¿Hasta qué punto transformará el coronavirus el entorno en el que vivimos? La pregunta puebla hoy los medios de comunicación, comparaciones con la Peste Negra incluidas, y anticipa el incierto periodo de crisis que afrontan los países occidentales. Es probable que muchas cosas cambien tras la epidemia. Y que una de ellas sea la economía. Menos abierta. Más nacional.
Protección. El gobierno alemán, por ejemplo, se ha comprometido a "proteger" a sus principales empresas nacionales de adquisiciones "extranjeras". En palabras del ministro de Ecomomía, Peter Altmaier: "Evitaremos una venta de los puntales económicos e industriales de Alemania. No puede haber ningún tabú". Se habilitarán "participaciones" y "adquisiciones" por parte del estado.
¿Por qué? Durante las últimas semanas, algunas de las principales compañías alemanas se han desplomado a causa de la epidemia. Las treinta principales empresas, aglutinadas en el DAX 30 de la Bolsa de Frankfurt, han perdido un tercio de su valor durante el pasado mes. Emporios industriales como Daimler, Continental, Volkswagen o Siemens a precio de saldo para inversores extranjeros.
Sintonía. La "protección estatal" se ha convertido así en un lugar común entre los políticos alemanes. "Es imperativo que protejamos la estructura económica de nuestro país durante la crisis", explicó hace unas semanas la ministra de Justicia, Christine Lambrecht. Una crisis sanitaria no puede convertirse en una "profunda alteración del orden económico global", según el presidente de Bavaria, Markus Soeder.
Generalizado. El temor es compartido en las cuatro esquinas de Europa. "Los bajos precios en los mercados representan una oportunidad para fusiones y reestructuraciones", desarrolla en DW Guntram Wolff, director del think tank Bruegel, "y la Comisión y los estados miembros de la UE son conscientes de que, en una situación así, los valores estratégicos necesitan protección".
El coronavirus podría pues amplificar la influencia de los estados sobre el sector privado, incentivar un carácter menos abierto de la economía. Desde Francia hasta España, pasando por Italia (con el ejemplo reciente de Alitalia) o Reino Unido (y la posible compra de IAG), la palabra "nacionalización", antaño un tabú, se ha colado en la agenda pública.
Ejemplo. Uno reciente: a mediados de marzo, la EEUU tanteó la adquisición de una compañía alemana, CureVac, volcada en el desarrollo de una vacuna. La reacción fue inmediata. "Los investigadores alemanes han tomado un rol líder en el desarrollo de medicinas y vacunas", explicaría el ministro de Exteriores, Heiko Mass, "no podemos permitir que otros se aprovechen exclusivamente del resultado de su trabajo".
Altmaier de nuevo, hace una semana: "Le digo a todas esas personas en fondos de inversión que estén anhelando adquirir firmas alemanas a precio de saldo: no se confundan, estamos decididos a apoyar a nuestras empresas". Palabras respaldadas por $100.000 millones de inversión pública.
Precedentes. Un giro proteccionista y nacionalista gestado durante los últimos años. El gobierno alemán ya presentó un programa similar en febrero del año pasado, y se ha mostrado proclive a salvaguardar el carácter alemán de compañías clave al menos desde 2016. La epidemia estaría reforzando un pliegue nacionalista en materia económica.
Imagen: Robert F. Bukaty/AP
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