En las guerras hay muchos escenarios que estuvieron a punto de darse, pero no fructificaron. La Operación Félix fue una que pudo cambiar la contienda
“Es un hombre extraordinario, moderado, sensible, lleno de humanidad y con grandes ideas”. Con esta frase en julio de 1940, Franco alabó a Hitler frente al embajador de Portugal en España. Era el comienzo de un plan que se estaba gestando, y si la frontera portuguesa dejaba de lado sus relaciones con Gran Bretaña, la misión se activaría al instante. El plan: la (re)conquista de Gibraltar.
La intrahistoria. La denominada como Operación Félix fue un plan desarrollado por la Alemania Nazi durante la Segunda Guerra Mundial que tenía como fin invadir y capturar Gibraltar, aunque con el gran objetivo de fondo de cerrar el acceso británico al Mediterráneo y controlar las rutas de suministro en esta región clave.
La operación surgió tras la caída de Francia en 1940, cuando Alemania buscaba consolidar su dominio en Europa Occidental y neutralizar el poder naval británico. Solo había un “problema”: España. Sin el apoyo franquista no llegaría a buen puerto, ya que la ubicación estratégica de Gibraltar, controlada por los británicos, era vital para bloquear el Mediterráneo y las operaciones en el norte de África.
La estrategia. El plan, desarrollado por el OKW (Oberkommando der Wehrmacht), el Alto Mando de las Fuerzas Armadas Alemanas, se urdió en 1940. Como decíamos, en aquel entonces Hitler estaba convencido de la importancia de Gibraltar para debilitar a Gran Bretaña y, a la vez, tener acceso al Mediterráneo. Para ello, se preveía una invasión terrestre desde España. De entre los detalles que llegaron a gestionarse, se pensó en el uso de tropas de montaña alemanas (Gebirgsjäger), ingenieros y artillería pesada para atacar las fortificaciones británicas y neutralizar la resistencia local.
Y por último y clave, había que convencer a Franco. Hitler buscaba persuadirle para que España entrara en la guerra del lado del Eje. En este contexto, el hombre que manejaba los hilos de la Alemania nazi mantuvo una famosa reunión con Franco en Hendaya, en octubre de 1940, para asegurar su apoyo.
Las reticencias de Franco. Si la Operación Felix no llegó a fructuficar fue precisamente porque Franco no lo tenía nada claro. Aunque simpatizaba con las potencias del Eje, no parecía dispuesto a arriesgar la estabilidad del país, sobre todo cuando aún se recuperaba de la Guerra Civil. Tal fue así, que Franco pidió a los alemanes condiciones poco menos que imposibles, como la entrega de Marruecos francés a España o enormes cantidades de ayuda militar y alimentaria.
Además, temía que una entrada en la guerra provocara represalias británicas, como el bombardeo de las Islas Canarias o la pérdida del control colonial en el norte de África, donde las fuerzas británicas ya estaban involucradas en un conflicto directo con las fuerzas italianas (y más tarde con las tropas alemanas del Afrika Korps de Erwin Rommel). En este punto de la historia, Hitler se vio obligado a desviar recursos y atención hacia esta campaña, lo que finalmente fue debilitando el enfoque en la invasión de Gibraltar.
La logística. La otra pata que no terminaba de cuadrar. Desde un punto de vista logístico, la Operación Félix enfrentaba varios desafíos de enjundia. A saber: la invasión requería la movilización de grandes cantidades de tropas y equipo a través de la difícil geografía de los Pirineos, y todo ello con dirección hacia el sur de España. Además, Gibraltar ya estaba fuertemente fortificado por los británicos con túneles excavados en el peñón que ofrecían defensas naturales.
Por si esto no fuera poca cosa, el ataque requería una coordinación bastante compleja entre las fuerzas alemanas y españolas, algo difícil de garantizar dado el escepticismo de Franco. Por otro lado, la Marina Real Británica controlaba el Mediterráneo occidental, lo que dificultaba un asentamiento prolongado sin un control marítimo adecuado.
Así las cosas, y sin el dominio completo del aire y del mar, una operación en Gibraltar de semejante envergadura podría haber sido extremadamente costosa y arriesgada para ambas naciones, posiblemente mucho más para Alemania.
Un no rotundo. A medida que avanzaba el tiempo, Hitler comenzó a virar y centrarse en la planificación de la Operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética, desviando recursos y atención hacia el frente oriental. Las prioridades estratégicas de Alemania cambiaron, y la Operación Félix fue pospuesta indefinidamente.
Pero por encima de otros cambios de planes alemanes, lo cierto es que la negativa de Franco a comprometerse militarmente (se llegó a poner sobre la mesa el 10 de enero de 1941 como fecha para la acción) selló el destino de una operación que, jugando a imaginar escenarios imposibles, habría acercado a España a Gibraltar otra vez.
Lo cierto es que Alemania nunca pudo obtener el acceso necesario a España para lanzar el ataque sobre Gibraltar, y la operación fue formalmente abandonada, o todo lo “formal” que podía abortarse, antes de terminar 1941.
El no, según Hitler. Semanas después, el desacuerdo con España se reflejó en una carta posterior de Hitler a Mussolini en la que dijo: “Me temo que Franco está cometiendo el mayor error de su vida”. Hitler decía que suspendió la operación porque estaba convencido de que si se abría camino a través de la península ofrecería a los ingleses la tentación de enviar tropas a España para ayudar a la resistencia local y, por tanto, abriría un nuevo e indeseado teatro de operaciones.
Como Goebbels anotó en su diario sobre el final abortado, “Franco no está cumpliendo su parte. Probablemente es incapaz de hacerlo. No tiene carácter. Y la situación dentro de España es todo menos feliz. El hecho de que no tengamos Gibraltar es un serio golpe”.
Las consecuencias. Como suele ocurrir en las guerras, los fracasos tienen consecuencias, y la operación Felix supuso importantes repercusiones estratégicas. Gibraltar permaneció bajo el control británico durante toda la guerra, y su posición permitió a las fuerzas aliadas mantener una base crucial para operaciones en el Mediterráneo, incluyendo la invasión de África del Norte y más tarde la invasión de Italia.
Es muy posible que, si la operación hubiera tenido éxito, hubiera alterado significativamente el equilibrio de poder en la región y, quizás, incluso prolongar la guerra. Sea como fuere, en retrospectiva, el plan frustrado se suele ver en los libros de historia como una de las grandes oportunidades perdidas de Alemania en la Segunda Guerra Mundial.
La incapacidad para ejecutar el plan también refleja las complejidades políticas y logísticas que enfrentaba el Tercer Reich en sus relaciones con otros regímenes autoritarios, como el de Franco, y el desafío de coordinar grandes operaciones militares en múltiples frentes.
Imagen | Steve, NACLE, Claude Henry Parnall
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