Demasiado altos, demasiado caros, demasiado vacíos: China pone fin a su idilio con los rascacielos

Las puntas de la Torre de Shanghai y el Centro Financiero Mundial de Shanghai se asoman en el cielo por encima de las nubes. Un espectáculo de la arquitectura moderna. China es el hogar de casi la mitad de los 100 edificios más altos del mundo. Son además una muestra del desarrollo del país asiático. Para que os hagáis una idea: se construyó en el país más en los últimos treinta años que Estados Unidos durante todo el siglo XX. Pero la proliferación de súper rascacielos deriva también en altas tasas de oficinas vacías, que las inmobiliarias luchan por encontrarles inquilinos.

China ha sido descrita como un "paraíso para los arquitectos", por su apetito por construir edificios súper altos. Pero el gobierno ha prohibido este año las estructuras de más de 500 metros. Y motivos no les faltan.

La nueva norma. China ha prohibido la construcción de súper rascacielos con tal de evitar que la carrera hasta el cielo que emprendieron hace décadas comprometa la seguridad de los edificios y provoque un exceso de espacio para oficinas. Concretamente, los nuevos edificios de más de 500 metros ya no serán aprobados, mientras que las torres que excedan los 250 metros deben estar estrictamente limitadas, y las estructuras de más de 100 metros deben coincidir con la escala y la capacidad de rescate de incendios de sus ubicaciones, según la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma.

Solo hay 10 edificios en el mundo que superan esa altura, y cinco de ellos están en China continental, incluida la Torre de Shanghai de 632 metros, según el Consejo de Edificios Altos y Hábitat Urbano. Al menos 20 super rascacielos están en el tablero de dibujo en China, seis de ellos más altos de 500 metros, algunos programados para completarse en 2022.

Vista panorámica de las alturas de Shanghai.

Seguridad. La orden, en realidad, llega dos meses después del inexplicable bamboleo de la SEG Plaza de 72 pisos en Shenzhen. Un suceso que pone fin al auge de la construcción que ha llevado a China continental a albergar cinco de las torres más altas del mundo, todas terminadas en los últimos seis años. Aún así, el techo podría no tener mucho impacto en el mercado de propiedades comerciales, ya que las viviendas y oficinas más populares se encuentran entre 180 y 200 metros, según un informe de Knight Frank.

El principal planificador económico cita problemas de calidad y peligros para la seguridad en algunos proyectos derivados de una supervisión poco estricta. La construcción de edificios de más de 100 metros debe coincidir estrictamente con la escala de la ciudad donde se ubicarán, junto con su capacidad de rescate de incendios. Los edificios extremadamente altos "son proyectos emblemáticos para los alcaldes, pero no necesariamente eficientes", explicaba Qiao Shitong, profesor de derecho urbano de la Universidad de Hong Kong.

Problemas. Si bien los rascacielos pueden ser buenos para la imagen, también son costosos de construir. Los costes operativos son altos, plantean desafíos para la seguridad contra incendios y, en general, simplemente no son muy rentables. Marshall Strabala, arquitecto jefe de la Torre de Shanghai, explicaba que “para pasar de 500 a 600 metros, los gastos son impresionantes”.

Y los edificios altos también son vulnerables a las crisis económicas, ya que planificarlos y construirlos puede llevar años. Un proyecto podría comenzar en la cima de un auge económico, pero terminar hundiendo a los inversores en deudas.

Edificios vacíos En el siglo XXI, el deseo humano por las alturas sigue la misma tendencia, y el principal campo de batalla se ha trasladado a China. En 2018, se construyeron 143 edificios de más de 200 metros en todo el mundo, y más del 60% de ellos estaban en el país asiático. Los datos muestran que la tasa media de vacantes de oficinas en 17 ciudades chinas importantes alcanzó más del 20%.

Beijing, Shanghai, Guangzhou y Shenzhen, cada ciudad con uno de los 10 edificios más altos del mundo, también tienen las tasas de desocupación comercial más altas del país, con un total de 7,9 millones de metros cuadrados de espacio vacío. La Torre de Shanghai, terminada en 2015, es el edificio más alto de China, con 632 metros de altura en las orillas orientales del río Huangpu. Con 128 pisos coronados por el hotel más alto del mundo, el edificio de 2.000 millones de euros luchó durante años para llenar sus 576.000 metros cuadrados de espacio.

Contra los edificios feos. Y eso no es todo. En abril, el país prohibió la construcción de edificios 'feos'. O mejor dicho, la arquitectura que algunos miembros del gobierno consideran que “se asemeja a los genitales”. Una reciente reforma en China ha duplicado las estrictas reglas de construcción y arquitectura para ello. Todo el revuelo se remonta a 2014, cuando el presidente Xi Jinping expresó en un discurso su disgusto por la arquitectura única, como la de la sede de CCTV del arquitecto Rem Koolhaas en Beijing, y pidió que el país pusiera fin a la aparición de arquitecturas "extraña".

El decreto no aclara lo que califica como "feo" o "agradable" a la vista, pero especifica la implementación de pautas de construcción para la "nueva era" que son "aplicables, económicas, ecológicas y hermosas". Tal y como el mismo Jinping lo resumía: “Las obras de arte deben ser como la luz del sol, el cielo azul o la brisa de la primavera. Algo que inspire mentes, abra corazones, cultive el gusto y limpie los estilos de trabajo indeseables”.

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