150 millones de libros infantiles y la vacuna de la Covid: por qué Dolly Parton es simplemente la mejor persona

Tratar a personas enfermas con plasma de otros es un método de sanación conocido por los médicos desde principios del siglo XX. Desde un primer momento los científicos sospecharon que ello también podría ser un método válido para tratar la Covid, especialmente entre los enfermos más graves. Los pacientes recuperados del virus podrían aportar su propia sangre llena de anticuerpos a aquellos que más lo necesitan. Sin embargo la investigación de este procedimiento, dilucidar qué nivel de anticuerpos es necesario y bajo qué condiciones específicas funciona el tratamiento, es difícil y costoso.

Es ahí donde entra Dolly Parton, ese histórico icono de la música country, y su donación de un millón de dólares a los fondos para la investigación del Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt. Gracias al estudio piloto de esta Universidad es posible que muchas personas con cuadros irrecuperables (500 pacientes recibieron este plasma) hayan ganado un poco más de vida. Más de siete meses después, se ha descubierto que aquella donación de Parton ha podido ayudar potencialmente a mucha más gente de la prevista, en concreto a todos nosotros: la vacuna de Moderna, la última de las casas que ha hecho un prometedor anuncio de sus resultados, se nutrió de la investigación y los fondos para el plasma de Vanderbilt que sufragó la legendaria artista.

De alguna forma esta indirecta trasfusión de vida que nos ha hecho a todos Dolly Parton no es más que el epítome de lo que la cantante lleva haciendo toda su carrera: luchar por un mundo mejor en el que todos estemos más unidos, por una humanidad armonizada que opte por el camino del amor en vez de por el de la confrontación. La artista practica desde siempre lo que ella llama “dollytics”: no pisar nunca jamás temas políticos que puedan confrontar a su diverso nicho de fans, con miembros tanto entre los cristianos y republicanos sureños como en la escena liberal y gay.

Durante la edición de los Emmy de 2017, cuando subió al estrado junto a unas comprometidas Jane Fonda y Lily Tomlin y estas empezaron a promulgar una esperable perorata anti-Trump, su conciliadora respuesta fue pasar de criticar al Presidente y hacer uno de sus populares chistes sobre senos con los que se tronchó todo el mundo. También se mantuvo, como se le ha preguntado en varias entrevistas, particularmente silenciosa al respecto del debate sobre el MeToo, a lo que siempre alega que espera que sean sus actos en el pasado y el mensaje de su música los que respondan cuál es su posición al respecto.

Y pese a todos estos gestos la creadora de 9 to 5 y Jolene está viviendo una segunda época dorada como celebridad en las redes sociales tanto entre las viejas generaciones como muy especialmente entre millennials y Zs. Posiblemente porque su apuesta por la trivialidad y el espectáculo escapista sin pretensiones parecen hoy un parapeto de las guerras culturales que todos estamos dispuestos a abrazar.

Dicho de otra manera, Dolly Parton es la mejor persona.

Y lo era antes de que se filtrase el documento que corroboraba su inversión en la investigación del coronavirus. Su faceta filántropa ha ido en sus 74 años de trayectoria mucho más lejos.

Su trabajo más importante en este sentido es Dolly Parton’s Imagination Library, una campaña de alfabetización que dirige desde los años 80 y que lleva comprados y regalados casi 150 millones de libros a más de un millón y medio de niños angloparlantes de familias con bajos recursos. Su infancia fue una de las que harían estremecer a los cuidadores sociales, con anécdotas tales como que sus padres, al no poder pagar con dinero al obstreta, le pagaron con parte del maíz que cosechaban. No olvidando nunca esas difíciles raíces esta tennesseeana hecha a sí misma le garantiza a esos niños un libro gratis al mes hasta que llegan a primaria.

El resto de su actividad filantrópica menos conocida es también tanto una síntesis de sus heterogéneos intereses personales como una representación de ese afán por la cohesión social del que hablábamos. Ha hecho campañas con PETA para que las familias no tengan a sus perros atados con correas en la calle sino dentro de sus casas. Ha puesto dinero para hospitales e investigaciones oncológicas de la deprimida zona donde nació. Ha financiado a la American Eagle Foundation para preservar al ave que da símbolo a su nación, el águila calva, pero también ha financiado campañas de la Cruz Roja norteamericana y para organizaciones benéficas en la lucha contra el VIH. Los supervivientes de los incendios forestales de las Grandes Montañas Humeantes de 2016, una de las mayores catástrofes en la historia de Tennessee, le deben a Dolly la subvención de 1.000 dólares que le cedió a cada hogar afectado.

Podríamos seguir, pero mejor que seguir con una ristra de méritos altruísticos merece la pena recordar otras de las grandes muescas de su biografía no musical: a) sí, la oveja Dolly se llama así en honor a la cantante (y más concretamente por la relación del mamífero clonado con células mamarias).

Y b) es una persona tan increíble que ha cumplido el sueño secreto que todos llevamos dentro, crear un parque de atracciones en honor a sí misma.

Dolly Parton, simplemente algo en lo que todos podemos estar de acuerdo.

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