Primero como chiste de Futurama. Después como evento plausible. Los curas robots ya están entre nosotros y en algunos casos no tanto como una anécdota sino como una opción alternativa para algunos de los problemas que acucian a las congregaciones de medio mundo.
Un rosario de robots: los recopilaba Vox en este artículo. Nosotros habíamos hablado ya de BlessU-2, técnicamente el primer sacerdote del mundo. Es una precaria vending machine a la que le metes alguna de entre veinte opciones y te da una bendición y algún extracto de biblia. SanTO es una pequeña estatuilla católica que mediante IA capta conceptos emocionales en el discurso de su receptor (“estoy triste” o “preocupado”) y le ofrece plegarias a su medida, algo muy valioso, según sus creadores, para ancianos que no pueden ir a la iglesia.
Pepper, robot especializado en lo emocional, ya puede ser contratado como oficiador de funerales (¡a módico precio!), mientras que Xian'er, como buen budista, prefiere cantar sutras y repetir mantras. Es una criatura que atrae a los turistas y que, sorprendentemente, no espanta a los más fervorosos. Si este brazo robótico realizando la ceremonia hindú aarti no te da mal rollo nada lo hará.
El crisantemo y la espada: como cuentan en Vox, es parte intrínseca de la educación espiritual que cada religión se comporte de forma distinta ante los avances humanos (en este caso tecnológicos) y su posibilidad de aplicarlos al mundo de la fe. Mientras que los preceptos católicos e islámicos han tendido a juzgar a las máquinas como avatares profanos frente a la sacralidad del ser humano, para el budismo cualquier ente puede ser una senda para alcanzar el nirvana, independientemente de su grado de sofisticación.
Y ojo, los cristianos no nos libramos de inventos clericales. En la Edad Media ya se habían diseñado autómatas para realizar los misterios de Pascua y Navidad, y un proto-robotista del siglo XVI diseñó en su día un monje mecánico que, sorprendentemente, sigue siendo capaz de realizar gestos ritualísticos a día de hoy.
Soluciones maquinales para problemas de hoy: una hermana franciscana y doctora universitaria, Ilia Delio, ha diagnosticado que los cuerpos religiosos deberían adaptarse a un futuro autómata. Entre sus beneficios, que las máquinas no son capaces de cometer abusos sexuales y su neutralidad de género. Otra utilidad no mencionada por Delio es que son una respuesta práctica a la mermante demografía de los países desarrollados, donde cada vez menos sacerdotes deben dar servicio a una población más envejecida.
Sus declaraciones no fueron bien recibidas por parte de la comunidad cristiana, que corrió a señalar cómo sus ceremonias deben estar obligatoriamente realizadas por alguien con un alma, asumiendo que una máquina nunca podrá tenerla. Un debate sobre el que, curiosamente, quien mejor ha hablado por el momento es oriente.
I want to believe: la auténtica novedad de estos chismes frente a otros juguetes de tiempos pretéritos es su incorporación de inteligencias artificiales, y esto abre la puerta a un conflicto ético sobre si un algoritmo, mejor o mejor refinado, será capaz de dar respuesta a las necesidades espirituales de cada persona. Para responderlo podemos acercarnos al boom de las apps de meditación, también una respuesta a las zozobras mentales de los sujetos que nos ofrecen planes de relajación despersonalizados y que ya le están funcionando a millones de sujetos de todos los espectros ideológicos de medio mundo. Nunca digas de esta fuente no beberé ni a un cura robot no acudiré.
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