En Estados Unidos el 44% de los dueños ya prevén planes financieros para sus animales domésticos
¿Qué le pasa a tu mascota cuando mueres? La pregunta puede parecer trivial, dado que la mayor parte de los dueños atraviesan el proceso contrario: la pérdida de su compañero animal. Sin embargo, parece ser objeto de creciente interés entre numerosos dueños. Como revela este reportaje de The Hustle, el volumen de herencias y fondos dedicados a perros o gatos se ha multiplicado durante los últimos años.
Y sí, muchos de ellos heredan auténticas fortunas.
La tendencia. Las cifras provienen de Estados Unidos, el país con el mayor número de animales domésticos del mundo. El 44% de los dueños ya ha previsto o establecido algún tipo de plan financiero para su perro o gato tras su muerte. La cifra es interesante y responde a un creciente amor humano hacia los animales: el 81% de nosotros ya consideramos a nuestras mascotas tan importante como cualquier ser humano.
Tiene sentido desde un punto de vista psicológico. Sentimos sus pérdidas tanto como las de nuestros familiares. Y de ahí la preocupación por su bienestar tras nuestra muerte.
Ejemplos. El listado de animales millonarios gracias a las herencias excéntricas de sus poseedores es largo. Curiosamente, el premio más alto no corresponde ni a un perro ni a un gato, las especies más populares, sino a un gallo, Gigoo, propiedad del multimillonario Miles Blackwell. A su muerte en 2002 dejó más de $15.000.000 de euros al ave a través de un fondo gestionado por terceros. La idea, garantizar su bienestar.
Tommaso, Blackie, Trouble o Choncita son otros casos. Hay incluso tortugas millonarias, Big Tibby.
¿Cómo funciona? No es sólo un asunto de ricos solitarios y huraños. Hay dos formas de legar dinero a un gato o a un perro: o bien a través de una donación directa a una persona de confianza para que administre el patrimonio del animal; o a través de un fondo legalmente establecido que obligue a utilizar el dinero específicamente al mantenimiento del nivel de vida de la mascota. Es la vía más común porque asegura cierto control sobre el recibidor del dinero.
Problemas. Los fondos son una garantía. Dado que el dinero va a una persona (en nombre del animal), nada garantiza que esta, quizá desvinculada emocionalmente de nuestro querido perro o gato, no emplee el dinero para su propio beneficio. Los fondos establecen mecanismos de control y supervisión a través de revisiones periódicas de la relación entre la mascota heredera y su cuidador.
No está exento de fraudes. Los cuidadores a veces desvían fondos o sustituyen al animal una vez ha muerto para seguir accediendo al dinero.
Creciente relación. ¿Una locura? Puede ser. Pero revela nuestro creciente link emocional con las mascotas. El 31% de los españoles los queremos más que a las personas. Las generaciones actuales pasan más tiempo solas y tienen menos hijos o vínculos familiares diarios. De ahí que cada vez tengamos más compañeros animales: en España hay unos 7 millones de perros y más de 430.000 gatos; en EEUU hay más equilibrio: 60 millones de canes por 47 millones de felinos.
Las cifras a nivel global son una incógnita por falta de números fiables.
Protegidos. También nos estamos gastando más dinero mientras estamos vivos. La industria de los seguros de animales ya mueve más de 1.200 millones de dólares sólo en Estados Unidos (con un crecimiento de más del 23% entre 2016 y 2017; un 17% en el caso de Canadá). Nuestra inversión emocional y económica en vida ya es tan alta que, a nuestra muerte, no queremos dejar a los animales tirados.
Imagen | Wade Austin Ellis
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*Una versión anterior de este artículo se publicó en abril de 2019
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