A veces se nos olvida que el sentido de justicia y protección al débil son ideas defendidas por los Estados, pero no necesariamente por las empresas privadas, por mucho que algunos de nosotros dependamos también de estas últimas.
Vamos con los tres ejemplos recientes que han vuelto a levantar preocupaciones sobre el criterio de Youtube.
1) Warner denuncia al canal Musicaviva, dedicado a difundir tutoriales de guitarra de canciones famosas, por tocar acordes de una canción de Maná. La canción no se reproduce en ningún momento, sólo le explican a los espectadores cómo tocarla. Youtube le da a Warner la razón y Musicaviva pierde la monetización vía anuncios, que van a parar a los dueños de los derechos de la canción.
Esto no tienen ningún sentido.@Guitarraviva sube un tutorial de cómo tocar una canción de Maná. No utiliza ni un sólo fragmento de la canción, solo toca los acordes en guitarra como habría que tocarlos en esa canción.
— Jaime Altozano (@jaimealtozano) 24 de octubre de 2018
Y le desmonetizan el vídeo.
Y lo reclama.
Y le responden: No https://t.co/eYEKGYCCh9
2) Cuando el canal Music Radar Clan, un chico que hace reportajes culturales y divulgativos sobre discos y músicos famosos, empieza a tener una base de seguidores mínimamente relevante, le caen de golpe un montón de denuncias de diversas fuentes sobre la posesión de derechos de autor. En un caso incluso le denuncian por una canción que él mismo había compuesto. Dependiendo de la tramitación de la denuncia, a veces debe borrar el vídeo entero por sólo una reclamación de copyright de algo que aparece 18 segundos. En otro pierde completamente los derechos de monetización. Harto de la inseguridad, y dado que quiere dedicarse a ello, decide que su financiación pase por el apoyo en Patreon.
PATREON, derechos y la situación del canal: https://t.co/xx14ureHaP vía @YouTube
— Music Radar Clan (@musicradarclan) 23 de octubre de 2018
3) Un troll del copyright denuncia al youtuber holandés Paul Davids por piratear una canción que él mismo había compuesto. Al parecer el troll añadió letras y acordes de guitarra sobre la melodía de Davids, la subió a YouTube y luego denunció a Davids. Durante el tiempo que duró la revisión automática de la denuncia, el troll se llevó los ingresos generados por el vídeo del compositor original.
Cuando un algoritmo revisa las denuncias o el "culpable hasta que se demuestre lo contrario"
No son noticias nuevas, ya desde 2011 se apuntaban a este tipo de vacíos y compromisos legales de Youtube. El origen del conflicto surge, como en el caso de Facebook, de la necesidad de la plataforma de multiplicar su contenido con una escasa base de revisores. Es decir, Youtube se plantó con un dilema inicial: ¿revisar uno por uno todos los vídeos antes de que se suban o permitir las denuncias posteriores?
Su solución ha sido crear un algoritmo de identificación de infracción de derechos de autor (que es limitado) y abrir un departamento de resolución de conflictos que es en ocasiones automático (lo que provoca errores) y en otros personal (lo que provoca discrecionalidad y usuarios de primera y de segunda).
Incontables creadores se dedican a algo que podríamos llamar divulgación: el análisis de películas, música o videojuegos. Cada país tiene sus propias normas sobre el uso legítimo de material de terceros. En España, por ejemplo, tenemos el derecho a cita (muy útil para los periodistas) pero que sólo habla explícitamente del contenido textual. En Estados Unidos funcionan con el famoso Fair Use, que hace que varíe mucho una sentencia de otra pero que mira, sobre todo, la porción del material usado y el uso que el acusado ha hecho de él, si entra o no en conflicto en el mercado potencial.
Also if you think I'm exaggerating about being attacked by never ending copyright claims the last 2 weeks take a look at my email. A nightmare #wtfu pic.twitter.com/IgFr1MevoC
— Rachel's Reviews (@smilingldsgirl) 16 de octubre de 2018
Youtube dice que defiende de los principios del Fair Use, pero la realidad es que legalmente sólo protege anualmente a un porcentaje muy ínfimo de estos. Como el protocolo está automatizado, esto ha creado a algunos de los siguientes agentes:
- Intermediarios denunciantes: empresas que llegan a acuerdos con grandes propietarios de derechos (Sony, Universal), rastrean la web y envían demandas individuales a youtubers por infracción a cambio de sumar de dinero para llevarse después un porcentaje de recompensa.
Timadores del creative commons: los youtubers usan habitualmente recursos libres de derechos, que suelen aparecer en determinados canales, como musicales. Así que algunos agentes, a veces esas mismas compañías, aprovechan para después comprar los derechos de esas canciones anteriormente libres y denunciar a los que hayan usado ese contenido. Como decíamos, Youtube, ante una reclamación de contenido, cede la monetización del vídeo del denunciado al denunciante de forma preventiva hasta que se resuelva el conflicto. Dependiendo de un proceso oscuro e irregular, a veces Youtube entiende que has sido víctima de unos timadores (y recuperas la monetización) o a veces no.
