Durante siglos parte de Europa celebró el cambio de año cada 25 de marzo. Y había un argumento clave: la Biblia

  • Hoy tenemos asumido que toca cambiar de calendario cada 1 de enero, pero no siempre fue así

  • "Empieza la historia de Cristo, tiene mucho sentido que el año nuevo empiece ahí", razona una experta

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Cambia el dónde, cómo y con quién, pero algo es seguro: en poco más de 24 horas la inmensa mayor parte de España estará haciendo lo mismo, celebrar el salto de 2024 a 2025 a golpe de 12 campanadas. No solo España. Si el miércoles ves el telediario lo más probable es que te encuentres con fiestas similares en otras partes del planeta. Todas para festejar el Año Nuevo. Lo tenemos tan interiorizado que ya no nos cuestionamos por qué celebramos esa transición entre años la noche del 31 de diciembre o si hay algún motivo objetivo para no hacerlo cualquier otro día.

Y lo cierto es que no siempre ha sido así. Hace siglos había no pocos sitios en los que el Año Nuevo se celebraba en marzo.

Del tiempo y sus cosas. El tiempo es inmutable. La forma en cómo lo medimos y organizamos, no. Hoy tenemos asumido que un año se divide en 365 días (bisiestos aparte) repartidos a lo largo de 12 meses y que nos toca cambiar de calendario cada 31 de diciembre, pero no siempre ha sido así. Y no hace falta irse a regiones remotas u otras tradiciones culturales para comprobarlo.

Los romanos alteraron varias veces su calendario, pasando de uno con un año civil 304 días distribuidos en 10 meses que comenzaba en marzo a otro con una revisión lunar en el siglo VII a.C. y finalmente al calendario juliano, estrenado en el 45 a.C. y que se basaba en el calendario egipcio según la reforma de Cánope. Tampoco la organización del tiempo bendecida por el poderoso Julio César fue definitiva. En 1582 el papa Gregorio XIII impulsó el calendario gregoriano, que lo sustituyó de forma progresiva.

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Cuestión de creencias y política. La historia de la organización del tiempo podría remontarse mucho, muchísimo más atrás. Como mínimo a hace unos 12.000 años, que es de cuando data el calendario lunisonar más antiguo descubierto hasta la fecha, un conjunto de marcas grabadas en una piedra localizada en el yacimiento de Göbekli Tepe, en la actual Turquía. Pero el breve repaso por la tradición romana (y occidental) llega para comprender algo: en la organización del tiempo se han colado a menudo tres de las mayores obsesiones de la humanidad: creencias, naturaleza y poder.

La mitología se colaba a menudo en el calendario. Marzo hacía honor a Marte y enero a Jano, el dios de las dos caras, los comienzos y los finales. "Está asociado con mirar tanto hacia adelante como hacia atrás. Así que si hay un momento que se debe decidir 'este es el momento en el que empezamos de nuevo' es lógico que sea este", explica a la BBC Diana Spencer, de la Universidad de Birmingham. En la división del tiempo han influido también los ciclos agrícolas, solsticios o incluso la guerra.

¿Y cuándo empezamos el año? Hoy nosotros lo tenemos claro: el 1 de enero. Pero no siempre fue así. Originalmente el calendario juliano fijaba como la llegada del año nuevo el 1 de enero, pero tras la caída del Imperio Romano esa referencia varió de forma gradual en varias partes de Europa, en las que se optó por otra fecha: el 25 de marzo, la Anunciación cristiana, festividad que celebra la aparición del arcángel Gabriel a la Virgen María.

"Aunque la Navidad es cuando Cristo nació, la Anunciación es cuando se le revela a María que va a dar a la luz a una nueva encarnación de Dios", reflexiona Spencer. "Ese es el momento en el que empieza la historia de Cristo, así que tiene mucho sentido que el año nuevo empiece entonces". En un reportaje reciente El País recuerda cómo durante la Edad Media e incluso los comienzos de la Edad Moderna en la Europa cristiana podían encontrarse lugares en los que los cambios de año se celebraban coincidiendo con esa fecha primaveral de resonancias bíblicas: 25 de marzo.

Cambio importante… y gradual. Pese a esa carga simbólica para los cristianos, la proclamación del calendario gregoriano a finales del XVI tuvo una consecuencia peculiar: acabó devolviendo al 1 de enero su rol como cambio de año. Eso sí, la transición no fue automática. El calendario gregoriano sustituyó de forma gradual al juliano en 1582; pero lo de “gradual” es un matiz importante, sobre todo si nos fijamos en los calendarios. Antes de su adopción ya había muchos países que consideraban el primer día de enero su Año Nuevo. Y hubo otros en los que ese salto tardó en llegar.

Las excepciones más curiosas están en Gran Bretaña. Escocia adoptó el 1 de enero como su fecha de Año Nuevo en 1600 y en Inglaterra, rebelada contra la autoridad del Vaticano, la transición oficial tardó aún más. Allí las autoridades optaron por continuar con esa celebración el 25 de marzo hasta mediados del XVIII. Para ser precisos hubo que esperar a 1752, cuando el Parlamento decidió que para evitar confusiones al país le salía más a cuento acompasarse con Europa y cambiar de calendario cada 1 de enero.

Más allá de Gran Bretaña. Gran Bretaña no ha sido el único lugar que se ha despedido de los años en una fecha distinta a la que ahora tenemos interiorizada. En un ensayo sobre la materia citado por El País, el medievalista francés Michel Pastoreau desliza que "el ciclo del año es el calendario litúrgico".

Y tras recordar que "las épocas más relevantes son Adviento y Cuaresma y las fiestas principales Navidad, Pascua, Ascensión, Pentecostés y Todos los Santos", repasa: "En Soisons, el año comienza el 25 de diciembre; en Beauvais y Reims, el 25 de marzo; en París el día de la Pascua; en Meaux, el 22 de julio (Sta. María Magdalena)".

Jaqueca para historiadores. "Sin embargo, notemos que los días habitualmente elegidos son Navidad (regiones del oeste y suroeste), la Anunciación (Normandía, Poitou, parte del centro y este) y Pascua (Flandes, Artois, dominio real)", añade Pastoreau. Incluso en la Castilla del XIII el año empezaba cada 25 de marzo. Ese baile de fechas y saltos de calendario supone hoy una curiosidad, pero para los investigadores que se encargan por ejemplo de estudiar la historia colonial supone un auténtico quebradero de cabeza.

"Entre 1582 y 1752 no solo se utilizaban dos calendario en Europa, sino que incluso había dos inicios de año diferentes en Inglaterra. El inicio oficial del año era el 25 de marzo, pero mucha gente celebraba el 1 de enero como el 'Día de Año Nuevo', siguiendo el ejemplo continental, y el 1 de enero incluso se citaba a menudo como tal en los almanaques", recuerda Gary Smith desde la Biblioteca de Derecho de Berkshire, en Massachusetts

Imágenes | Wikipedia 1 y 2

En Xataka | En 1938 dos científicos se encerraron en una cueva con un objetivo: crear días de 28 horas

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