España fue romanizada antes del cristianismo pero hoy seguimos hablando de italianización. No, no nos referimos al término que también se puede asociar en política al colapso y la fragmentación de los partidos tradicionales, tampoco al reciente surgimiento del populismo xenófobo, ni a una situación de crisis económica, de escándalo parlamentario o de decepción ciudadana. Nada de eso.
Nos referimos a otro punto de vista cultural del italianismo, a esa trivial fascinación reciente con lo mediterráneo, el campo, la tradición, la arquitectura ancestral, el modo de vida hedonista y esas cosas que siempre han atribuido los americanos a Italia. Distintivos totalmente aesthetical que llevamos años reclamando para nosotros y de los que ahora nos reímos.
Porque no, no somos italianos.
El documento fehaciente más reciente lo encontramos, cómo no, en las redes sociales, ese altavoz de las costuras de la civilización que siempre nos brinda el qué, cómo y por qué del devenir de la sociedad. En una publicación de la cuenta @artindetails se nos mostraba el otro día una foto de una mesa repleta de comida junto a una especie de campiña rural. Sobre el mantel no falta de nada: pan recién sacado del horno, mermeladas, tomates, zumo de naranja recién exprimido, mantequilla, flores y una vajilla sacada de una película de Visconti. El texto reza lo siguiente:
Breakfast in Spain.
Sí, entre españoles e italianos siempre ha existido una especie de hermandad, sea por los lazos históricos que nos unen, un idioma moderadamente parecido o ese ADN que nos hace únicos en algunos aspectos, como disfrutar de una larga sobremesa o el amor incondicional por la mamma de toda casa. Incluso en la capital algunos se han empeñado en llamar a algunas calles del barrio de Chamberí la "Little Italy" de Madrid, sólo por el hecho de que hay varias trattorias y pizzerías juntas.
Pero hoy el español medio parece haberse cansado de pretender ser lo que no es y se pregunta qué era el pepinillo cortado a rodajas de la mesa de aquella foto. Hoy el español medio trae otra imagen de pura realidad española, de identidad nacional:
Volviendo a la publicación viral de Twitter, hemos sido testigos de cómo España ha abrazado su mediocridad y el sentido común, y se ha desapegado de todo aquello que un día nos resultó bello, elegante y "europeo". Para más tarde virar la conversación del post a "qué es un buen desayuno español", donde nos hemos encontrado toda una disputa casi antropológica sobre lo que realmente somos. La identidad, ilustrada en el desayuno de las 8:30 a través de decenas de fotos.
Porque, ¿Qué es ser español desayunamente hablando? ¿Es más español el cortado hirviendo en la barra de metacrilato del bar de barrio, masticando un pincho de tortilla revenido, o la tostadita de jamón con tomate en una terraza? ¿O sigue siendo igual de español el desayuno rápido de croissant en cualquier cafetería antes de llegar a la oficina?
Como bien observaba el usuario Adrián Bishop, el desayuno madrileño bien podría ser una escena matutina de Los Serrano o Médico de Familia, con el abuelo quejándose del reuma, la madre sudando mientras le abrocha el abrigo al más pequeño y se le queman las tostadas, el padre limpiándose una mancha de café, un souvenir de última hora antes de salir pitando hacia la oficina, y la hija acabando los deberes que no hizo el día anterior.
Para otro target demográfico el desayuno español podría serlo hasta un Monster cara al ordenador para dar la bienvenida a otra dura jornada de trabajo con energía.
¿Qué campiña, ni qué Toscana? Breakfast in Spain, alto y claro.
Imágenes: Twitter
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