Trolls en general: gente que manualmente se dedica a atacar a Youtubers contra los que tienen algo haciendo fraudulentas reclamaciones de copyright que no poseen. A los trolls lo peor que les puede pasar es que les borren su usuario de Youtube. A los creadores que sufren estos ataques puede no pasarles nada, hacer que les obliguen a borrar vídeos, eliminar su monetización o incluso perder el canal.
It seems that my YouTube channel was taken down due to false copyright strikes. All within the same day too... I am working my hardest on getting it back up and running again. Filed counter notification, the only thing this scumbag can do is sue me. Updates to come...#wtfu pic.twitter.com/Sa4mO1xE83
— William Meagher (@willmeag) 22 de octubre de 2018
Probablemente haya muchos más ejemplos de actores abusones, pero estos son algunos de los más frecuentes que nos hemos encontrado por el camino. De ahí el movimiento de denuncia de muchos youtubers de #WTFU, Where’s The Fair Use.
En 2016 se montó un revuelo en los medios anglosajones por una concatenación de abusos similar a la que hemos visto arriba. A un analista de cine le quitaron toda la monetización del canal por un clip de Mi vecino Totoro y sólo se la restauraron porque tenía miles de seguidores e hizo un vídeo denunciando las prácticas de Youtube que se viralizó. A otro crítico de cine le suspendieron el canal entero por un “strike” de denuncias de copyright falsas. Youtube se dio prisa con la tramitación sólo después de que él denunciase el caso por Twitter.
Hace unos meses PewDiePie llamó en uno de sus videos a una streamer de videojuegos “calientabraguetas”. La streamer, enfadada, dijo que denunciaría por copyright al famoso youtuber. Lo interesante del caso no es que ganase la denuncia (el sueco, por ser el mejor partner de Youtube, tiene trato preferente), sino que en un video explica cómo está aliada con una compañía de denuncia de copyright y que recibe 700 dólares al mes sólo por denunciar a pequeñas cuentas por uso de sus imágenes.
Tal vez recuerdes el famoso vídeo de Jaime Altozano de más de media hora analizando el uso de la banda sonora en El Señor de los Anillos, un vídeo que, independientemente de tu valoración acerca de la calidad, se veía que era un trabajo de investigación. Warner hizo que Youtube le bloquease el vídeo a Altozano. Algo parecido le ocurrió a DayoScript sobre uno de sus vídeos de cine. ¿La solución? Pixelar las imágenes de la película mientras analizaba las escenas. Eso ya no valía como infracción.
La inseguridad implícita del ecosistema youtuber
Evidentemente, las denuncias por copyright deberían existir, ya que si no cualquiera puede resubir contenido original y hacer dinero con el trabajo de otros. Tampoco todos los casos valen para parapetarse detrás del Fair Use, ya que podríamos cuestionar el aporte cultural de un vídeo de alguien que se graba la cara sin decir nada interesante mientras retransmite en la pantalla, por ejemplo, escenas completas de una película.
Pero lo que están denunciando todos estos youtubers, lógicamente, es que todo este clima de persecución, en muchos casos injusta, fomenta que los creadores vuelvan a pensárselo dos veces antes de dedicar tiempo y recursos a obras culturales, a lo que llamamos el Internet del aprendizaje.
Hacemos tutoriales de canciones, en los que usamos FRAGMENTOS de canciones, sobre las cuales no tenemos los derechos obviamente pero que por la LEY DE USO LEGÍTIMO (FAIR USE) podemos usar sin problema y legalmente monetizar. Sin embargo esto es el territorio de @YouTube....
— guitarraviva (@Guitarraviva) 23 de octubre de 2018
Como explica Verge, todas estas denuncias de youtubers no son resultado de un cambio cercano de políticas de la plataforma, ni tampoco porque hayan aumentado el número de trolls o denunciante, sino la consecuencia de tener a cada vez más gente volcada en Youtube que ve cómo lo que hasta ahora era su trabajo, ganando cientos o miles de euros, puede desaparecer de la noche a la mañana por la suma de tres denuncias de contenido que se revisan de forma imperfecta y automática. Y sí, a algunos les ha pillado ya a mitad de camino, con un canal nutrido que empezaba a generar ingresos.
Para que el Internet del conocimiento funcione, las personas que se dedican a organizar y publicar su conocimiento tienen que poder monetizarlo.
— Jaime Altozano (@jaimealtozano) 24 de octubre de 2018
Y se tiene que cumplir la ley. (Respetar el Fair Use)
Pero eso no ocurre.
Y se desincentiva todo.
Algunos dirán que Youtube no es la única plataforma para subir contenido, pero dejar de estar en la principal plataforma de vídeo a nivel mundial es poco menos que un suicidio curricular para este tipo de creadores, más aún después de descubrirse que el video en Facebook era humo.
Como Facebook, como Twitter, otro caso más de los conflictos de uso de plataformas de contenido masivo.