En la madrugada del lunes al martes varios cazas indios entraron en el espacio aéreo pakistaní en un claro gesto de desprecio a su soberanía nacional. A partir de aquí las versiones difieren: según Nueva Delhi, mataron a 300 insurgentes en campos de entrenamiento de grupos armados. Según Islamabad, los aviones tiraron su munición sobre un terreno vacío de la Cachemira pakistaní para escabullirse rápidamente, sin haber logrado sus objetivos. Pakistán, víctima del primer ataque indio serio desde 1971, dijo que respondería a la ofensa en sus propios términos.
De los tanteos a los derribos: en la madrugada de hoy miércoles, Asif Ghafoor, portavoz del ejército pakistaní, tuiteaba que habían derribado dos aviones de combate indios, uno de ellos en suelo nacional y otro en el país vecino. Según la agencia de noticias India, ellos han derribado un caza pakistaní. Son amenazas de guerra entre dos países con armamento nuclear.
De dónde viene la escalada de violencia: en corto, del ataque terrorista del grupo islámico Jaish-e-Mohammad (JeM) en Cachemira el pasado 14 de febrero, donde murieron 40 paramilitares indios, uno de los ataques más cruentos de las últimas décadas en un año en el que las tensiones entre insurgentes musulmanes e indios ya habían dejado un saldo de 500 muertos el año anterior. Nueva Delhi culpa a Pakistán de fomentar y formar a estos terroristas, y tienen razones de peso para sospecharlo.
Qué podemos esperar si echamos la vista atrás: todo esto está relacionado con el histórico conflicto entre las dos naciones por el reparto de sus fronteras que les ha llevado a dos guerras e infinidad de pequeñas reyertas en los últimos 50 años. Como ya decíamos, la escalada de tensión parece lo bastante seria como para tenerla en cuenta. Aun así hay quien opina que se trata en buena parte de una campaña política: las elecciones indias están a la vuelta de la esquina, al gobierno de Modi le conviene reforzar su imagen (y, según los medios, el pueblo indio pide venganza) y a los dirigentes pakistaníes les conviene una victoria de Modi.
El derribo de aviones indios puede salir muy caro: el problema de Pakistán es que contaba con que, después de que India traspasase por aire la Línea de Control, la comunidad internacional se pondría de su lado. Como mínimo, China, importante aliado, saldría al paso y los demás mirarían para otro lado. La realidad es que Estados Unidos ha apelado al “derecho de autodefensa” de India (esperable), la UE ha pedido calma sin condenar la invasión india (no tanto) y China ha pedido “moderación” para las dos partes.
Se acabó lo de financiar a terroristas: el pretexto oficial de este progresivo aislamiento es la penalización de todos los países de fomentar el terrorismo subsidiario o proxy. Ya nadie debería financiar a insurgentes contra otros Estados, dicen. Ya el año pasado Estados Unidos dejó de vender armas a Pakistán y le retiró los 300 millones de dólares de ayuda que reciben para combatir en la “guerra contra el terror”. También China, a petición de India, ha amenazado con bloquear la financiación del Corredor Económico chino-pakistaní (CPEC) y llevárselo a zonas políticamente más estables.
La paz afgana amenazada: ahora mismo Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, EEUU y Pakistán, el Gobierno afgano y el Movimiento Talibán están en mitad de las conversaciones diplomáticas para un alto el fuego en la guerra. Pakistán es parte interesada porque hay sospechas de que alberga y apoya a dirigentes talibanes en su territorio e históricamente ha fomentado el nacionalismo islámico para recoger beneficios de la inestabilidad de cachemira. Pakistán tenía motivos para creer, entonces, que los intereses de EEUU en la paz afgana moderarían las críticas al ataque contra los indios o incluso pegase un toque a la India por su parte de responsabilidad de la escalada de conflicto, pero no ha sido así. De ahí que Pakistán pueda replegarse de las negociaciones.
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