Jack Ma era un hombre dichoso la mañana del pasado 24 de octubre. Su segunda mayor creación, Ant Group, un conglomerado de servicios financieros fundado a finales de la década de los noventa y conducido hasta una posición dominante en el ecosistema tecnológico chino, estaba a punto de salir a bolsa. La IPO, valorada en más de $37.000 millones, iba a ser la más grande jamás conocida por el ser humano, superior incluso a la efectuada por Aramco pocos años antes.
Quien era y es el hombre más rico de China debió sentirse gigantesco. Intocable. Hasta el punto de cometer un error histórico.
El discurso. Aquel mismo día, en Shanghái, Ma pronunció un discurso explosivo frente a la plana mayor de la élite financiera china. El sector bancario del país, competencia directa de Ant Group, seguía trabajando con la mentalidad de una "casa de empeños", tan privativo y celoso en su territorio como los viejos "clubes de caballeros". Los reguladores no ayudaban. El gobierno ponía demasiados palos en las ruedas. China debía despojarse de su regulación y espolear el libre crecimiento.
La mañana del 25 de octubre ya no sería tan dichosa.
La desaparición. Desde entonces y entre otros muchos infortunios, Jack Ma ha desaparecido. Nadie ha vuelto a verle en público. Su silencio mediático llega a tal punto que ha cancelado su participación como jurado estrella en un reality televisivo. El programa en cuestión, Africa’s Business Heroes, una suerte de talent show en el que aspirantes a empresarios de éxito planteaban sus ideas de negocio a Ma, afrontaba en enero su final. La llamativa ausencia de Ma en los anuncios promocionales ha despertado toda suerte de especulaciones sobre su paradero.
La caída. Tiene motivos para estar preocupado. Desde que pronunciara el ya infausto discurso, las autoridades chinas han paralizado la salida a bolsa de Ant Group, quizá para siempre. Ma no sólo ha perdido la oportunidad de ensanchar su patrimonio en más de $20.000 millones, sino que ha visto cómo la valoración en bolsa de su otra gran empresa, Alibaba, ha caído un 8%. Es probable que el gobierno cancele la IPO, un jarro de agua fría para las expectativas de crecimiento de la mayor fintech del planeta.
¿Qué es Ant? El discurso ofrece la coartada perfecta, pero los problemas de Ma con las autoridades chinas vienen de muy atrás. El principal motivo es la propia naturaleza de Ant Group. Fundada en origen como un spin-off de Alibaba para cobijar Alipay, un sistema de mediación entre comprador y vendedor similar a PayPal que ha alcanzado una posición absurdamente dominante (1.000 millones de usuarios) en el mercado chino, creció y creció hasta convertirse en a) un sistema de pagos y b) un proveedor de servicios financieros. De créditos y préstamos.
Entra el regulador. Es aquí donde la ceja de las autoridades chinas se ha arqueado. Hasta su discurso en Shanghái, Ma representaba el paradigma del modelo económico chino. El hombre-hecho-a-sí-mismo que levanta un monopolio de la nada con la connivencia del gobierno, necesitado de grandes campeones financieros y tecnológicos capaces de competir en la arena internacional. China ha obviado durante décadas su propia regulación anti-monopolística para beneficiar a sus grandes tecnológicas. Una era que ha llegado a su fin. En palabras del FT:
El gobierno chino ha tolerado con frecuencia los monopolios, cuyo dominio abarca industrias desde los astilleros hasta las telecomunicaciones. Con anterioridad, la laxitud de las autoridades se había interpretado como una expresión de la sabiduría convencional del Partido Comunista: los monopolios son más manejables a nivel doméstico que un mercado competitivo y lioso; y a su vez son más competitivos a nivel internacional. Pero el vertiginoso ascenso de las grandes tecnológicas chinas ha puesto nervioso al gobierno, y ha provocado una reflexión sobre sus actitudes pro-monopolios.
Acciones. Como revela este reportaje de Reuters, el discurso causó un gran enfado entre las autoridades, hasta el punto de que el propio Xi Jinping dio la orden de paralizar la IPO. Desde entonces los acontecimientos se han precipitado. En noviembre el regulador financiero distribuía un borrador sobre el futuro de los "microcréditos". Empresas como Ant deberían co-financiar hasta el 30% de cualquier préstamo que ofrecieran, garantía bancaria incluida. Hasta entonces, sólo los bancos tenían obligación de cubrir sus créditos con depósitos. Primer palo.
A finales de diciembre, el Banco Central de China anunciaba la supervisión directa de la rama financiera de Ant Group, en una "rectificación" del rumbo emprendido por Ma que integraría "su desarrollo en el plan general de desarrollo del país". A los pocos días, Ant declaraba su intención de integrarse en un holding empresarial más similar a "un banco" tradicional para quedar sujeto a la regulación del sector.
Larga batalla. En un abrir y cerrar de ojos el sueño de Ma se ha desvanecido. La idea de una revolución financiera libre de ataduras que pasara por encima de los bancos chinos ha quedado en... Un giro para que Ant sea menos como una fintech y más como un banco. Esto se debe a las presiones tanto de las instituciones bancarias como del gobierno. Las primeras llevan lamentando durante años su naturaleza "parasitaria"; el segundo desea crear su propia divisa digital y recela de la inaudita penetración de mercado de Alipay en los pagos electrónicos.
Una larga batalla en la que Ma era la gran pieza a cobrar.
Un cambio de aires. De algún modo, China se está anticipando a los problemas que cualquier monopolio tecnológico representa para la autoridad de cualquier estado, en especial la de uno tan celoso de su propio poder como el chino. En este sentido quizá haya tomado ejemplo de Estados Unidos, cuyo particular proceso de desmonopolización del sector tecnológico acaba de empezar (con órdenes tan espectaculares como la dirigida a Facebook para que se deshaga de Instagram).
La IPO fracasada de Ant y la misteriosa desaparición de Jack Ma sólo son las consecuencias más llamativas de un cambio quizá trascendental en el futuro económico de China.
Imagen: GTRES
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