David Beriain ha muerto hoy haciendo lo que mejor supo hacer durante toda su vida: periodismo. Una emboscada en Burkina Faso ha acabado tanto con su vida como con la del cámara que le acompañaba, Roberto Fraile. Ambos se contaban entre los profesionales más respetados de un gremio poco tendente al elogio mutuo. Razones no faltaban: Beriain y Fraile llegaban allá donde otros periodistas no conseguían o no se atrevían a llegar, produciendo en el camino algunos de los mejores reportajes en lengua española.
El listado es largo. Beriain y Fraile se encontraban en Burkina Faso rodando un documental sobre la caza furtiva. Con anterioridad ambos se habían adentrado en los conflictos armados más violentos y peligrosos de nuestro tiempo (Afganistán, Libia, Siria) o, en el caso de Beriain y de su productora 93 metros, habían narrado historias menos espectaculares pero igualmente importantes (como Palomares, el último documental que Beriain había estrenado y que seguía promocionando).
¿Qué destacar? Uno de los trabajos más significativos y valiosos de Beriain data de principios de 2016, cuando las autoridades mexicanas detuvieron a El Chapo Guzmán, jefe del artel de Sinaloa, una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo. Por aquel entonces El Chapo ya era una leyenda en vida, y se contaba entre los hombres más buscados por las autoridades de todo el mundo. Mientras la policía mexicana procedía a la detención, Beriain y la cadena DMAX preparaban un reportaje en profundidad sobre su figura y sobre su rol al frente del cartel.
El resultado, emitido en el serial Clandestino, habla por sí mismo y sirve hoy como recuerdo y legado del inmenso trabajo de Beriain.
Pese a al detención de El Chapo, sobre el que hipotéticamente pivotaría la narración, el reportaje siguió adelante. Beriain acabó pasando tres meses dentro de la organización criminal, conociendo su funcionamiento y, sobre todo, cómo se traslada la droga desde la sierra de Sinaloa, al oeste de México, hasta las calles de Estados Unidos, donde el 25% de las drogas consumidas provienen del cartel. Como Narcos, pero de carne y hueso.
Es precisamente en la segunda temporada del ya célebre producto de Netflix cuando se explica cómo los cárteles mexicanos sustituyeron a los colombianos en el negocio del narcotráfico con Estados Unidos. La muerte de Escobar dejó un vacío de poder que ocuparon organizaciones como las dirigidas por El Chapo. Como en cualquier industria competitiva, para hacerse con una posición dominante en el mercado el cartel de Sinaloa tuvo que pasar por encima de otros. El Chapo se hizo con el control de la heroína y de la metanfetamina, además de con las rutas logísticas. Un control que se ejercía y se ejerce de forma violenta.
Un negocio que David Beriain, obsesionado como estaba por adentrarse allá donde el los demás no lo hacían, quiso conocer en primera persona. "Me parece muy interesante mirar este mundo, primero, porque en términos periodísticos, es uno de los negocios que mueve el mundo", explicaba por entonces. "El 90% de la población carcelaria mundial está en la cárcel por narcotráfico. Las cifras que mueve el narcotráfico son superiores al PIB de muchos países. No hay ninguna sustancia en el mundo que, siendo tan pequeña y tan fácil de transportar, genere tanto dinero".
Para entonces Beriain ya había firmado un reportaje sobre el camino de la cocaína por el Amazonas. Conocía bien a la industria del narcotráfico, a la que interpretaba como el paradigma máximo del capitalismo:
En concreto, a mí, lo que más me interesa es que el narcotráfico es como si coges el capitalismo en su versión más extrema, lo metes en un laboratorio y lo sometes a las condiciones más terribles posibles (que es lo que es un experimento, extremar las condiciones). Es la ley de la oferta y la demanda llevada (al extremo). Es un tipo que dice “mira, yo voy a consumir la droga, me da igual de donde venga, me da igual la trazabilidad que tenga, quién haya muerto por esto, no voy a pensar en esto. Voy a pagar lo que sea y voy a colocarme”. Y en el otro lado está otro tipo que dice “yo voy a venderle a ese tipo la droga, caiga quien caiga”. Sin ningún control, sin ninguna cortapisa. Al final, todo se reduce a eso: ¿sabes lo que cuesta esto, a quién (se mata), merece la pena? Es que es mucho dinero. Ves una vacuidad tremenda, que te solivianta, pero que creo sinceramente que habla de cosas que no tienen que ver sólo con lo que pasa en Sinaloa, sino con el mundo en el que vivimos, donde estamos llegando a eso.
