El mundo gira cada vez más deprisa. La actualidad informativa nos sepulta bajo datos progresivamente más estrambóticos que no somos capaces de digerir de forma adecuada. Que Nacho Vidal sigue siendo investigado por el homicidio de un fotógrafo mediante el rito del sapo bufo es, en 2020, un martes. No existen ya certezas. Salvo, tal vez, el tiempo.
Desde el pasado cinco de mayo y sin fallar si un día David Lynch ha ido subiendo a su canal de YouTube breves informes meteorológicos presentados por él mismo desde su casa en Los Ángeles. El vídeo arranca con el famoso cineasta experimental sentado en lo que parece un rincón de un taller, nos da los buenos días, nos dice el día en el que nos encontramos y hace una pequeña lectura sobre el estado climático del valle que ve desde su ventana.
No hace predicciones que anticipen el tiempo que hará en tres días o se extiende excesivamente en sus comentarios. Es apenas un notario de la monotonía climática de ese mundo donde siempre hace un sol radiante, un “golden sunshine”, como dice en casi todas sus intervenciones el presentador para regocijo de sus espectadores, como puede leerse en los comentarios de cada entrada, y en lo que parece también una manifestación típica de fraseología simbólica que se ve en muchas de sus obras.
Evidentemente se trata de una instalación artística cuyo objetivo discursivo aún no ha sido desentrañado. No es la primera vez que el señor Lynch nos lee el tiempo, ya empezó a hacerlo a mediados de los 2000, antes del lanzamiento de Inland Empire y durante un tiempo difícil de precisar (aproximadamente entre 2005 y 2009), ya que la mayoría de las retransmisiones se han perdido con el tiempo.
También como ahora algunos de sus informes, esparcidos en pequeñas dosis dentro de la abrumadora normalidad, tomaban una ruta muy diferente y surrealista de la esperada.
A veces Laura Dern aparecía sujetando un cartel, otras el director se sentaba plácidamente leyendo una revista Maxim con el dibujo infantil de un sol radiante estacionado a su espalda. Otras el creador de Eraserhead se ocultaba detrás de un macabro globo pintado.
¿Por qué ha vuelto a hacer estas emisiones doce años después? ¿Es una campaña de anticipación de algún otro nuevo proyecto más ambicioso? ¿Ha sentido, como muchos de nosotros durante el actual tiempo pandémico, que el mundo necesita sanas rutinas que nos ayuden a sobrellevar la situación? Parece inevitable buscar las respuestas en esos días en los que los clips se han convertido en algo más que otro aviso del veraniego tiempo de la costa oeste. El pasado día seis, aniversario del famoso Día D, el cineasta aprovechó para contarnos una anécdota en la que soñó que él mismo participó en aquella incursión:
Soñé que me mataban en Normandía aquel día. Era un soldado alemán de dieciséis años. Hitler había empezado a reclutar a chicos cada vez más jóvenes. Mi madre estaba muy muy triste de verme marchar… Estaba lejos de las playas, me vi ese día caminar por una especie de dunas, había mucha niebla, estaba nublado, un día gris. Salí de una colina con el rifle que portaba y en un claro había un soldado norteamericano que se giró, me apuntó con su metralleta, me cosió a balazos. Dejé caer mi rifle, me toqué las tripas y pude sentir cómo salía la cálida sangre. Lo siguiente que supe fue que mi cuerpo estaba muy, muy caliente. Después, que estaba de rodillas. Y después de eso… Oscuridad total.
Un tono más sombrío tomaron las grabaciones del 2 y el 3 de junio. En la primera el espacio donde debería aparecer el hombre del tiempo está vacío. Sólo se oye el inquietante silencio ambiental.
A continuación, Lynch vuelve al plano. Nos cuenta su esperado informe como siempre, “un precioso día de cielo azul, unas tenues nubes, el radiante sol a punto de salir, ambiente muy quieto”, cuenta antes de dar paso a la lectura Celsius. Nos desea un buen día, mira de forma penetrante por un segundo a cámara y se levanta, dejando al descubierto durante un buen rato la pancarta que ha hecho para nosotros, “Black Lives Matter, paz, justicia, sin miedo”.
Queriendo o no, el mensaje que el artista nos manda es que ni siquiera en este espacio que creíamos neutral, ajeno a los problemas, podemos huir de lo que está ocurriendo.
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