de El Diario. Desde enfermeros y médicos que van y vienen a los hospitales hasta padres de niños hiperactivos que, por recomendación médica, necesitan pasar ciertas horas al aire libre. "Uno empezó a chillar que 'qué huevazos tenía', otro que era un sinvergüenza. Lanzaron insultos y nos increparon e incluso llegaron a desearme la muerte", cuenta uno de ellos, padre de un niño autista.
Su caso se hizo viral tras un vídeo grabado en su casa, a la vuelta del parque: "Gritar y lanzar insultos a un niño de nueve años con discapacidad intelectual... Quiero que recapacitéis. Mi hijo no es especialmente sensible a los ruidos, pero muchos podrían alterarse demasiado por esas situaciones, que en muchas personas podrían generar estrés, ansiedad o miedo". Un caso de tantos repetidos estos días en toda España.
Huevos, globos y hasta una puñalada
"Ya no sólo es el virus, que cualquier día nos pueden traer al puesto de trabajo pese a todas las medidas de protección que llevamos", explica Camós, "es tener que ir con mayor preocupación de camino porque la gente es como es. Si me tiran un huevo yendo hacia el supermercado, ¿qué hago? ¿No me presento en mi puesto de trabajo?".
Plena Inclusión España, una asociación dedicada a apoyar y ayudar a las personas con discapacidades intelectuales y trastornos de conducta, ha planteado en un comunicado problemas similares: "Queremos pedir a todas las personas que nos increpan e insultan cuando realizamos nuestra labor que nos respeten. Porque estas personas necesitan paseos o salidas terapéuticas para gestionar de una mejor manera la estancia obligada en casa". Llevan una semana recibiendo quejas.
Un rastreo rápido por las redes sociales ilustra más casos semejantes. Hay médicos que han recibido huevazos de camino al hospital, cuidadores abucheados; farmacéuticos increpados tras doce horas de jornada laboral; lanzamientos de bolsas de basura de gran tamaño y a gran altura a grupos de niños en un parque; y hasta hombres apuñalados por su compañero de piso cuando trataban de saltarse la cuarentena (por increíble que parezca, sucedió en Valencia; el acusado ya está detenido).
¿Qué nos empuja a insultar y amedrentar a personas cuya presencia en la calle nos resulta sospechosa? El agravio comparativo. España atraviesa su décimo día consecutiva enclaustrada en su casa. A diferencia de otros países, más laxos, no se permite salir a hacer deporte ni a dar un paseo, por más que se mantenga la distancia de seguridad. Es una situación frustrante que puede tener severas consecuencias psicológicas para muchos.
En un contexto de confinamiento y ansiedad social, reforzada por lo dramático de las cifras que nos llegan diariamente (más de 700 muertos hoy), los nervios se disparan. También entre las fuerzas de seguridad. Son múltiples los vídeos que muestran encontronazos con ciudadanos. Ya sea una runner detenida y arrastrada al coche de policía o un adolescente en moto encarado con dos agentes.
sco pa tu manaa pic.twitter.com/xYaNwWrxMk
— ARMY OF ONE (@miguelrebenga) March 24, 2020
Ambas situaciones se resolvieron con medidas coercitivas por parte de los agentes, y con cierto grado de violencia. Otros vídeos demuestran cómo viandantes reciben porrazos y agresiones cuando se topan con una pareja de agentes, o cómo un joven sin mayor justificación para andar por la calle recibe la bofetada de un policía cuando extrae una vara alargada de sus pantalones (similar a la empleada para abrir coches).
Incluso ciclistas de camino a su trabajo han narrado (y grabado en vídeo) encontronazos tensos con la policía. En algunas ocasiones, los propios autores de las grabaciones recriminan a los infractores su actitud, mientras la policía lidia con la situación o tramita la denuncia. En algunos extremos, hasta vigilantes de seguridad han interceptado a hombres que caminaban en las cercanías de una estación con una barra de pan.
El caso más extremo, probablemente, sea el relatado hoy por el Director Adjunto Operativo de la Policía Nacional, el Comisario Principal José Ángel González, transcurrido en La Línea de la Concepción. Allí, un grupo de personas ha tratado de impedir la llegada de un autobús de ancianos contagiados con el coronavirus. Los mayores provenían de Alcalá de Valle y acudían custodiados a una residencia de La Línea.
"Intentaron impedir la llegada de la comitiva afectados (...) gritando consignas a los vecinos como '¡Refuerzos, vamos a impedir que llegue el autobús!" o mediante el lanzamiento de "artefactos incendiarios". Un coche patrulla recibió una pedrada. Los agentes han detenido a dos de los protagonistas, acusados de un delito de resistencia y desobediencia grave.
Es quizá el colmo de la justicia de balcón, la que cada ciudadano lleva dentro. El piquete se organizó a través de WhatsApp, con proclamas como "A La Línea que no nos traigan ni un infectado más" o "todo el mundo a las calles.
Imagen: Ion Alcoba Beitia/GTRES