Al contrario que la Armada Española, convencida del atractivo eterno de Pokémon Go para captar a nuevos reclutas, el Ejército francés, el glorioso Ejército francés, afronta el fenómeno con taimado escepticismo. O con abierta hostilidad. En un correo interno repartido por el Ministerio de Defensa, se insta a todos los responsables de todos los centros militares del país a desincentivar el uso de la aplicación. ¿Por qué? Al parecer, los soldados y el personal caminan despreocupados en busca de Squirtle y saltándose a la torera los espacios protegidos.
Esto es, que en su obcecación por adueñarse de ese Bellsprout esquivo que lleva toda la mañana dando la lata, los miembros del Ejército francés terminan de forma sistemática accediendo a recintos confidenciales cuya entrada tienen prohibida. En un ejercicio típicamente francés de lucha contra los elementos imposibles, la la Dirección de Protección de Instalaciones de la Defensa pide limpiar "toda presencia de criaturas virtuales en el interior de los recintos".
Es decir, pide acabar con los Pokémon. ¡Pokémoncidio!
Jocosamente, la prensa ha interpretado el asunto como "una guerra del Ejército francés contra Pokémon". Lo cual, a nosotros, nos sirve para repasar los últimos hitos bélicos de tan digna institución, entre cuyo haber se cuentan algunos de los fracasos militares más espléndidos del siglo XX. Al parecer, en un intento desesperado por volver a ganar una guerra y recuperar el esplendor perdido, el Ejército de Francia necesita combatir a Pikachu. Puede que al vencer esa batalla, hagan olvidar este siglo y medio de estrepitosos fracasos.
Repasemos los más notorios.
1870: el Káiser se corona en Versalles
Comenzamos en la recta final del siglo XIX, durante la unificación de Alemania. La intervención del decadente imperio de Napoleón III derivó en una serie de expediciones militares de paupérrima calidad que provocaron el avance de las tropas prusianas nada menos que hasta París. No sólo consiguió Bismarck unificar el territorio germano y fundar el II Reich, sino que avanzó hasta la capital francesa, la tomó, provocó la caída de Napoleón III, la Comuna de París y, en una humillación total, permitió que Guillermo I se coronara en Versalles.
1914: ganar con un regusto amargo
Cuatro décadas después Bismarck ya había perecido, pero las heridas abiertas en la guerra franco-prusiana continuaban muy abiertas. Demasiado abiertas. La Primera Guerra Mundial abrió todo un camino de hostilidades entre las grandes potencias europeas, en lucha por la hegemonía continental y colonial. Y durante los primeros compases, Francia pareció a punto de caer doblegada. Alemania volvió a invadir todo el norte del país (violando Bélgica) y se quedó a un puñado de kilómetros de tomar París. No lograron expulsarles de allí hasta 1918.
Y con ayuda británica y estadounidense (vital, dado que bloquearon la economía alemana empujando al país al colapso definitivo a nivel interno). Fue una victoria, pero amarga, porque Francia (más allá de la sangría de Verdún) jamás fue capaz de demostrar un desempeño militar al que, por entonces, era su enemigo natural.
1940: a la tercera (invasión) va la vencida
Tras imponer unas durísimas condiciones económicas y militares a Alemania en Versalles y ocupar la cuenca del Rühr para apoderarse de sus tremendos recursos industriales, Francia fue invadida por Alemania una vez más en 1940. Menos de un año después del inicio de la Segunda Guerra Mundial, el siempre confiante Ejército francés contaba con resistir las embestidas de la Wehrmacht con modelos defensivos dignos de 1914. El resultado fue el que fue.
En un abrir y cerrar de ojos, todas las tropas aliadas estaban rodeadas en Dunkerque, París había caído presa de la velocidad de los Panzer de Guderian y el resto del país se había rendido de forma legendaria. La Segunda Guerra Mundial y la ocupación hasta 1944 del país cimentó la leyenda de "Francia sólo sabe rendirse" en Estados Unidos, país que, por segunda vez, acudió en su ayuda y rescate frente al enemigo teutón. Honrosamente y pese a su pobre desempeño, Francia ganó una batalla ante el aún más ridículo Ejército italiano.
La historia se repetía con tanta reincidencia que legó algunos chistes temáticos al respecto. Por ejemplo:
—¿Cómo llamas a 100.000 franceses con las manos en alto? —Su ejército.
1954: Francia aún sabe perder guerras
Acabada la Segunda Guerra Mundial, parecía imposible que Francia, protagonista central en el proyecto de integración europea por la paz y la cooperación económica, pudiera perder una nueva guerra (esencialmente, porque no tenía con quién librarla). Pero jamás debemos subestimar las capacidades del Ejército francés: prácticamente tras el fin de Hitler, Francia comenzó a apagar fuegos en sus colonias. Y terminó quemándose.
Especialmente en Indochina, donde el proceso de descolonización por la población local se hizo a la fuerza. La victoria del Viet Minh de Ho Chi Minh y la espantada posterior de Francia, muy debilitada y en un estado de debilidad interna enorme, provocó la partición de Vietnam y, años después, la entrada de Estados Unidos (también fracasada) en el país.
1958: Argelia y el fin de la IV República
Casi simultáneamente a la pérdida de Indochina, Francia se encontraba en su patio trasero con una de las más virulentas y célebres guerras de independencia coloniales. La de Argelia, la colonia por excelencia del antaño Imperio francés. La utilización de tácticas guerrilleras por parte de los nacionalistas argelinos, la debilidad progresiva del desmantelado Ejército francés y la situación de colapso, caos y fin de la IV República en Francia, en 1958, favoreció el fracaso militar del país y la definitiva independencia de Argelia en 1962.
El regreso de De Gaulle y la redacción de una nueva constitución que impusiera un nuevo orden republicano, alejado de los problemas de la III y la IV República, permitieron que Francia, ya olvidada de sus colonias, se reordenada y volviera a florecer económicamente. Desde entonces, al igual que la mayor parte de naciones europeas, su participación en conflictos bélicos ha ido ligada a operaciones de carácter internacional y colaborativo.
2016: la derrota de ante mano ante Pokémon Go
Hasta nuestros días, claro. Es imposible que el Ejército francés logre imponerse a la ubicuidad de Pokémon. La directiva ministerial aspira a erradicar a cualquier bicho digital que se encuentre por sus pasillos, pero se antoja imposible que puedan hacerlo, más allá de la prohibición generalizada de no jugar al fenómeno viral del verano dentro de sus recintos. Así, siglo y medio después, Francia alberga la vana ilusión de ganar una guerra. Nuestro pronóstico no es optimista: si no lo consiguieron en Sedán, no lo conseguirán en Pokémon.
Imagen | ISAF Media
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