De entre las líneas maestras del proyecto esbozado por los republicanos, la del rearme nuclear es una vuelta al pasado
En las elecciones de Estados Unidos una pregunta marcaba parte de la agenda: el “tema nuclear”. Trump deberá enfrentarse a un panorama complejo, con tensiones crecientes y plazos inminentes para tratados clave. Rusia ha suspendido inspecciones del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START), que limita las ojivas nucleares desplegadas a 1.550, mientras que su renovación debe ocurrir en 2026 para evitar una carrera armamentista. Además, el acuerdo internacional con Irán expira en 2025, dejando abierta la posibilidad de que el país desarrolle armas nucleares. Y luego está China, quién podría duplicar su arsenal nuclear para 2030, según el Pentágono. Estados Unidos ya tiene la receta.
Project 25. Bajo este pseudónimo se esconde una iniciativa desarrollada por la Fundación Heritage y un grupo de exfuncionarios de la administración Trump para servir como hoja de ruta política. El plan propone medidas radicales para reformar diversas áreas del gobierno de Estados Unidos, con un enfoque destacado en políticas militares y de seguridad nacional, y, muy importante, incluyendo la expansión del arsenal nuclear del país.
Entre sus propuestas, como veremos, se encuentra la reanudación de pruebas nucleares, el desarrollo de nuevas armas y la modernización del programa nuclear, desafiando tratados internacionales como el de Prohibición Completa de Pruebas Nucleares (CTBT). Su enfoque busca posicionar a la nación en un "pie de guerra" frente a potencias como China y Rusia, con un marcado énfasis en aumentar las capacidades militares, mientras recorta iniciativas relacionadas con la no proliferación y otras áreas no nucleares. Veamos qué mas implica.
Ahora toca rearmarse. Todo indica que, tras décadas de desmantelar armas nucleares, el mundo se enfrenta a una nueva carrera armamentista. Estados Unidos, Rusia y China están desarrollando y ampliando sus arsenales. Lo contamos hace poco, Rusia prueba misiles de crucero nucleares avanzados, China construye silos para misiles balísticos intercontinentales, y Estados Unidos, quizás los más rezagados, planea gastar cerca de 2 billones de dólares en modernizar su capacidad nuclear.
Bajo este escenario, el Proyecto 2025, respaldado por sectores conservadores y vinculado a la administración Trump desde antes de las elecciones, busca posicionar la infraestructura nuclear estadounidense en ese denominado como "pie de guerra", incrementando la producción, diversificando el arsenal y reintroduciendo pruebas nucleares.
El proyecto, por dentro. A este respecto, el programa propone medidas como la producción acelerada de núcleos de plutonio, el desarrollo de nuevas armas y, algo que los más viejos seguramente reconocen: el regreso de la bomba nuclear B83, 80 veces más poderosa que la de Hiroshima, junto al reinicio de pruebas nucleares, suspendidas desde 1992.
Hay más. También se busca recortar fondos destinados a investigaciones no nucleares en laboratorios como Los Álamos para redirigirlos hacia proyectos armamentistas. Además, y aunque algunos expertos consideran que las pruebas son innecesarias debido a los avanzados modelos computacionales disponibles, el Proyecto 2025 insiste en prepararse para llevar a cabo tests o pruebas de armas en un plazo de seis meses si es necesario.
Motivos económicos. Qué duda cabe, a diferencia de la Guerra Fría, donde se diría que la ideología guiaba la expansión nuclear, la nueva carrera armamentista está impulsada por números contantes y sonantes: contratos lucrativos para contratistas de defensa. Estas empresas han influido significativamente en la agenda política, financiando estudios que justifican el rearme y ejerciendo presión en Washington a través de cabilderos y contribuciones políticas.
Los programas como el sistema Sentinel, que incluye la construcción de nuevos silos de misiles, no solo incrementarán el arsenal nuclear, sino que enriquecerán a un reducido grupo de corporaciones.
¿Y la geopolítica? Es la otra pata a tratar. En primer lugar de importancia, el Proyecto 2025 plantea rechazar el Tratado de Prohibición Completa de Pruebas Nucleares (CTBT), el mismo al que Rusia ya renunció en 2023. Esto podría desencadenar una cascada de pruebas nucleares en otros países, como por ejemplo China y Corea del Norte, intensificando la carrera armamentista. Además, el tratado New START, el último acuerdo de control nuclear entre Rusia y Estados Unidos, expira en 2026. La administración Trump, según los expertos, no priorizará su renovación, lo que agravaría la competencia nuclear.
Por último y no menos importante, todas estas posibles pruebas nucleares y el, esperemos improbable, uso potencial de armas modernas tendrían consecuencias catastróficas. Un estudio en Nature de 2022 estimó que un conflicto nuclear entre Estados Unidos y Rusia podría acabar con la vida de 5.000 millones de personas, principalmente por el impacto en la producción de alimentos. Por si fuera poco, los desechos nucleares generados por nuevas pruebas incrementarían la contaminación global.
Críticas y desafíos. Muchas. Expertos como Joseph Cirincione y Sharon Squassoni han advertido sobre los peligros de este enfoque que nos devuelve a la casilla de salida del comienzo “nuclear” del siglo pasado. Argumentan que la acumulación de armas no aumenta la seguridad global, sino todo lo contrario, que fomenta la desestabilización. Además, las propuestas del Proyecto 2025 enfrentan el reto de renovar las instalaciones de pruebas en Nevada, un proceso que podría tomar años.
La “herida” del pasado. La mayoría de los expertos que han puesto la voz de alarma recuerdan el pasado más o menos cercano. Entre 1946 y 1958, Estados Unidos realizó 67 pruebas nucleares en las Islas Marshall, incluido el devastador ensayo de la Operación Bravo en 1954, la explosión más potente de la historia estadounidense, mil veces superior a la bomba de Hiroshima.
Estas pruebas dejaron un legado de destrucción conocido como la "Herida Nuclear". Tierras y océanos contaminados, comunidades desplazadas y generaciones afectadas por enfermedades relacionadas con la radiación. Los efectos devastadores de estas pruebas aún persisten en el medio ambiente y en la memoria colectiva de los isleños del Pacífico y los soldados estadounidenses expuestos a las explosiones.
Por todo ello, la propuesta de Project 2025 de reanudar las pruebas nucleares, no solo parece un retroceso peligroso, sino, en cierto modo, una traición al progreso logrado en desarme y diplomacia nuclear.
Imagen | Kelly Michals
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