Se acaba el año. Turno de repasar los principales éxitos de taquilla. En el número uno, Avengers: Endgame. ¿Distribuidor? Disney. En el número dos, El Rey León. ¿Distribuidor? Disney también. En el número tres, Toy Story 4. ¿Distribuidor? En efecto, Disney. En el número cuatro, Capitana Marvel. ¿Distribuidor? Oh, claro, Disney. En el número cinco, Frozen II. ¿Distribuidor? Obvio, Disney. En el número seis, Spider-Man: Far from Home. ¿Distribuidor? ¡Sony!
Oh, pero es una película de Disney desde cualquier punto de vista. La lista sigue. Un nombre se repite ocho de cada diez veces. D-i-s-n-e-y.
¿Monopolio? Cabe preguntárselo ante afirmaciones tan grandilocuentes como las que se han vertido en los medios estadounidenses a lo largo de esta semana. Disney se ha llevado el 80% de la recaudación entre las películas más taquilleras del año. Sólo ha habido un fenómeno tan capaz de abrir una profunda conversación viral y como de arrastrar a millones de personas a las salas de cine: Joker, de Sony.
El resto es un erial. O un virtual monopolio.
Matices. ¿Es para tanto? Sí y no. Sí porque ilustra una tendencia: los grandes éxitos de taquilla pertenecen a un conglomerado de franquicias explotadas por una sola distribuidora, Disney. No porque tan sólo suponen una parte de pastel (las megaproducciones): los ingresos totales de Disney a lo largo del año representan en torno al 36% facturado por todas las salas de cine estadounidenses y canadienses.
Más de un tercio de los ingresos es mucho. Pero no un férreo monopolio.
Evolución. Es un porcentaje excepcional y prueba, como explican en The Verge, del alucinante éxito de la estrategia esbozada por Disney a principios de la década que ahora termina. Entre 2008 y 2012 las películas del conglomerado acapararon el 12% de los ingresos de la industria en Estados Unidos. Hoy el porcentaje se ha triplicado, gracias, pero no exclusivamente, a la absorción de grupos como Fox, y a estudios como Marvel o Lucasfilms.
Mundo. Los números internacionales son aún más complejos. Disney registraba a principios de diciembre más de $10.000 millones de beneficios en taquilla, sin contar el rotundo éxito comercial de The Rise of Skywalker. Pero en el top ten asoma Spider-Man, técnicamente Sony, en una posición más alta; y aparecen Fast & Furious (Univesal), de nuevo Joker y la gran superproducción china del año, Ne Zha.
Al igual que The Wandering Earth, Ne Zha recaba sus $700 millones de dólares exclusivamente en el mercado chino. Más abajo aparecen Cómo entrenar a tu dragón (Universal), It (Universal) o Detective Pikachu (Warner). Es decir, a nivel global el dominio de Disney, si bien evidente, es algo más matizado.
Mal año. Sucede, además, que ha sido un año flojo para el conjunto de la industria. La venta de entradas en América del Norte ha caído un 4% respecto al año anterior (por encima de los $11.000 millones de facturación), y tanto Sony como Fox como muy especialmente Warner han tenido años calamitosos. Endgame ha reventado todos los récords, pero apuestas muy caras como Cats o la última entrega de X-Man han fallado.
Otras películas, como El Irlandés, han puenteado los ciclos naturales de las salas, yendo casi directamente al streaming. Y es por aquí donde podemos leer 2020.
Será peor. La entrada de Disney+ en el saturado mercado de los servicios bajo demanda ajustará aún más los márgenes de beneficio de las salas. La Dama y el Vagabundo irá directamente a su plataforma, al igual que el grueso de Star Wars, más centrado a partir de ahora en el formato serie. Marvel tampoco tiene previsto grandes lanzamientos hasta 2021. Es decir, los porcentajes de 2019 pueden haber sido excepcionales.
Buenas noticias para las majors. No tanto para Netflix o HBO.
¿Entonces? Sí, el mercado, los ingresos y la producción artística se ha aglutinado en un puñado de conglomerados. El más impresionante de todos ellos es Disney. Asistimos a un proceso de concentración empresarial sin apenas precedentes en la historia del entretenimiento. Pero Disney no recauda el 80% de la taquilla, ni ejerce un monopolio de facto sobre el cine o la producción audiovisual. No de momento.
Cuestión distinta es que marque ritmos y acapare el grueso de la recaudación en grandes producciones, empujando al ostracismo a las películas de presupuestos medios que tanto beneficio entregaron al cine hace no muchos años. Pero el 80% real (aún) le queda lejos.
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