La caída del muro de Berlín motivó algunos análisis triunfalistas sobre el devenir de la humanidad. La democracia liberal se había impuesto a todos los demás sistemas políticos. Era el ideal al que el resto de naciones, aún en desarrollo o en transición hacia la democracia, debían aspirar. Treinta años después el halo de aquella luz se ha apagado. Hasta llegar a una estadística muy significativa en 2021: el 68% de la población mundial vive hoy bajo una autocracia. Diez años antes era el 48%.
El informe. El dato lo ofrece el Instituto V-Dem, dedicado desde hace años a publicar informes regulares sobre el estado de la democracia en el mundo entero. Titulado "La autocracia se hace viral", su último trabajo reúne más de 30 millones de estadísticas repartidas a lo largo de 202 países entre 1789 y 2020. Se trata de un trabajo coral elaborado por más de 3.500 expertos. El resultado es un lienzo exhaustivo sobre la dirección del planeta, sobre los modelos políticos que imperan en la mayor parte del mundo.
Y la democracia está perdiendo.
Las cifras. En su lugar, la "autocracia electiva", lo que Viktor Orbán bautizó un día como "democracia iliberal", se está imponiendo. Hoy un 68% de la población mundial vive bajo un régimen semejante, un 20% al alza respecto a 2010. No sólo eso. También hay menos países en transición a la democracia: so eran 32 hace diez años hoy son la mitad, el 4% del planeta. En su lugar ha surgido "la tercera ola del autoritarismo", como lo bautizan los autores, un frenesí que ha empujado al 34% de la población mundial, 2.600 millones de personas residentes en 25 países, a "autocracias electivas". Sólo quedan 32 "democracias liberales". En 2010 eran 41.
Los cambios. El símbolo de este proceso es India. Desde que Narendra Modi llegara al gobierno en 2014 las garantías democráticas del país se han deteriorado poco a poco. Antaño "la mayor democracia de planeta", hoy ha entrado en fase "iliberal". La transformación de India es significativa del triunfo del autoritarismo: no se trata tanto de prohibir o excluir a la oposición, sino de reprimir a las organizaciones cívicas o sociales, silenciar o censurar la libertad de prensa, limitar la autonomía de los jueces o torcer el clima mediático en su favor desde los puestos de poder.
Como vimos a cuenta de Hungría o Polonia, las "democracias iliberales" de nuestro tiempo no funcionan al uso de las dictaduras del siglo XX, amañando o suspendiendo elecciones. Sus métodos para horadar el equilibrio tradicional del liberalismo (separación de poderes, libertad de expresión , pulcritud procedimental) son más sutiles. La voz del pueblo es importante. Cada elección se convierte en un plebiscito sobre el dirigente, cuyas políticas se mueven al son de la opinión pública.
Coronavirus. Una opinión pública en muchos sentidos maniatada y acotada por los límites a la labor periodística o judicial. De ahí que el término "autocracia electiva" sea pertinente. No se suspende el voto, simplemente se cambian las reglas del juego. Es algo que la pandemia ha acrecentado. Siguiendo a Hungría como ejemplo: en primavera, Orbán declaró un estado de emergencia indefinido que en la práctica suspendía las garantías democráticas. Es algo que han hecho un 30% de los gobiernos de la Tierra durante el último año, según V-Dem.
Global. La pandemia ha acentuado procesos ya en marcha. Exceptuando a Europa y América del Norte, todas las demás regiones del mundo han asistido a un retroceso continuado de la democracia liberal. Estos dos gráficos son significativos del proceso: la popularidad de su modelo político se agotó a finales de la pasada década, tras décadas y décadas de expansión. Quedan pocas democracias "puras" en Asia, donde el dominio del autoritarismo es pleno, pero también en África.
Este último caso es también ilustrativo de lo acontecido en los últimos años. Solo Túnez de entre todos los países protagonistas de la "primavera árabe" es hoy una democracia plena. Todos los demás siguen siendo autocracias en mayor o menor grado. Aquella gran derrota revolucionaria marcó el punto de partida simbólico para un autoritarismo cada vez más triunfante.
No hay luz. Todo este proceso es objeto de análisis en La luz que se apaga: cómo Occidente ganó la Guerra Fría pero perdió la paz, libro firmado por Ivan Krastev y Stephen Holmes donde se aborda una cuestión crítica para nuestro tiempo: ¿por qué la democracia liberal ha dejado de ser atractiva? Son muchas las tesis poderosas que plantean, pero una es especialmente persistente: Europa y Estados Unidos plantearon sus sistemas políticos como un ideal a imitar por el resto de naciones, desdibujando sus peculiaridades históricas, culturales, económicas o sociológicas.
La imposibilidad natural de alcanzar al "ideal", del imitador de igualar al producto real, provocó un enorme resentimiento en buena parte del mundo. Sumado al calamitoso efecto de la crisis económica de 2008 y al aparente éxito de potencias ajenas a la democracia, como China, ese resentimiento abonó el campo para que florecieran sistemas alternativos. Para que aquella democracia que parecía una obligatoriedad histórica en 1989 se convirtiera en una opción entre muchas otras. Y no la predilecta.
Imagen: Adnan Abidi/Reuters
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