En un principio, la figura del Chapo era también muy atrayente. Se había fugado dos veces de cárceles de máxima seguridad en México y estaba obsesionado por contar su historia, por convertirse en una leyenda más allá de los narco corridos que pudieran dedicarle. En ese aspecto, Beriain creía que la entrevista que le hizo Sean Penn, cuando aún estaba huido, "fue una oportunidad perdida", y también reconoce que, si Guzmán no hubiera estado en la cárcel cuando fueron a preparar y grabar los tres episodios de Clandestino dedicados al cartel, todo les habría resultado más sencillo.
Para conseguir acceso al corazón de la organización en la sierra de Sinaloa y para poder hablar con algunos de sus miembros, el equipo de Beriain se desplazó a México unos tres-cuatro meses antes de empezar a grabar. "Si no tienes bendición de los de arriba, siempre puede llegar un momento en el que digan, ¿y éste qué hace aquí? Y ha habido casos en los que, de repente estás en tu hotel, vienen unos tipos, te levantan, te llevan delante de un tipo y éste te pregunta qué cojones pasa, quién eres. En el mejor de los casos, lárgate de aquí; en el peor, pues te pegan una golpiza o te matan", contaba Beriain
En una de las reuniones para preparar el terreno con uno de los jefes del cartel, éste les aseguró que, si incumplían algo de lo que habían pactado, matarían a su contacto local y, probablemente, intentarían también matarlos a ellos. Tiempo después siguieron llamándoles cuando estaban de vuelta en Madrid para recordarles, precisamente, lo que habían pactado en la protección de la identidad de los entrevistados y las cosas que no se podían grabar.
La cultura del narco
Según sus propias cuentas, la organización dispone de unos 15.000 hombres armados que defienden sus intereses por todo México, y controlan la frontera con Estados Unidos entre Tijuana-San Diego y Ciudad Juárez-El Paso. El cartel dispone de sus propias plantaciones de marihuana y amapola en la sierra de Sinaloa, y sus propios "cocineros" convierten la goma de opio extraída de esas amapolas en heroína. También fabrica metanfetamina, de la que pueden producirse hasta 100 kilos en un solo día, con un valor de mercado de unos 8.000 dólares por kilo.
La cocaína es la única droga que el cartel de Sinaloa no produce directamente, sino que la recibe de Colombia y Perú, pero que controla todas las etapas de su transporte hasta Estados Unidos. Beriain también acompañó a algunas de las personas que cruzan ilegalmente la frontera llevando las drogas, ya sea por túneles o, directamente, atravesando el desierto (en 2013, las autoridades estadounidenses sólo interceptaron al 16% de quienes intentaban pasar ilegalmente desde México), pero con quienes pasó más tiempo fue con los sicarios y las personas para las que el narcotráfico ya es una forma de vida.
El propio Beriain narraba que, para quienes trabajan y se benefician de la venta y distribución de droga, el narcotráfico es una cultura: "Ya no es una cuestión de unos tipos marginales en los costados de la sociedad; es la cultura. Es una cultura que premia al hombre hecho a sí mismo, que pelea por lo suyo, que se hace valer, que tiene unos códigos mafiosos, pero códigos al fin y al cabo. Códigos que intentan, de alguna manera, contener la violencia o, mejor dicho, dirigirla". Y ponía un ejemplo práctico:
"Tú y yo nos dedicamos a esto. Si tengo un problema contigo te voy a matar a ti, no a toda tu familia. Como no quiero que maten a la mía, tampoco voy a matar a la tuya. No es que no pase, pero se intenta contener. Son códigos que tienen que ver con la lealtad, con la palabra dada, con un sentido bastante antiguo, y perverso al mismo tiempo, de cómo comportarse. Y, luego, la escala. Porque donde en Perú veíamos miles de dólares, aquí veíamos millones como quien no habla de nada. Todo es desproporcionado y todo es excesivo. Vales lo que tienes, hay que tener más y me lo gasto todo".
Los denominados "narcos junior", los hijos de los capos, representan ese modo de vida con sus fiestas en lugares inesperados como cementerios, con sus coches de lujo a la última y sus armas. Es un mundo de hombres, en el que las mujeres son otro objeto más que tener para demostrar que tienes poder, y donde impera la desconfianza ante quienes pueden considerarse "topos" de carteles rivales o hasta agentes encubiertos de la DEA. Beriain contaba, por ejemplo, que Pablo García, el investigador que les ayudó a establecer los contactos previos, se encontró un día cenando con El Guano Guzmán, hermano y sucesor del Chapo, y que éste le repetía constantemente, "yo había conocido antes a un español. Era agente de la DEA".
