Nos hemos pasado las horas de infancia sentados en el sofá viendo los clásicos de Disney. Nos metíamos tanto en las coreografías y canciones de nuestros amigos Baloo o Blancanieves que no nos dimos cuenta de que muchas de esas animaciones se repetían en varias películas. Quizás estábamos demasiado embelesados tarareando “Lo más vital” o “Vamos a hacerle un vestido a Cenicienta” para darnos cuenta de que eso que parecía un deja vu era en realidad otra escena reciclada de los creadores de Disney. Y nos dejaron decenas...
Hace unos días, un video que circulaba por Twitter y se hizo viral nos mostraba dos escenas de El libro de la Selva y de Winnie the Pooh contrapuestas. Se apreciaba a la perfección como los movimientos de la animación eran idénticos: Christopher Robin y Mowgli se movían igual. La mayoría de usuarios se quedaron boquiabiertos, pues no conocían la magia que se esconde detrás de todo esto.
No es la primera vez que sucede en la industria de la animación. De hecho, hubo un periodo en la historia de Disney en el que era una práctica muy común. Si te fijas bien, Marian en Robin Hood baila y aplaude frente a un grupo de animales al igual que Blancanieves lo hizo delante de sus enanitos 40 años antes. Little John, el compañero forajido de Robin, y Baloo de El libro de la selva, no solo compartían un actor de doblaje, Phil Harris, sino que también eran muy parecidos, tanto en el diseño y en sus animaciones, incluso repitieron la misma escena con los ojos hipnotizados.
La rotoscopia, la técnica para animar las películas de 2D que usaba Disney en el siglo pasado, permitía reusar estas animaciones sin muchos problemas. Esto consistía en hacer un redibujo manual de personajes cuadro a cuadro, tomando como base una secuencia de imágenes de acción real previamente filmada en cine o grabada en videos. De esta manera, si ya se contaba con el movimiento realizado previamente, se podía simplemente superponer con otros diseños de personajes y decorados.
Lo vimos también en el precioso baile de La Bella y la Bestia de 1991, que reutilizó el baile de La Bella Durmiente de 1954 a la perfección, cuadro por cuadro. Es sencillamente igual, y no por eso menos mágico. Otra escena de 101 Dálmatas de 1961 se puede ver en Merlín el Encantador dos años más tarde.
Pero todo tiene una explicación. Y para ello hay que conocer a Wolfgang "Woolie" Reitherman.
Woolie dirigió muchas de las películas animadas de Disney entre la muerte de Walt Disney y su propia jubilación. Algunas fueron 101 Dálmatas (1961), Merlín el Encantador (1963), El libro de la selva (1967), Robin Hood (1973), Los Aristogatos (1970) o Las aventuras de Winnie the Pooh (1977). Pero fue también técnico de animación en los grandes clásicos décadas antes como en Blancanieves y los siete enanitos, Pinocho, Dumbo o La Cenicienta. Si había algo común en sus películas era precisamente ese reciclaje de imágenes, que como una firma del autor, nos dejaba en cada película.
Lo cuenta Floyd Norman, el animador que trabajó con él en muchos de estos largometrajes y nos desvela parte del secreto:
“En realidad, es más difícil y lleva más tiempo volver a dibujar sobre una secuencia existente. De hecho, es mucho más rápido y más fácil hacer una nueva animación desde el principio, además de ser mucho más divertido para los animadores. A Woolie le gustaba ir a lo seguro y usar cosas que sabía que funcionaban”.
Sí, Disney recicló la animación, pero supuestamente no para ahorrar dinero, sino por mantener la misma esencia que hemos visto en sus películas desde los inicios de la casa del ratón. Si nos reímos por cómo golpean al mono Lui, pues es probable que nos riamos cuando golpean al ratoncillo de La leyenda de Sleepy Hollow y el Señor Sapo de la misma manera.
No obstante, hay que comentar que el reciclaje de escenas es una práctica típica de series de animación o de anime japonés, con menos tiempo y presupuesto que tienen deadlines muy ajustados para cada entrega. También da la casualidad de que la mayoría de estas copias sucedieron en la época en la que Disney estaba pasando penurias económicas y sus films de animación no eran su principal fuente de ingresos.
Con todo, Disney está repleta de escenas reutilizadas, pero nos encantan igual y ni siquiera nos habíamos dado cuenta cuando las veíamos. Es la magia del cine, al final. También sabíamos que el mar de Titanic era una piscina y sufrimos igual en el cine. El séptimo, se ha dicho en alguna ocasión, es el arte del engaño. Dejemos que nos engañen todo lo que quieran y disfrutemos de la película.
Oh-du bi du, quiero ser como tú...
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com
VER 0 Comentario