Todas las grandes ciudades del mundo se enfrentan a un problema global: el crecimiento de la desigualdad. En las urbes las diferencias de clase, de renta o de nivel educativo se manifiestan con especial esplendor: cada barrio o cada zona tiende a aglutinar a un estrato social determinado, acentuando las diferencias.
La situación es especialmente evidente en Estados Unidos, donde confluyen dos procesos históricos: por un lado, el desplazamiento de las clases medias urbanas a suburbios de la periferia, muy alejados del núcleo de su ciudad (y causa principal de su tamaño y de la preponderancia del coche en el país); por otro, la clara segregación por renta y nivel educativo dentro de los límites urbanos, generando de facto barrios donde la diversidad es extraña.
El resultado es este mapa realizado por Kyle Walker, geógrafo de la Texas Christian University, en el que trata de acotar las líneas divisorias de las ciudades estadounidenses en función al nivel de estudios. Hay cinco niveles: graduate (post-universitarios), bachelor (universitarios), some college (con estudios universitarios pero sin graduación), high school (secundarios) y less than high school (primarios). Cada uno con un color.
Cada punto representa a 500 personas por encima de los 25 años. El resultado es un estallido de color en cada ciudad analizada que explica bien cómo se reparte y segrega la población en torno a su nivel educativo.
En Nueva York, por ejemplo, Manhattan y algunos barrios de Brooklyn (como Williamsburg) hay muchos puntos verdes y especialmente azules, un caso raro en Estados Unidos. La mayor parte de las grandes ciudades han vaciado parte de su downtown, su centro, de vecinos blancos y con alto nivel educativo. En Nueva York perviven, sin embargo, dada la alta densidad de negocios, artistas y otras profesiones intelectuales en Manhattan.
Conforme nos alejamos del centro, especialmente en barrios como Harlem, Queens o el Bronx, al norte, los puntos comienzan a volverse más naranjas y rojos.
Sucede algo parecido en Boston, una ciudad que comparte similares características, especialmente por la alta densidad de población universitaria en su interior gracias al MIT y a la Universidad de Harvard. Al sur, sin embargo, la brecha comienza a ser mucho más clara: poblaciones más pobres y menos educatas que conviven juntas y muy lejos del núcleo de post-graduados y universitarios que componen el centro histórico.
El ejemplo más claro del proceso explicado más arriba es quizá Los Ángeles. Mientras el centro de la ciudad y sus barrios interiores están plagados de puntos rojos y naranjas, a menudo población afroamericana que vive en condiciones de pobreza muy altas y sin demasiadas oportunidades laborales o educativas, los alrededores tornan en verdes y azules. Al norte, en Brentwood, o al oeste, en Santa Mónica, viven los más ricos.
El centro es rojo y naranja. Paramount, Compton, Huntington Park, Florence, barrios muy pobres donde la presencia de clases altas es testimonial y donde la segregación es más clara. Abriendo zoom, Los Ángeles es un gigantesco corazón naranja y rojo rodeada de un cinturón azul y verde.
En Chicago la diferencia es la costa y el norte-sur. Al sur, la "south side" del río Chicago, vive la alta población afroamericana de la ciudad, peor educada y más pobre. Al norte del río, una línea divisoria tan clara como las autovías en otras ciudades, todo se llena de puntos amarrillos, verdes y azules, especialmente a lo largo del lago. Al oeste y a las afueras también hay enclaves azules, como Oak Park o Western Spring. Los suburbios.
Cada ciudad tiene sus particularidades, pero el patrón es similar: hay poca mezcolanza y los barrios tienden a ser guetos de un lado y de otro, reforzando las desigualdades y la convivencia separada en función de renta y nivel educativo. Un reto al que las ciudades también deberán hacer frente si quieren ser exitosas.