Hace cuatro años el mundo entero giró la vista en dirección a Guinea. La OMS nos decía que acababa de producirse la epidemia más mortífera y peligrosa de la historia del ébola. Entre esta región subsahariana y los pueblos colindantes de Liberia y Sierra Leona murieron 11.000 personas y se contagiaron otras 25.000, cifras de catástrofe humanitaria mayores que las del zika. Según los organismos internacionales, el problema del brote del virus de 2014 fue la tardanza de los organismos internacionales en declarar la emergencia y movilizar el apoyo de la comunidad internacional.
“Muy alto riesgo”: así ha definido la OMS ahora la situación de los vecinos de el Congo, que tampoco pueden poner punto y final a esta enfermedad contagiosa. Al menos todavía no ha alcanzado el grado de “emergencia internacional”, el estadio más grave. Desde principios de mes se han contado 51 casos, 21 de ellos fallecidos. Es el noveno brote que sufre la región en toda su historia y, aunque hay motivos para la esperanza, siguen siendo muy malas noticias y un fenómeno a vigilar.
El origen: el primer contacto con el nuevo brote se cree que fue una persona que venía de Bikoro que, 10 días después de asistir a un funeral en esta región rural, fue a Mbandaka, la capital de la provincia y a 130 kilómetros de distancia del pueblo.
Y su posible propagación: el problema son los ríos y las carreteras. Mbandaka es un cruce de caminos fluvial (la enfermedad se puede extender por animales que lo portan, como murciélagos, que beben a las orillas de los ríos) y un importante lugar de tránsito hacia Kinshasa (es decir, por el contacto humano). Todavía siguen llegando personas infectadas entre esos dos tramos y no se conoce si desde Mbandaka, zona urbana de más de 300.000 habitantes (cosa gravísima), se ha podido extender el brote hacia zonas urbanas aún más grandes. La búsqueda y seguimiento de contactos de los afectados es crucial en estos momentos, pero como dicen las autoridades de Médicos sin Fronteras, el brote sigue completamente fuera de control.
4.000 dosis urgentes: las que se han enviado para intentar inmunizar al personal sanitario y a todos los contactos o sospechosos del contacto con los afectados en los puntos débiles conocidos de la enfermedad en Bikoro, Mbandaka y Kinshasa, la capital del país. Sin embargo aún es pronto para saber cuáles son las condiciones de este nuevo brote, y el medicamento podría no funcionar. Estas dosis aún en fase experimental y desarrolladas por Canadá ayudaron a erradicar la epidemia en 2014, pero no se conoce su eficacia en las circunstancias actuales.
Más leña al fuego: la República Democrática del Congo, que ha sufrido años de disturbios políticos y que se encuentra aún sumida en una crisis humanitaria (a la altura de Siria o Yemen), representa un reto sin precedentes para el control del ébola. Desde el levantamiento de la milicia Kamwina Nsapu contra el fraudulento presidente Kabila se ha provocado la situación de emergencia humanitaria, de 13 millones de personas, desplazamientos forzosos de 1.4 millones de refugiados y frentes abiertos de violencia de este proceso de paz que aún no ha llegado a su fin. Hay también 55.000 personas afectadas por un brote de cólera, y los organismos internacionales han señalado una “epidemia” de violencia sexual.
Un país sin hospitales: con el conflicto armado, la destrucción de su sistema sanitario, ahora mismo destruido casi por completo. Sus estructuras han sido saqueadas, quemadas o destruidas durante el conflicto, así que los médicos tendrán que intentar inmunizar a la población del ébola en un contexto completamente hostil. El remedio canadiense necesita encontrarse a 80 grados bajo cero para poder conservarse, y hay, recordemos, zonas rurales a las que sólo se puede acceder desde el aire en un tiempo rápido sin estropear las muestras.
Siguiente parada... ¿Europa?: es lo que temen desde Oxfam. “los brotes anteriores se han registrado todos en zonas rurales muy remotas, lo que permitía controlar con facilidad la propagación“. No es el caso actual, ya que se ha llegado a Mbandaka, con un millón de habitantes. Si los controles fallan y son incapaces de detectar una cepa en Kinshasa, el ébola, en un caso extremo, podría llegar a volar a otras partes del mundo.
Foto: Kenny Katombe.