"Cuando nosotros entrábamos a hablar con ellos, nos preguntaban qué tal en el hotel. ¿Y luego, cuándo han hablado con éste? ¿Les ha ido bien? Nos tenían controlados en todo momento", detallaba. "Tienen mil punteros, que es un tipo con un teléfono que está diciendo los barbas por la séptima, los barbas en el nido, que es que habíamos vuelto al hotel. O sea, lo controlan todo, y tienen un poder brutal". Dentro de ese poder está también la lealtad de sus miembros. En la serie los subordinados afirman varias veces que ellos obedecen las órdenes del patrón sin pensárselo dos veces (porque si ha dado la orden, es que él ya ha analizado la situación antes), y que darían su vida para protegerlo.
Y esa cultura y ese poder llegan a todos los estamentos de la vida en el estado de Sinaloa. Otra anécdota de Beriain:
Hay un momento en el que nosotros vamos patrullando por Culiacán sentados en el asiento de atrás con dos tipos encapuchados, con dos Kalashnikov, y nos para la policía. El tipo que está hablando conmigo les apunta a través del cristal. Llega el policía, bajan ellos la ventanilla, ven a dos tipos encapuchados, con dos gringos detrás y dos Kalashnikov, y la conversación es tal que así: “Buenas noches, señores, ¿cómo andan?” – Aquí, trabajando. – Ah, bueno. Pues nada, continúen”. Y yo pregunto, “¿qué ha pasado?” Y me dicen, “señor periodista, aquí todo el mundo está comprado, aquí todo el mundo trabajamos para los mismos, aquí nadie se quiere morir”. Ese policía, ¿qué va a hacer? Si el que está pringado es su jefe y el gobernador, muchas veces, prácticamente es inviable pensar que no tenga el apoyo del cartel. Ese mindundi piensa, “¿me voy a morir? Pero si no va a cambiar nada.” Ellos te dicen que políticos, policías, aquí no somos "namás" nosotros, aquí todo el mundo está metido".
El negocio de las armas
El periodista reconoce que les sorprendió ver lo fuertemente armados que estaban todos los miembros del cartel y, sobre todo, que contaran hasta con armamento pesado de tipo militar para proteger algunas de sus instalaciones. Es habitual ver, en los episodios que su equipo grabó allí, a narcos vestidos con uniformes del ejército de Estados Unidos, y Beriain pudo comprobar también que la frontera no sólo es porosa al tráfico de drogas del sur al norte, sino que lo es igualmente al transporte de armas ilegales del norte al sur.
"Todas las armas que tiene el cartel de Sinaloa vienen de Estados Unidos. 2.000 armas ilegales cruzan todos los días la frontera de Estados Unidos a México. El 85% de las armas que hay en México son ilegales y son americanas. El 60% de las armas que tienen los carteles mexicanos vienen de un solo estado, Texas", desarrollaba el periodista. Esas armas se compran de forma legal en Estados Unidos, luego se denuncian como robadas o perdidas y se pasan a México, a menudo, por las mismas personas que, en el viaje de ida, han transportado droga.
Y la vuelta la completan sin ningún problema. "Piensa que un M16, que vale 350 dólares en un lado, se puede multiplicar por cinco o por diez, el valor al otro lado de la frontera. Y no hay ningún control. Te pegas horas para subir de México a Estados Unidos, unas colas en Tijuana… Y luego, vemos como un coche sube con droga y baja con las armas. Y todo el control que hay hacia arriba, para abajo ni paran" añadía.
Ha llovido desde entonces. La promesa de Donald Trump de construir un muro para detener este tráfico de droga y armas quedó en poco. David Beriain creía por entonces que quienes más interés podrían tener en el muro "a lo mejor, son los mexicanos". Por un motivo simple: "Hay muchísimo control para evitar que la droga suba, pero la droga sube igual. No ha tenido nunca ningún problema de desabastecimiento el mercado de droga estadounidense. Pero esa misma vía que sirve para subir la droga, sirve, a veces por la misma gente, para bajar las armas. Armas que vienen de Estados Unidos. ¿Qué pasa? Los americanos pueden decir que estos cabrones mexicanos vienen a traernos aquí crimen y drogas. Las drogas las venden los mexicanos, y las compran los americanos, y se matan con las armas que les mandan los americanos".
Una pérdida trágica para el periodismo. Descanse en paz.
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