Dos pingüinos gay están criando a un polluelo: lo que hay que saber antes de invitarlos al Orgullo

A finales del año pasado, una curiosa pareja de pingüinos de papúa (o gentoos), se convertían en los protagonistas de varias noticias: los dos machos habían "adoptado" un huevo destinado a morir de otra pareja de pingüinos primerizos. Su papel como padres estaba saliendo "redondo". El huevo eclosionó y un hermoso polluelo nació en octubre.

Recientemente, Magic y Sphen vuelven a estar en candelero: ¿cómo están criando a su hijastro? La pareja de pingüinos gay ha vuelto a ser objeto de conversación en varios medios. Pero la cría está perfectamente, y los pingüinos viven una vida normal (todo lo normal que puede ser en un zoo). ¿Qué tiene de especial su situación para que levanten tanta atención? En realidad, menos de lo que esperamos.

Magic y Sphen, los pingüinos gays: estos dos animales formaron una pareja en el Acuario de Sydney, Australia, a mediados del año pasado. Su relación comenzó antes de la época de apareamiento, y dio como resultado un vínculo familiar que ha demostrado mucha pericia a la hora de empollar un huevo y criar a su polluelo. El huevo procede de otra pareja de macho y hembra. Los gentoos suelen poner dos huevos, uno de los cuales no suele sobrevivir. Además, la pareja en cuestión, explicaban sus criadores, no parecía muy experimentada y existía el peligro de perder toda la descendencia.

Magic y Sphen, sin embargo, mostraron estar unificados familiarmente. Tras darle un huevo de pega, en vistas a su unión como pareja, los cuidadores comprobaron el especial cuidado de estos pingüinos, que contrastaba con la falta de pericia de la otra pareja. Poco después, le dieron el huevo real, del cual nació, en octubre, un polluelo, y que está siendo criado por esta pareja de pingüinos gays.

Las aves no entienden de armarios: Sobre todo cuando comparamos las relaciones sexuales, los seres humanos tenemos una tendencia dramática por la antropomorfización. Sin embargo, cuanto más nos alejamos de los primates, y más si salimos del grupo de mamíferos, nos encontramos con que este comportamiento, si bien no es el normal (hablando de forma puramente estadística), tampoco resulta poco común. Las aves son un buen ejemplo, especialmente en las especies poligínicas (cuyos machos tienen varias hembras como pareja).

Aunque no podemos aventurarnos con las razone, en ciertos casos donde la disponibilidad de hembras es menor, los casos de homosexualidad masculina se disparan, incluso si hay hembras sin pareja. En otras especies, las relaciones homosexuales ni siquiera se relacionan con el número de parejas disponibles, sino que es una medida que promueve el cuidado de las crías (en otras ocasiones, justo al contrario, lo que demuestra que los mecanismos son muy complejos de comprender). En definitiva, para las aves, la homosexualidad es bastante más común y natural, y el de Sphen y Magic no es, ni de lejos, el primer caso de una pareja de pingüinos gay documentado.

La homosexualidad no supone ningún peligro para la especie: una de las preocupaciones que argumentan ciertos sectores sociales o políticos con tintes homófobos es que la homosexualidad es peligrosa a nivel evolutivo, porque impide la procreación. Los resultados de todos los estudios realizados con aves (en donde es bastante común la homosexualidad) demuestran que no, que esto no es cierto. No existe ni una sola prueba que así lo evidencie. Por otro lado, la homosexualidad está implicada en diversos y curiosos mecanismos reproductivos, en aves. Por ejemplo, el comportamiento homosexual ayuda a atraer a las hembras. Como decíamos antes, también parece ayudar al cuidado social de las crías. En general, la homosexualidad en el mundo animal se da como una manifestación de comportamiento social cuya finalidad es muy variada.

Los animales no son seres humanos, y eso es bueno: tenemos un serio problema con el mundo animal: no conseguimos comunicarnos adecuadamente. Aunque la comunicación con los seres vivos con los que compartimos el mundo puede resultar asombrosa, lo cierto es que nos cuesta mucho comprenderlos. Por eso, entre otras cosas, tendemos a antropomofizarlos, es decir, pensar en ellos como personas. Sin embargo, existen gruesas diferencias. Mientras que para los seres humanos la homosexualidad es un tema delicado y crucial, que determina políticas y comportamientos sociales muy íntimos y fervientemente debatidos, para los animales es parte de una dinámica natural.

En ese caso, a los detractores de la homosexualidad les conviene aducir que los animales son menos inteligentes, emocionales o desarrollados, cosa que aquí no aplica. El mundo animal nos ha demostrado una y otra vez que los animales muestran comportamientos, sentimientos y hasta metaconocimientos complejos. Sin embargo, el con quién se acuesten no parece tener la más mínima importancia, incluso en materia de descendencia. De hecho, su sexualidad ni siquiera suele definirse de manera estanca. Existen relaciones temporales, unidades dinámicas familiares y otras opciones que en seres humanos, a día de hoy, generan mucha polémica. En definitiva, puede que los animales no hayan alcanzado nuestra capacidad técnica intelectual, pero parece que les va mucho mejor en otros aspectos.

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