Plácido Domingo actuó ayer en el Auditorio Nacional, en Madrid. Se trataba de su vuelta a los escenarios españoles tras las acusaciones de acoso sexual y abuso de poder que vertieron sobre él en 2019 al menos una veintena de mujeres de Estados Unidos que habían trabajado con el tenor en el pasado, según investigaciones de Associated Press y el sindicato estadounidense de artistas de ópera (AGMA). Entonces se comentó que la reputación de este enorme intérprete que ha cumplido ya 80 años había quedado destruida para siempre, y todo daba pie a pensar que así sería: se le apartó en ese momento de todos sus compromisos.
Ayer una platea enfervorecida no paró de aplaudir y el cantante tuvo que conceder cinco bises en un gesto que muchos periodistas han interpretado como el perdón total de los madrileños, “si es que alguna vez hubo algo que perdonar”.
No fue un concierto estrictamente lucrativo, se trató de una gala benéfica organizada por la Fundación Excelencia en beneficio de la Cruz Roja Responde para ayudar a personas afectadas por la pandemia. Se vendieron todas las entradas disponibles para el aforo covid, 1.620 butacas para un aforo de 2.340, y un precio que oscilaba entre los 55 y 175 euros. Domingo era la estrella principal, pero también se dieron cita Maria José Siri, Lucero Tena o Ainhoa Arteta, entre otros.
El perdón madrileño: ha sido lo que ha copado la atención de los lectores e internautas. Se le ovacionó durante tres (u ocho) minutos, tanto al inicio como al final de la función, y el cantante, visiblemente emocionado, agradeció lo “especial” que ha sido para él “volver a cantar en España”. Isabel Díaz Ayuso, que le recibió entre bastidores, declaró: “Es un orgullo tenerle entre nosotros. Uno de los mejores tenores y uno de los mayores embajadores que ha tenido España. Es un orgullo tenerle en España […] Bienvenido de vuelta a tu casa”.
Y la vuelta a el Real: Algunos columnistas han señalado que toca el momento de que el Teatro Real, uno de los espacios que retiró sus actuaciones, pida “perdón” al cantante y se le haga volver. El gran templo de la ópera madrileña, que es dependiente tanto del Ministerio de Cultura como de la Comunidad de Madrid, ya ha dejado entrever que así será y su director general fue precisamente uno de los asistentes del programa de ayer. No sería de extrañar, puesto que Domingo lleva en realidad meses girando por distintos escenarios de Europa y Estados Unidos.
¿Pero no decíamos que su carrera había acabado? Eso es lo que muchos se preguntan con este caso concreto, uno que encaja al 100% en la visión que tienen muchos de eso que se ha dado en llamar “cultura de la cancelación”: el origen de la polémica fue una muchedumbre de acusaciones anónimas (sólo un par de mujeres salieron con su nombre) hechas a asociaciones y medios de comunicación y que no han supuesto demandas en los tribunales. Las grandes instituciones operísticas parecen haber olvidado ya aquellos hechos que el mismo tenor reconoció como ciertos y mostró arrepentimiento por ellos (o al menos así mantuvo por un tiempo, porque después, al ser preguntado en su primera entrevista post covid, dijo que eran falsos).
Cancelaciones flojitas: estamos ante un ejemplo de varios que se han producido tras el MeToo de prestigiosas personalidades a las que se había condenado al ostracismo. Lo del oprobio, como tantas otras cosas, depende de las circunstancias concretas, del poder y los contactos del señalado y la gravedad y cercanía en el tiempo de los hechos denunciados. Harvey Weinstein cayó, pero Domingo, cuyos acercamientos a mujeres eran según los informantes un "secreto a voces", no ha sido así.
Otros ejemplos notables: Roman Polanski, en busca y captura en Estados Unidos desde hace 40 años por un caso pendiente por drogar y violar a una menor (el primero de cuatro casos de denuncias de menores por actos similares), recibió el galardón a Mejor Director en la pasada edición de los Premios César por El Oficial y el Espía, película que pudo rodar en 2019, en plena ola de denuncias sexistas. Ahora mismo cuenta con otra obra en preproducción.
Woody Allen, al que la familia Farrow lleva años intentando apartar del espacio público y con buena parte de la prensa hollywoodiense en su contra, se topó con ciertos conflictos durante la promoción de Día de Lluvia en Nueva York, con actores arrepintiéndose de su participación. Amazon rescindió su contrato, pero el director demandó y les ganó. Su último libro de memorias, donde aborda (y desmiente) la supuesta violación a su hija adoptiva, estuvo entre los más vendidos a nivel mundial en 2020 y obtuvo reconocimiento en medios de la talla de The Washington Post o The New York Times.
John Lasseter, uno de los fundadores de Pixar, jefe de Disney Animation y tótem del cine de animación, fue "cancelado" cuando ex empleadas de la compañía denunciaron a la prensa que incurría de manera repetida en comentarios, toqueteos y besos inapropiados. Tan institucionalizado estaba, según ellas, que su proceder se conocía como la "maniobra Lasseter". En 2017 se le apartó de todos sus cargos en Disney por sus "errores", pero dos años después encontró aterrizaje como jefe de Skydance Animation.
Tanto Aziz Ansari como Louis CK volvieron a los escenarios. Kevin Spacey ha firmado su primer contrato, para una película italiana, desde el inicio de las muchas acusaciones que pesan sobre él desde hace tres años. Los hay en esta lista que no han podido levantar cabeza, por supuesto, y por citar a dos, Johnny Depp y Bryan Singer.
Nuestro deseo no es que esta lista se lea como lamento por el regreso de estas figuras a sus áreas profesionales. Tampoco como un posicionamiento (no somos jueces) en el que determinemos y cuantifiquemos la pena de destierro público que cada uno de sus integrantes debería recibir. Es sólo una observación acerca del grado de influencia efectiva que tienen esos movimientos de crítica social que buscaban el castigo de estos hombres. Que tal vez no podamos hablar de una "ola de represión y puritanismo" cuando los acusados son devueltos a sus puestos al cabo de unos pocos meses o años y allí son de nuevo vitoreados como si no hubiera pasado nada. Reconocer, en esencia, qué grado de poder tiene cada uno de los bandos en esta historia.
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